La experiencia de tres hermanas moldavas en el Camino Inglés: «Ayuda a descargar todo lo negativo»

ANA F. CUBA PONTEDEUME / LA VOZ

FERROL

Tamara, que vive en Galicia desde hace años, flanqueada por sus hermanas Tania (izquierda) y Dorina, en la plaza do Obradoiro
Tamara, que vive en Galicia desde hace años, flanqueada por sus hermanas Tania (izquierda) y Dorina, en la plaza do Obradoiro CEDIDA

Dorina y Tania Botnari viajaron de su país a Galicia, donde vive Tamara, y juntas descubrieron esta ruta jacobea: «Te cambia el chip»

14 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

De Ferrol a Santiago en solo cuatro días. Tamara, Dorina y Tania Botnari Corjan recorrieron el Camino Inglés en menos tiempo del previsto y demostraron que el marido de la primera, el mañonés Plácido Méndez, falló en su vaticinio. «Pensei que non ían pasar de Neda», cuenta entre risas. No solo rebasaron Neda, sino que llegaron a Pontedeume en la primera jornada y caminaron incluso unos cuantos kilómetros más. «No nos dimos cuenta y seguimos monte arriba», explica Tamara, que lleva años viviendo en Galicia. Sus hermanas viajaron desde su pueblo, Straseni, en el centro de este pequeño país de Europa Oriental, para «pasar unas vacaciones todas juntas».

Y a Tamara se le ocurrió la idea de hacer el Camino Inglés. «Ellas lo desconocían. En Moldavia, una peregrinación es más una romería o una procesión detrás del cura... y al principio dijeron que no. Pero les expliqué, miraron en internet y nos animamos. Cada uno va por lo que tiene en el corazón, una promesa, un compromiso...», señala. Al tratarse de unas vacaciones, decidieron que en lugar de complicarse con los albergues, se alojarían en hoteles. Al primero, Montebreamo, en Pontedeume, llegaron exhaustas. Dorina ya había descubierto en Neda que sus pies aún no se habían adaptado a sus zapatillas nuevas. Al principio pensaban cambiar de manos la bolsa de los víveres cada diez kilómetros, pero al final asumió la carga durante todo el itinerario Tania, la que portaba la mochila más ligera.

De la ruta les sorprendió casi todo: «Cada etapa tiene su encanto, la naturaleza, los olores, los bosques, la gente con la que te cruzas, todos los vecinos te desean buen camino, incluso un niño pequeño que iba en bicicleta junto a su padre... y tú que casi no puedes andar». «Encontramos gente maravillosa, un chico que nos explicó que había empresas que te llevaban la mochila y se interesó por Tania que estaba descansando en la hierba, por si le había pasado algo», agradecen.

La tercera jornada, antes de Bruma pararon en Casa Avelina, en As Travesas, y quedaron encantadas con la amabilidad de la hostelera: «Pedimos tres claras y tres aguas frías y nos puso unas sillas pequeñas para descansar los pies... una maravilla». Lo más duro fueron los dos días de sol y lo más impactante, la catedral. «Eran sobre las cinco de la tarde. Nos impresionó, es piedra, algo tan sencillo pero tan bonito...». También les llamó la atención la Compostela, «con tu nombre en latín, los kilómetros que hicimos... cómo te felicitan [en la Oficina del Peregrino]».

Gastaron unos 200 euros cada una, por los hospedajes, asumible al tratarse de unas vacaciones. Tania, que siempre fue en cabeza, dice que el Camino «ayuda a meditar, te descargas de todo lo negativo». «Te cambia un poco el chip», confiesa Tamara. Y Dorina resume así la experiencia, que las tres están dispuestas a repetir, en esta o en otra de las rutas jacobeas: «Para nosotras, lo más importante fue ir juntas las tres, sin maridos ni hijos [risas]». El domingo partieron rumbo a su país, con los pies aún doloridos.