La romería ferrolana de Chamorro brilló bajo el sol del Lunes de Pascua

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro FERROL / LA VOZ

FERROL

JOSE PARDO

La ausencia de lluvias favoreció la multitudinaria afluencia de romeros

21 abr 2025 . Actualizado a las 21:47 h.

El hecho de que Ferrol haya vivido este año una Semana Santa repleta ya no solo de lluvias, sino también de tormentas, hacía temer que en Chamorro, en la primera de las grandes romerías de la primavera gallega —la del Lunes de Pascua—, sucediese otro tanto. Pero no fue así, ciertamente. Y cientos y cientos de romeros subieron a lo alto del monte, donde se encuentra la ermita de Nosa Señora de Nordés, para rendir tributo a un tradición de inmenso arraigo y para, al mismo tiempo, disfrutar de una jornada que siempre es un reencuentro. Allí vuelves a ver amigos con los que en algunos casos no te encuentras el resto del año. La romería de Chamorro siempre es un lugar para el afecto.

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A primera hora de la mañana la abundancia de nubes podía llegar a hacer pensar que la romería iba a acabar pasada por agua. Pero solo se trataba de una falsa alarma. Conforme la mañana avanzaba, el cielo se fue despejando. Y el sol, un auténtico sol de primavera, se abrió paso en lo más alto para, al llegar el mediodía, resplandecer con verdadera fuerza. Una circunstancia, esta, que provocó que, a primera hora de la tarde, en lo alto del monte —¿quién podría haberlo imaginado estos últimos días...?— hiciese verdadero calor, por momentos.

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Plegarias por el papa

Como es tradición, en la ermita de Nosa Señora do Nordés se oficiaron misas a lo largo de toda la mañana. La última de ellas, presidida por el obispo de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos, que suele ir a Chamorro todos los años. El templo estuvo abarrotado de fieles constantemente, tanto durante las celebraciones de la Eucaristía como entre ellas. Y las plegarias por el papa Francisco, como no podría ser de otra manera, estuvieron, durante las misas, muy presentes.

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Los montes que rodean la ermita estaban hoy lo suficientemente secos, gracias al viento de la noche, como para acoger, de nuevo, las tradicionales meriendas. Y así, todo el entorno de la capilla se convirtió, este Lunes de Pascua, en una verdadera fiesta. Una fiesta en la que abundaron tanto los grupos de jóvenes —que vuelven a subir a Chamorro, y que llegan hasta allí caminando desde el casco urbano de Ferrol, desde Narón o incluso desde más lejos— como las familias enteras. Y entre estas últimas, muchas familias de hasta tres generaciones: padres, abuelos y nietos.

Las dos cuestas

Como bien se sabe, la cuesta de Chamorro —para lo que a Ferrolterra atañe, la cuesta por antonomasia— no es una, sino que son dos. Está, a Poniente, el camino primitivo, que asciende hasta los Altos de Chamorro, atravesando el monte, desde Serantellos: la cuesta sin asfaltar. Y está después, hacia el Naciente, la costa nova, la asfaltada, la que sube, desde la carretera que une Ferrol con Covas, haciendo eses.

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Tanto una como otra tienen, y bien lo saben quienes las han subido o las suben, momentos de cierta dureza. Pero vale la pena el esfuerzo, porque también Chamorro es uno de esos impagables lugares en los que, con el océano como telón de fondo, se dan la mano la tierra y el cielo.

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Un paisaje magnífico

El paisaje que se contempla desde Chamorro es verdaderamente magnífico. Desde allí se entiende muy bien, solo con dejar que la vista vuele hacia el horizonte, qué es de verdad, Ferrolterra. Y el propio enclave en el que se encuentra la capilla, rico en restos megalíticos, es en sí mismo irrepetible, de gran belleza