Marga Anca, la enfermera del Marcide que tras 43 años está aprendiendo a no poner el despertador: «Es dura, pero volvería a trabajar en el hospital»
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FERROL
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Recién jubilada, a los 22 años entró en el Novoa Santos y lleva cuatro décadas de supervisora
09 abr 2023 . Actualizado a las 12:40 h.Marga Anca Basoa dice que está aprendiendo a no poner el despertador. Y no es para menos la broma: esta enfermera se jubila tras casi 43 años trabajando en grandes hospitales de Ferrol, desde los 27 con el peso extra que supone ser supervisora. Siempre estuvo en las plantas más complicadas y pendiente de enseñar a los estudiantes o a los compañeros recién llegados. «Cuando los recibo siempre les digo lo mismo: aún hay tiempo, esta es una profesión muy dura, si no estáis convencidos podéis cambiar y solo habréis perdido un curso, es que trabajar en el hospital si no se tiene vocación es casi imposible», cuenta desde su Cabanas natal, donde espera ir acostumbrándose a un retiro al que sonríe con optimismo. «Voy a estar bien, porque yo no tengo grandes ambiciones: me gustaría viajar, pero no necesito dar la vuelta al mundo o un crucero, con un paisaje bonito y una cena entre amigos ya estoy contenta», cuenta poco después posar en la playa de A Magdalena.
En el Complejo Hospitalario Universitario de Ferrol ya se la echa de menos. Mucho. Cuentan sus compañeras que era una jefa que se brindaba como una amiga de verdad, que nunca dejaba a nadie rezagado. De esas que pregunta por cómo van las cosas en casa para ayudar en lo que haga falta. «Lo más importante de la tarea de la supervisora es crear un buen equipo, que todo el mundo se encuentre cómodo, y eso solo se consigue cuando la gente se lleva bien, cuando se apoya; el trabajo es duro, con momentos complicados, eso no lo podemos cambiar, pero si encima hay roces con los compañeros, pues ya se hace insoportable. Hay que conseguir que todo el mundo venga contento», explica sobre su principal objetivo durante las cerca de cuatro décadas que ha sido supervisora.
Ha tenido que organizar muchos turnos y considera que es injusto que las enfermeras sigan haciendo noches después de los 55 años o que no puedan optar a una jubilación anticipada. «Por no hablar de los medios, aún hay camas con manivela o espacios reducidos donde no se puede usar una grúa, las compañeras técnicos auxiliares a veces tienen que forzar mucho su espalda para mover a una persona», dice una profesional que ha vivido muchas etapas en Ferrol.
Con 22 años comenzó a trabajar en el hospital Novoa Santos, cuando todavía no pertenecía a la Xunta. Apenas cinco años después se convirtió en supervisora y ya nunca dejó de serlo. «Al principio lo era de forma oficiosa, hacía las tareas en el tiempo libre que me quedaba de atender a los pacientes, que es algo que les pasa a muchas enfermeras, las tareas ante el ordenador y el papeleo nos resta mucho tiempo».
Con el tiempo Marga pasó al Sergas y al Marcide. Con destino siempre en la quinta planta, donde se tratan las dolencias más complejas: ahí se ingresa a los pacientes de medicina interna, cirugía, neurología, neumología y cardiología (la última especialidad en llegar). «El equipo de cardio es joven y buenísimo, como lo son todos», cuenta una sanitaria que también sufrió en sus carnes la incertidumbre de las primeras olas de covid. «No se sabían muchas cosas, había problemas con el material, fue realmente duro», confiesa sobre la época que casi cierra su carrera.
Cuenta que fue en la década de los 90 cuando llegaron más innovaciones a la enfermería. «El gran cambio ahora es que los pacientes ya no están ingresados tanto tiempo como antes», explica. A Marga le gustaría mucho que este trabajo estuviese más reconocido. Aún así deja clara su vocación: «Es duro, pero volvería a ser enfermera: fui feliz trabajando en el hospital de Ferrol, allí me siento querida, porque he tenido compañeros estupendos».