Lucila Ucha: «A mi padre le debo el 99 % de mi personalidad»

BEATRIZ ANTÓN FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

De entre todas las obras de su padre, Lucila Ucha siente especial predilección por las casas Pereira de la calle María y calle Dolores, donde se tomó esta fotogafía
De entre todas las obras de su padre, Lucila Ucha siente especial predilección por las casas Pereira de la calle María y calle Dolores, donde se tomó esta fotogafía JOSE PARDO

La única hija viva del genio del modernismo ferrolano, con el que trabajó codo con codo durante dos décadas, cumple 95 años con la alegría de ver reconocida la obra de su padre

18 nov 2022 . Actualizado a las 22:41 h.

Lucila Ucha Donate (Ferrol, 1927) sopló este jueves las velas de su 95 cumpleaños en la intimidad de su hogar y este sábado volverá a repetir el ritual en un banquete en el que estará rodeada por casi 80 familiares. Bajo el lema «chama adiante», el clan de los Ucha siempre ha estado muy unido y un aniversario como este bien se merece una celebración por todo lo alto. Y también una entrevista, porque Lucila, la única hija viva del insigne arquitecto Rodolfo Ucha Piñeiro, no solo fue la mano derecha del genio del modernismo ferrolano y la gran guardiana de su legado tras su muerte en 1981, sino también una mujer que «rompió moldes» en el campo de la acción social, siempre preocupada de ayudar a los más desfavorecidos.

Lo cuentan con auténtica admiración su sobrino Rodolfo y su sobrina nieta Cristina, que esta mañana de viernes la acompañan en su casa de Altamira, donde Lucila guarda con celo muchos recuerdos de su padre, como la peonza de sándalo y los puzles de edificios con los que jugaba de niño, las antiguas calculadoras con las que trabajaba en su estudio, copias de los planos de algunos de sus más famosos proyectos arquitectónicos o fotografías de cuando comenzaron a construirse algunos de ellos, como la Casa Romero. «También conservo su Renault del año 1914, que ahora lo están restaurando», comenta sonriente la menor de los seis hermanos Ucha Donate (además de ella, Rodolfo, Ángeles, Concha, Clara y José Luis, que murió al poco de nacer).

Con una memoria prodigiosa y una vitalidad desbordante, Lucila relata cómo era el día en día en el estudio de arquitectura que su padre y su hermano Rodolfo, también arquitecto, pusieron en marcha a finales de la década de los 50 en la plaza de Armas, donde ella ejercía de «gobernanta» y llevaba todas las cuentas, el papeleo administrativo y la atención al cliente. «Para mi padre, todas las personas que trabajaban en el estudio eran como de la familia, desde la señora de la limpieza hasta el ingeniero o el arquitecto más reconocido. A todos los quería y los trataba con un enorme afecto y cariño», relata Lucila, que también recuerda a su padre como un profesional «muy creativo», al que le gustaba el «orden en el trabajo» y, sobre todo, como un hombre totalmente entregado a su familia.

Lucila se siente muy agradecida por el reconocimiento que ha cosechado la obra de su padre en los últimos años
Lucila se siente muy agradecida por el reconocimiento que ha cosechado la obra de su padre en los últimos años JOSE PARDO

«Tenía muchísimo sentido del humor y siempre inventaba juegos para divertir a los nietos y tener a toda la familia unida. Cantaba muy bien y tocaba el piano y la guitarra», explica su hija menor, que siempre vivió con el arquitecto. «Mi padre fue mi gran referente, al él le debo el 99 % de mi personalidad», añade a continuación sin olvidarse de su madre, Ángeles Donate, que murió con solo 51 años. «Estuvo enferma mucho tiempo, pero nunca se quejó, era una mujer muy generosa, muy espiritual y la gran musa de mi padre», anota a renglón seguido.

Lucila se emociona al hablar de su familia, de las maravillosas obras de su padre —entre las cuales menta, como sus favoritas, las dos casas Pereira de la calle María y calle Dolores— o de la pasión por la literatura y la música que tanto él como su madre le transmitieron a ella y a sus hermanos desde muy pequeños. Pero el tiempo apremia y ya toca hablar de ella, de esa mujer que «rompió moldes» y de la que con tanta admiración hablan sus sobrinos.

Además de trabajar «codo con codo» con su padre en su estudio de arquitectura, Lucila se sacó el título de Graduado Social a distancia; su carácter siempre inquieto la llevó a estudiar también taquigrafía, mecanografía e inglés; y siguiendo la tradición familiar, hizo la carrera de piano. También militó en la Polifónica Ferrolana del padre Fanego y la agrupación Coros y Danzas, donde tocaba la pandereta y con la que viajó por medio mundo, desde EE.UU. a Francia, pasando por Bélgica o Luxemburgo. Y siempre, a lo largo de toda su vida, se involucró en proyectos solidarios y de ayuda social, a través de organizaciones como Cáritas, Amas de Casa o la Asociación Española contra el Cáncer.

«Yo cuando me metía en algo lo hacía con todas las consecuencias, con compromiso y asumiendo la responsabilidad de trabajar», sentencia esta mujer con conciencia. Y aunque no se siente identificada con el término «revolucionaria» ni tampoco con la etiqueta de «activista», sí reconoce que se empleó a fondo en todo cuanto pudo, desde tender la mano a mujeres prostitutas hasta cuidar de enfermos o acompañar a mayores heridos por la soledad.

La entrevista llega a su fin, pero Lucila no se quiere despedir sin antes agradecer el reconocimiento que ha recibido en los últimos años la obra de su padre, que comenzó en la etapa de Xaime Bello, recalca, con la creación del certamen bienal de arquitectura Rodolfo Ucha, y culminó el año pasado con su nombramiento como hijo adoptivo de Ferrol. «Estoy encantada de poder cumplir años así, con fortaleza, vitalidad, arropada por la familia de aquí y teniendo siempre presente a la pandilla de arriba», dice con un recuerdo especial hacia los seres queridos que ya no están.