
Su padre, el mugardés Alfonso Leira, le inculcó su pasión por el sonido del motor
08 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Su padre, el mugardés Alfonso Leira, le inculcó su pasión por el sonido del motor. «Me transmitió esa emoción», dice Anxo Leira Caaveiro, que es de San Fiz, en Monfero, como su madre. «Eu xa o subía á moto comigo por aquí, pero cando cumpriu catro anos decidimos regalarlle unha (de gasolina), a ver como se lle daba», cuenta Alfonso, devoto de este deporte, como sus hermanos. Y en 2020, con seis años, ya empezó a competir en enduro, en una liga paralela a la Federación Galega de Motociclismo. Su palmarés impresiona. «Na primeira carreira, na Peroxa (Ourense), xa foi terceiro, e había nenos moito máis maiores. Ese ano fixo cuarto, ao seguinte igual; no 23 fixo cuarto en motocross (na liga federada); e no 24, segundo na xeral de enduro (na liga paralela), cuarto en motocross (federada), porque tivo varias avarías, e foi primeiro nos campionatos galego e asturiano de supercross», enumera su padre. Lleva seis años entrenando con Román Pérez, de A Capela, campeón nacional de supercross y gallego de enduro, entre otros títulos, «e un dos primeiros mestres de Jorge Prado».
Los fines de semana se mueven por diferentes circuitos de Galicia y las dos tardes que le dejan libres las extraescolares —inglés y fútbol sala en el Irimon, el club de su colegio, el CPI Virxe da Cela— «adestra nun circuíto pequeno privado, nun monte da casa». Este año correrá en el campeonato gallego de motocross y supercross, que aún no ha empezado, y en las pruebas de enduro que encajen en su apretado calendario; y en el nacional. «Xa fomos a unha proba a Aragón, e fixo 17, competía con 46 inscritos, dos que só se clasifican 40, e aquí son 15 ou 16», comenta Alfonso.
Anxo empezó con una IMR de 50 cc; a los cinco años le compraron una KTM, «xa máis profesional», de la misma cilindrada; y ahora compite con una Yamaha de 65. «Intentamos que teña o máximo de seguridade posible sempre», subraya su padre, que siente «un orgullo grandísimo na entrega de premios, cando o fai ben... cáenche as bágoas, como a toda a familia». Anxo sabe del esfuerzo de sus padres, económico y de tiempo, y lo valora: «Tengo mucha suerte». Con ocho años se rompió la clavícula. «¿Miedo? Depende, hay cosas peligrosas y otras no, todo lo que aprendo es gracias a mi entrenador. Hay un europeo de mi edad, y me gustaría llegar al mundial. Siento mucha adrenalina al subirme a la moto y encenderla. De mayor quiero dedicarme al motor, compitiendo, quiero llegar lejos, y después entrenando...», apunta. Quería el dorsal 10. «Pero cuando empecé a competir había otro y en la misma carrera no podían ser dos, y me puse el 110, y ahora me gusta». Para él correr «es una satisfacción» y subir al podio, «un orgullo y la compensación por el esfuerzo».