Carmen Pita: «Si de mi depende seguiré trabajando, no me hago a la idea de estar jubilada»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

CESAR QUIAN

La exjefa del servicio de Urgencias del Chuac acaba de retirarse tras 45 años en primera línea del hospital

10 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo de Carmen Pita (Fene, 1955) más que vocación es pasión. Esta doctora ha estado 45 años en el servicio de Urgencias del Chuac, del que ha sido jefa, y le ha llegado la hora de jubilarse, cosa que no hace con gusto: «Cumplí 70 años este 24 de julio, y por eso me retiro, que si no, ahí seguía. Desde que cumplí los 65 he estado pidiendo prórrogas, haciendo el mismo turno de siempre, con guardias de 24 horas como toda la vida», explica.

—Toda una vida en Urgencias.

—Y eso que siempre se dijo que nadie se jubila en Urgencias, que todo el mundo terminaba quemándose. Pero no, si te gusta, es posible. Aunque creo que soy la primera persona que se jubila en Urgencias a los 70 años. Pero es que es mi vida, mi pasión.

—¿De dónde le vino la vocación?

—La tengo desde los siete años. Mi abuelo y mi padre eran médicos, y ese es el ambiente familiar en el que crecí. De hecho, de los ocho hermanos que somos, tres hicimos Medicina. Era imposible escaparse, porque mi abuelo era médico en Fene y pasaba consulta en nuestra casa. Pero lo de Urgencias fue tras hacer las primeras guardias. Me di cuenta de que a mí lo que me gustaba era eso.

—¿Qué tiene Urgencias que despertase en usted esa pasión?

—Inmediatez, tensión... Y también variedad, porque en un servicio como el del Chuac puedes hacer absolutamente de todo, con pacientes de todas las especialidades. Pero, paradójicamente, no se consideró una especialidad hasta ahora. Algo absurdo, si llevas los años que llevo yo en Urgencias, algo de especialista debes tener. Dicen que quema, pero no se me ocurre nada más gratificante.

—¿Se abusa mucho de las Urgencias?

—Es un servicio al que la gente viene muy nerviosa, muy preocupada, muy agobiada. Y sí, muchas veces sin motivo, sin que sea una urgencia hospitalaria, pero para el paciente lo es. Y el único sitio que encuentran abierto 24 horas al día y siete días a la semana es Urgencias. Gente mayor que se angustia por la noche, al verse sola, porque creen que tienen un infarto. Y a todos ellos hay que tratarles con un cariño exquisito. Les atiendes, les miras a los ojos y ya son otra persona. Nadie va al hospital por gusto.

—Hay que tener un máster en psicología para trabajar ahí.

—El médico, sea de la especialidad que sea, tiene que tener una parte humana antes que la médica. Pero claro, la situación es distinta. Nosotros estamos en primera línea de atención, así que debemos tener más empatía, más que psicología.

—En los 45 años que ha estado al pie del cañón habrán cambiado bastante las cosas.

—¡Imagínate, no tiene nada que ver! Es como comparar la Edad de Piedra con la inteligencia artificial. No teníamos ninguna prueba complementaria. Ni ecografía, ni escáner... Se hacía la exploración y, si se estimaba conveniente, a quirófano. La fiabilidad de los diagnósticos de ahora no tiene nada que ver con los de antes, aunque se atinaba mucho. Pero fueron unos años muy bonitos.

—¿Y qué tiene pensado hacer ahora?

—Para mí es imposible hacerme a la idea de que estoy jubilada. Pasar de cien a cero es dificilísimo. Además, nunca tuve aficiones. Me gusta todo, pero no he ido en mi vida a un gimnasio ni he hecho jamás petit point. Y tampoco tengo hijos. Así que, si de mi depende, seguiré trabajando, bien en Urgencias de la sanidad privada, que alguna oferta hay, o en una residencia de mayores. O si no, me meteré a algún voluntariado de Cruz Roja. Pero no me puedo quedar en casa. Me encuentro bien, todavía puedo hacer mucho por los demás. 

«La pandemia fue una experiencia terrible, pero hasta de ahí saqué algo positivo»

Aunque el balance que Carmen Pita hace de estos 45 años en Urgencias es más que positivo, también ha vivido momentos duros.

—¿Qué recuerdos guarda de todos estos años?

—Hay cosas que recuerdas porque te marcan. Lo peor para mí fue cada vez que tuve que decirle a unos padres que su hijo había muerto en un accidente de tráfico. O los diagnósticos de los oncológicos en Urgencias. He tenido una relación muy cercana con los pacientes oncológicos, porque yo misma tuve tres cánceres de mama, así que sé lo que es la quimio, la cirugía, la radioterapia... Eso no se estudia. Nadie sabe la angustia que se siente al esperar los resultados de una biopsia si no ha pasado por ello.

—Pensé que me hablaría de la pandemia.

—Fue una experiencia terrible, trágica, pero de la que saqué algo positivo. Poder hacer algo útil en esa situación tan desesperante no tiene precio. Poder hacer por los enfermos cosas que habitualmente no puedes, como acompañarlos a la hora de morir, ya que no podían estar los familiares presentes. Son acciones que justifican tu dedicación.

—Este año se ha hablado mucho de las agresiones sufridas por profesionales del servicio por parte de algunos pacientes.

—Vuelvo a hablar de la empatía. Hay que atenderles con la mayor de las delicadezas, así vengan borrachos o agresivos: son gente que viene pidiendo ayuda. Hace años ni siquiera teníamos seguridad en el hospital, y era la época del auge de la droga. Hemos lidiado con navajas, jeringuillas... Eso, afortunadamente, ha cambiado mucho. Seguimos expuestos, sin duda, pero no tiene nada que ver. Hay que ponerse en el lugar del paciente, necesitan comprensión.