Ortigueira despide otro festival masivo: «Tiene algo que te atrapa»

ANA F. CUBA ORTIGUEIRA / LA VOZ

FERROL

La marea «folkie» comenzó a diluirse durante el Desfile das Nacións Celtas

15 jul 2024 . Actualizado a las 13:30 h.

Mientras las bandas de las naciones celtas desfilaban por Ortigueira, con la Escola de Gaitas en cabeza, los miles de folkies que han abarrotado la localidad desde hace una semana emprendían la operación regreso. Los aparcamientos de Luía, atestados desde el jueves, empezaron a vaciarse el domingo por la mañana, «de forma ordenada y poco a poco», destacan los servicios de emergencias. Ortigueira despidió anoche, con un ojo en el escenario de la Alameda y otro en la final de la Eurocopa, otro festival masivo. «Este sitio tiene algo que te atrapa», confesaba Paula a mediodía. Esta vallisoletana llevaba años sin acudir al Mundo Celta: «Ahora está mucho más masificado, pero lo he disfrutado un montón, el ambiente es muy bueno». Allí conoció a Guillermo, vigués, que no quería perderse a Böj, en el remate.

Para los madrileños María y David, el «descubrimiento» musical de su primer Festival de Ortigueira ha sido Fillas de Cassandra: «Ha sido el concierto más potente». En Morouzos han echado en falta «más baños, porque hay demasiada gente», algo a mejorar para 2025. Creen que repetirán. Entre el viaje y la comida, estiman unos 200 euros de gasto cada uno; otros lo elevan a 300 y hay quien no pasa de los 150.

La huida folkie discurre a cámara lenta. Son cuerpos en un tránsito incesante, deslomados por las mochilas, los colchones y las neveras, y el cansancio. «Venir andando desde la estación, donde te deja el bus, ha sido un suplicio. Van muchos días», repiten los dos primeros de un grupo de treinta y tantos madrileños. «Cuando llegamos, el jueves, fue un caos con el aparcamiento, el coche se cruzó porque el terreno se hundía por la lluvia y pasé la noche dentro», dice uno de ellos. Pero lo vivido estos días compensa cualquier inconveniente.

Foto de familia de los voluntarios de Protección Civil de Málaga, Cádiz y Ortigueira, el GES y el alcalde
Foto de familia de los voluntarios de Protección Civil de Málaga, Cádiz y Ortigueira, el GES y el alcalde

En el dispositivo de seguridad destacan, aparte de la Policía Local y la Guardia Civil, los 60 voluntarios de Protección Civil de Andalucía (de las agrupaciones de Mollina, Málaga, Campillos, Ronda, Teba, Sierra de Yeguas, Yunquera y Olvera, esta última de Cádiz), otros diez de Ortigueira y los 13 efectivos del Grupo de Emerxencias Supramunicipal. El jefe del GES, Jaime Villar, agradece, «el esfuerzo y el cariño» de todos los voluntarios andaluces.

«Esto te cubre medio año, pero no tienes instalaciones para dar atendido a todo el mundo»

Resulta difícil ponerle cifras a la inyección económica que representa el Festival de Ortigueira para los negocios de la villa, en especial los vinculados a la hostelería y la alimentación. «Te cubre medio año, eso que hemos tenido un bajón grande, al pasar de ocho días a cuatro. Hubiéramos preferido una semana porque la gente venía escalonada. Este año ha sido bestial, pero no tienes instalaciones para dar atendido a todo el mundo», apunta Lourdes Pasalodos, de la Empanadería Cantón, donde no han parado de vender empanadas (por las mañanas) y pizzas (en la tarde-noche).

«Todo a la vez no podemos, porque no dan los hornos», señala. Elogia a la clientela de estos días, «muy respetuosa». Javier López, del restaurante Casa Giz, coincide: «Da gusto servirles. Supone una ayuda importante». «Aínda podía ser máis, hai que aproveitar, pero non temos capacidade», apuntan en una panadería.

Antón, en la terraza del local, referencia para los festivaleros
Antón, en la terraza del local, referencia para los festivaleros JOSE PARDO

Antón Mera Hermida, del bar Caracas: «Cerveza es lo que más se vendió estos días»

Antón Mera Hermida ha dormido «poco o nada» desde la víspera del inicio del festival. Sus padres fundaron el bar Caracas hace casi 80 años y él, que tomó las riendas en torno a 1990, siempre ha estado en el negocio familiar. «En el 78 [cuando se celebró el primer Festival de Ortigueira], ya llevábamos abiertos otros tantos años como van de festivales», subraya.

Siempre ha sido un local de referencia para el público del Mundo Celta: «Con los años ha ido aumentando, pero ya desde el principio, es un sitio agradable para estar tocando». La gente que frecuenta el Caracas durante el festival no lo hace únicamente para refrescarse. «En cuanto se escucha algún instrumento musical, ya aparecen otros, gente que no se conoce entre sí; acaban tocando todos juntos y parece que se llevaran bien toda la vida».

Este hostelero cuenta que hay clientes que solo salen del bar para ver algún concierto —«con los grupos buenos se nota un pequeño bajón»— y reconoce que hay quien pasa allí toda la noche: «Muchos no se van porque tienen miedo a perder la silla si se levantan». Algo ayuda a generar este ambiente la bebida: «Estos días lo que más se vende es cerveza, aunque llegando más la madrugada se copea mucho».