Cuenta atrás para el cierre de Tejidos Santy: «Tengo 71 años y llevo trabajando desde los 15, así que ya toca descansar»
FERROL
![Santy Martínez, retratado el pasado lunes en su comercio de la calle de la Iglesia](https://img.lavdg.com/sc/10E2IWlvPfetnQmM7gUimyO8abg=/480x/2024/12/25/00121735133101667954218/Foto/F_20241223_144648000.jpg)
El emblemático comercio de la calle de la Iglesia bajará la persiana en el 2025 y el próximo 7 de enero ofrecerá por última vez su famosa y tradicional promoción de retales a un céntimo de euro
26 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Santiago Martínez Pérez no puede vaticinar la fecha exacta en la que se despedirá para siempre de Tejidos Santy —ese referente del comercio local de Ferrol que abre sus puertas en la calle de la Iglesia—, pero tiene claro que será en el 2025. «El 7 de enero ofreceremos nuestra tradicional promoción de retales a un céntimo de euro, que hacemos todos los años desde que abrimos. Y luego ya seguiremos con la liquidación por cierre con precios más baratos de los habituales, hasta agotar existencias. ¿Cuándo será eso? No lo sé, pero tenemos bastante stock, así que calculo que en marzo o en abril», comenta sonriente aunque con un hilo de pena y nostalgia ante el ya anunciado cierre.
Santy confiesa que le da un poco de miedo la retirada —«porque este comercio ha sido mi vida y no tengo más aficiones que la gimnasia y la piscina», apostilla—, pero siente que, después de tanto tiempo al pie del cañón, ya ha llegado la hora de abandonar la vida activa. «Me lo pide con insistencia mi familia y además ya toca descansar, porque empecé a trabajar a los 15 y tengo ya 71», apunta tras el mostrador.
Y es que, cuando fundó su propio negocio junto a su mujer, Carmen Silva, Santy ya llevaba en el tajo más de dos décadas. «Yo estudié en la Escuela Obrera, pero mi promoción, la del 53, fue la primera que no entró en Bazán, así que con solo 15 años ya me puse a trabajar como chico de los recados. Primero estuve en un comercio que se llamaba El Globo. Después en los almacenes Simeón. Y estando allí me vinieron a buscar para que me fuera a trabajar a Taka, donde al final me pasé veinte años», rememora echando la vista atrás.
Esas dos décadas de experiencia en aquellos míticos almacenes le sirvieron para curtirse en el sector comercial y conocer al dedillo el mundo de las telas. Y tras el cierre de Taka, donde había conocido a su mujer, la pareja decidió emprender en el 110 de la calle de la Iglesia.
![](https://img.lavdg.com/sc/ZHPuzRaoOVd8gAURTv4Oo3ZQaE4=/480x/2024/12/25/00121735133102270204484/Foto/F_20241223_144644000.jpg)
«Abrimos en el año 1989 sin un duro, pero nos fue fenomenal, porque por aquella época éramos de las pocas tiendas de tejidos que quedaban en Ferrol. Algunos comercios del sector ya habían cerrado, y otros, como Rafael y Vicente o La Época, lo hicieron poco después», explica Santy, que todavía recuerda que se marchó a Barcelona y Sabadell para comprar la mercancía con la que echar a andar el negocio sin dinero en los bolsillo.
«Les dije a los fabricantes: me llamo Santy, vengo de Ferrol y necesito tejidos, pero no sé cuándo os los voy a poder pagar. Para mi sorpresa me fiaron las compras, y las ventas fueron tan bien que a los 90 días pude pagar todo y me quedé libre de deudas. Un proveedor me dijo después que confiaron en mí porque sabían que había estado veinte años en Taka y valoraron más la experiencia que el dinero», relata.
Fue así como Santy y Carmen, trabajando siempre codo con codo, consiguieron hacer de su comercio un lugar de referencia para aquellas madres y abuelas que tenían la costumbre de confeccionar la ropa para sus hijos y nietos, modistas de toda la comarca y maestros de la aguja y el dedal como Fernando Casteleiro, al que vendía telas maravillosas como el shantung de seda, delicados bordados y sofisticados encajes para sus creaciones de fiesta y novia. «Él marcó una época en Ferrol y fue uno de mis mejores clientes», comenta con agradecimiento hacia el diseñador ferrolano ya fallecido.
«Siempre funcionó bien»
Aquellos primeros años fueron tiempos gloriosos, pero Santy asegura que el negocio «siempre funcionó bien» y solo empezó a flojear tras la pandemia, cuando las bodas dejaron de ser celebraciones «por todo lo alto».
Sin embargo, aunque la caja ya no suena con la alegría de otros tiempos, asegura que las cuentas siguen cuadrando. «Si se complementase con un taller de confección y arreglos, este negocio podría ser una mina», sostiene para a continuación subrayar que estaría encantado de que alguien cogiese el relevo. «El local se puede alquilar o comprar, con o sin tejidos, y si alguien está dispuesto a continuar el negocio, yo me ofrezco a asesorarle y a ponerle en contacto con mis distribuidores», anuncia como lanzando un guante a quien lo quiera recoger.
Mirando atrás, reconoce que «hubo tiempos buenos y otros de mucho agobio». «Pero si lo pongo todo en una balanza —añade sonriente—, pesan más los días felices que los días malos». Y al preguntarle por el secreto para mantener un negocio abierto tanto tiempo, no lo duda: «Trabajar mucho, ofrecer siempre un trato amable y no engañar».
A lo largo de los 35 años de trayectoria de su comercio, cuenta Santy, sus vacaciones jamás se extendían más allá de una semana y solo estuvo de baja una vez, por un infarto en el 2008, así que ahora ya descuenta los días para poder pasar más tiempo con su mujer y su extensa familia (cuatro hijos, cinco nietos y un bisnieto). Y aunque insiste en que teme la retirada por su falta de aficiones, también reconoce la ilusión que siente al saber que el próximo verano por fin podrá disfrutar de uno de sus máximos placeres. «Me encanta ir a la playa de Doniños por las mañanas, cuando no hay nadie, y estar allí yo solo, contemplando el paisaje o dándome un chapuzón».