Los Pinares: el chiringuito de Cabanas que combina arroces de autor, un bot de reservas y cenas bajo las estrellas
Este archiconocido chiringuito de Cabanas cuenta con su propio asistente virtual, Bitacorín, que logra coordinar cientos de comensales al día sin perder el toque cercano ni las sorpresas que fidelizan a su clientela año tras año

En plena playa de Cabanas, en Pontedeume, el chiringuito Los Pinares es mucho más que un lugar para comer con vistas al mar. Es un engranaje perfectamente engrasado en el que se combinan cocina innovadora, organización milimétrica y un toque de magia —a veces, literal— para que cada visita sea inolvidable. Al frente está José Manuel Saavedra, que este verano vuelve a rozar el lleno diario.
«En verano, cada día es un reto logístico», explica Saavedra. El pasado domingo, por ejemplo, sirvieron 580 comidas y más de 300 cenas. La clave, dice, es escalonar las reservas. «Metemos 7 u 8 mesas cada 15 minutos. Así entra y sale gente de forma continua y evitamos colapsos. La cocina está abierta de las 13 horas hasta las 23 horas, y eso nos da mucho margen para jugar porque hay gente que come a las cinco de la tarde, sin prisas».
Pero no sería posible sin un miembro muy especial del equipo: Bitacorín, un bot que gestiona las reservas 24 horas al día, siete días a la semana. «Funciona como un cañón. El cliente puede elegir zona —carpa, cenadores o sala— y el bot ya sabe si son mesas grandes o pequeñas, pregunta por alergias o intolerancias y ajusta el aforo. Antes el teléfono ardía a partir de las 13 horas y ahora, con este sistema, nos ahorra muchísimo tiempo».
Las opciones para reservar son múltiples: Instagram, WhatsApp, teléfono, web… pero Bitacorín gana por goleada. Incluso recibe peticiones muy concretas. «Hay quien nos escribe por WhatsApp para reservar la gamela, nuestra embarcación tradicional gallega que está en la sala, o las mesas con tablas de surf».
La plantilla también es parte del secreto. Los Pinares cuenta con 24 empleados —tres fijos y el resto de temporada— organizados en dos turnos que cubren de 10 de la mañana a medianoche. «El 80% repite año tras año. En cocina llevamos con el mismo equipo desde hace 20 años. En sala, la mayoría son estudiantes que vuelven cada verano».
A la carta de arroces —negro, con plancton, con alga ramallo de mar o multigusto para grupos— se suman detalles que dan vida al local: música en directo con un músico habitual en cuanto el tiempo acompaña, un mago ocasional, un cortador de jamón, catas de cervezas y de vinos… «La clientela siempre encuentra algo que le sorprenda y, la verdad, que este verano está triunfando mucho la degustación de arroces porque así todos los comensales pueden probar varios diferentes sin tener que decantarse por uno u otro».

Y, si hace falta, se cumplen sueños. Este martes, por ejemplo, acogieron una cena romántica en la playa para una pareja: «Ella lleva un mes intentando reservar. Quería que fuera un sábado, pero estaba todo completo. Al final le hicimos un hueco. Montamos un corazón con velas y lo preparamos todo para que sea especial. Cuando alguien tiene una ilusión grande, intentamos que se cumpla. Eso se recuerda toda la vida».
En Los Pinares saben que el verano vuela, pero también que las experiencias bien cuidadas permanecen. Por eso, entre el aroma a marisco y el rumor de las olas, Bitacorín sigue tomando reservas y José Manuel Saavedra continúa al pie del cañón, asegurándose de que cada mesa —y cada historia— encuentre su sitio y repitan siempre que quieran.