Cierra A Ponte, el bar más veterano de Fene: «La hostelería es muy esclava, pero hay clientes a los que quieres más que a la familia»
FENE
María Jesús Arán abrió el local en 1982, lo alquiló varios años, volvió hace dos para completar las cotizaciones y poder jubilarse, y ahora se retira y confía en arrendarlo «a alguien que lo trabaje bien»
07 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.De la primera etapa de María Jesús Arán Permuy (Fene, 1957) al frente del café bar A Ponte, que duró 23 años, mucha gente recuerda el raxo, la especialidad del local, la lengua estofada, los chipirones o los calamares. Tenía 25 años cuando montó el negocio, en una propiedad heredada en la avenida do Concello. «Al principio iba a poner una librería y droguería, pero allí había un taller de motos, esperé a que lo dejaran y mientras tanto abrieron dos librerías... pensé que iban a ser muchas para pocos clientes», repasa. Y se decantó por la hostelería. «Era 1982, en plena reconversión naval (de Astano), fueron unos comienzos difíciles. En aquellos tiempos se vendía vino de barril. La gente no sabía cómo iba a acabar todo y pedía bebidas baratas», recuerda.
Más adelante, al ver que las cosas iban mejorando, María Jesús decidió ampliar el negocio y puso en marcha la cocina y un comedor con capacidad para 16 personas. «Montábamos con tableros una especie de u y llegué a hacer eventos de 22 comensales, primeras comuniones, muchísimos cumpleaños... aparte de las comidas y cenas que ofrecíamos diariamente. No faltaban las sardiñadas o los magostos para obsequiar a los clientes. Así logré mantenerme durante 23 años, y me fue muy bien, aunque con muchos sacrificios porque la hostelería ata mucho», comenta. Hasta que se vio obligada a dejar el negocio para centrarse en el cuidado de su madre, que padecía alzhéimer, y más adelante también de su padre.
Durante los años que permaneció apartada, el local estuvo alquilado. «En todo ese tiempo no pude cotizar, lo que significaba que todos los años que había trabajado no contaban a efectos de jubilación. Tras tantos años de esfuerzo, me resistí a la idea de no recibir nada por el tiempo cotizado, así que a los 65 decidí retomar el bar para poder obtener mi pensión», relata. Han pasado dos años y María Jesús, a punto de cumplir los 67, ya se puede retirar. En esta segunda etapa renunció a los fogones.
«Pero logré ampliar el espacio exterior, sumando a la terraza frontal una más amplia en la huerta, con césped artificial, y capacidad para 50 personas», detalla. Siempre ha tenido personal contratado y en esta última fase ha contado con Kevin, que ahora tiene 21 años, que tuvo que ser sustituido por otro chaval, Javi, debido a una lesión. «Hemos trabajado muy a gusto juntos, tenemos muy buen rollo como empleado y jefa, nos apreciamos».
El 14, fiesta de despedida
En estos dos años, María Jesús se ha reencontrado con mucha de la clientela de la primera etapa: «La mayoría volvió a venir en cuanto lo supo (varios se me murieron) y también hay otra gente nueva». Ya sin servicio de comidas, que muchos han echado de menos (alguno acudía a diario), se ha entregado al bar, con muchos desayunos, sobre todo para los peregrinos del Camino Inglés: «Antes casi no había y ahora pasan muchos». El día 14 será la fiesta de despedida, con churrascada, liscos, criollos, pan, música en vivo y baile que te crio [risas], hasta que nos dejen (por el horario)». Quienes frecuentan el bar, el más antiguo que continúa en funcionamiento en toda la parroquia de Fene, están tristes: «Me emociona ver el cariño de la gente que te quiere».
«Lo más importante para mí es expresar mi más profundo agradecimiento a nuestra fiel clientela, que siempre nos acompañó y apoyó», enfatiza. «La hostelería es muy esclava, lo bueno es la gente, conocidos y amigos a los que llegas a querer como si fueran de la familia, o más», ahonda. Ahora busca arrendatarios, «gente que quiera trabajar; está muy bien situado y si potencian la cocina les va a dar dinero». A ella le toca descansar, por fin.