De caza

Nona I. Vilariño

FERROL

02 abr 2023 . Actualizado a las 22:05 h.

No quiero hablar de cacería que, creo, implica violencia. Y mi bitácora siempre intenta no estimular, con las palabras, sentimientos que alimenten ni el mínimo brote de violencia. Y, por eso escribo «de caza» entre comillas, y la uso en el sentido coloquial de búsqueda minuciosa para conseguir un arma arrojadiza y utilizarla a conveniencia contra alguien. Asistimos a una escenificación, casi ridícula por exagerada, de lo que se ha convertido en el primer objetivo de una modalidad, casi esquizofrénica, de hacer política: ejercer de oposición a la oposición y negarse a explicar, o a las consultas preceptivas, que exige la acción de gobierno Y, al tiempo, distraer al ciudadano cuando la tormenta amenaza la nave del poder. Y el instrumento principal, compartido por todos los grupos que apoyan al Gobierno, es ir a la caza de cualquier resbalón o tropezón del contrario, para convertirlo en cansina letanía de acusaciones hiperbólicas repetidas, según el guion, durante un carrusel de comparecencias mediáticas o en el desarrollo del debate parlamentario que se convierte en plató. Esto, que podría asumirse de no ser tan exagerado, tiene un pecado original muy peligroso.

La izquierda se atribuye una superioridad moral que la convierte en depositaria de la verdad y de la autoridad para condenar y marginar a los discrepantes. Mientras, los aliados reciben prebendas millonarias e, incluso, indultos. La hipocresía de algunos comportamientos ante, por ejemplo, la malversación, la corrupción etc., propia y de los aliados, es una vergüenza y un insulto a la inteligencia. Y se equivocan quienes crean que la democracia es inmune a tanta tropelía. Acabará siendo solo una ensoñación.