Una pareja valenciana asentada en la zona reabre el albergue de Mañón: «Buscamos por media España, pero este entorno fue amor a primera vista»

ANA F. CUBA MAÑÓN / LA VOZ

MAÑÓN

Yéssica y Héctor, detrás de la barra del bar del antiguo escolar de Mañón
Yéssica y Héctor, detrás de la barra del bar del antiguo escolar de Mañón CEDIDA

Héctor y Jéssica se mudaron a Grañas do Sor en pleno confinamiento y desde hace una semana están al frente de O Abeiro do Sor

24 feb 2024 . Actualizado a las 15:49 h.

Ya han transcurrido tres años y medio desde que los valencianos Héctor Melgar Alcalde (Manifestación, 1980) y Jéssica Juan Martínez (Catarroja, 1981) se compraron una vivienda en Grañas do Sor, en Mañón. «Ya antes de conocernos nos queríamos ir de la ciudad. Buscamos por media España, y por precio y porque queríamos vivir en la naturaleza acabamos aquí», cuenta Héctor, ilustrador y técnico de teatro. «La casa nos eligió a nosotros», asegura, y el traslado les sorprendió en pleno confinamiento.

Tardaron poco en acostumbrarse y se han integrado muy bien en el vecindario. «Ha sido gracias a Jéssica que nos han acogido tan bien, yo soy más ermitaño, ella es muy alegre, muy del sur... lo que queremos es involucrarnos en la aldea», remarca. Hace poco más de una semana que han reabierto el albergue O Abeiro do Sor, en el antiguo escolar de Mañón, un establecimiento propiedad del Concello. Era la segunda vez que optaban a la concesión y ha llegado su oportunidad. «Vivir aquí te permite ver las necesidades que hay, y una de ellas era contar con un lugar donde reunirse, y parece que somos los de fuera los que estamos abriendo negocios en Mañón», ríe Héctor.

Además de las cinco habitaciones independientes, con baño compartido, y el apartamento, con capacidad para ocho personas, O Abeiro do Sor dispone de un pequeño bar en la planta baja y un amplio espacio diáfano. En invierno, la cafetería abre de nueve de la mañana a siete de la tarde, «para que la gente pueda tomar el vermú, un vino, una cervecita o un café». Y también para la celebración de eventos, en colaboración con distintos colectivos de la zona (como el desarrollado ayer por la asociación Nordés, un encuentro de varios creadores que viven en el rural) e incluso con otros negocios, como Granja Labrada, especializada en turismo ecuestre. «Para los pocos que somos, más que competir tenemos que cooperar entre nosotros», defiende.

Para el alojamiento ya tienen varias reservas —«los días del Resurrection Fest [de Viveiro, en junio] está todo lleno»— e ideas les sobran para intentar salvar la temporada baja. «Queremos hacer cada mes algo que atraiga a la gente, intentaremos montar una feria de abril», adelanta. Pretenden aprovechar al máximo el recinto exterior del antiguo escolar, ya sea con un chiringuito que funcione en verano, para poder alargar las noches sin molestar a los huéspedes que prefieran irse a dormir; o un glamping. En esta nueva etapa, además de hospedaje, O Abeiro do Sor podría servir de dinamizador sociocultural.

A Héctor le cuesta más acostumbrarse al frío que a su compañera. ¿Qué han encontrado en Mañón? «El entorno, fue amor a primera vista, Ponte Segade, Augas Caídas... y la costa, que es increíble, la parte desconocida de Galicia, con un potencial enorme. Por aquí pasan varios caminos, el real, el del mar, el de Os Arrieiros... Y estamos encantados con la gente», reiteran.

Confían en que el negocio les deje tiempo para seguir cultivando la huerta y, en el caso de Héctor, para continuar pintando y dibujando, ahora a más de 900 kilómetros de distancia del Mediterráneo: «Con el bum urbanístico lo han esquilmado, desde Cataluña hasta Almería. Aquí hay otros problemas, el eucalipto, los eólicos... pero cuando vas a Valencia y lo ves todo seco... ya empezamos a ser gallegos y si una semana no llueve nos quejamos».