
«Cuando era pequeño ya me gustaba organizar y dirigir los equipos en los que jugaba», asegura el exentrenador de O Parrulo, ahora responsable del fútbol sala en la FGF
20 jul 2015 . Actualizado a las 19:09 h.La época dorada de O Parrulo tuvo un nombre propio en el banquillo: Pablo Prieto. Un personaje clave en el fútbol sala gallego durante las últimas dos décadas, que ha sido reconocido hasta en Libia, donde vivió su única etapa como seleccionador nacional al tiempo que el país dejaba atrás la dictadura de Gadafi. Desde enero, paso previo por Abu Dabi, el naronés forma parte del equipo de Rafael Louzán en la Federación Galega de Fútbol.
-¿Siempre le gustó ver los partidos desde la banda?
-Desde pequeño tuve una gran inquietud por ser entrenador: me gustaba organizar y dirigir los equipos en los que jugaba. Leía muchas cosas de entrenadores. Además, siempre estaba atento a la actitud de los entrenadores en la dirección del partido.
-¿Cómo empezó todo?
-Con un grupo de amigos que tenía en O Feal (Narón). Todas las tardes íbamos a las cuatro de la tarde a la pista de un colegio que había allí y jugábamos hasta las ocho. Antes no había otras alternativas de ocio. A partir de ahí, formamos un equipo y participamos en ligas locales. Después di el salto al fútbol, primero en el Estrella y más tarde en el Galicia de Caranza.
-Hasta que consiguió llegar en 1989 a O Parrulo.
-Le tengo mucho que agradecer a Julio Martínez, actual presidente. En aquel momento yo jugaba a fútbol sala en Los Corales, un equipo que ya no existe. Un día, como O Parrulo era una referencia en los maratones veraniegos, hablé con Julio y le pedí la oportunidad de estar con su equipo. A partir de ahí me centré en formarme como entrenador y cambié el chip definitivamente.
-¿Echa de menos ver A Malata repleta de gente?
-Echo de menos A Malata que vi el día del Maxon Moviline [O Parrulo ganó 6 a 4]. Nos dijeron que nos habíamos pasado en cuanto al aforo e incluso había gente de pie detrás de las porterías, algo incomprensible hoy en día. Tuve otros éxitos a nivel deportivo, pero el ascenso con el equipo de mi ciudad a la máxima categoría es algo que nunca olvidaré.
-¿Por qué acabó un naronés, doce años más tarde, en Libia?
-Muy sencillo. Venía en coche con el gerente del Lobelle de una reunión de la LNFS en Madrid. A la altura de Ponferrada recibí una llamada de Jesús Rubio, instructor FIFA de árbitros. Me dijo: «Acabo de venir de Libia y están buscando un entrenador español que tenga experiencia y, al mismo tiempo, le guste la gestión para organizar el fútbol sala libio». Al principio me quedé atónito. Viajé a Libia y tuve una reunión con Saadi Abdesalam, presidente del comité de fútbol sala libio y sobrino de Gadafi. Recuerdo la primera cosa que me dijo cuando alcanzamos el acuerdo: «Quiero ser campeón del mundo con un entrenador español». Me hizo mucha gracia, pero, claro, no lo pude expresar.
-Hábleme de la revolución.
-Estuve fuera de Libia desde febrero hasta noviembre de 2011. Al volver, el nuevo régimen prohibía que los convocados en la época de Gadafi fueran a la selección. Tuvimos que preparar la fase de clasificación para el Mundial con un equipo totalmente nuevo. Fue un proceso muy costoso. Aún así, al final llegamos al Mundial [Libia cayó en la primera fase con 3 goles a favor y 22 en contra].
-¿Por qué decidió entrar en política con el PP de Narón?
-Siempre me sentí partícipe de proyectos que ayuden a mejorar la calidad de vida de las personas y a mejorar el sistema.
-¿Cómo está la integración del fútbol sala en la FGF?
-Es uno de los caballos de batalla. Hay buena intención por ambas partes para integrarla. En Galicia, al contrario que en el 95% de las comunidades autónomas, hay una federación independiente. Para mí sería un orgullo conseguir integrarla en la FGF. Sería algo histórico, lo mejor para el fútbol sala.
-El fútbol sala femenino ha crecido notablemente.
-La evolución va paralelamente hacia donde todos tenemos que avanzar: la igualdad.
-¿Prefiere llevar el traje en la pista o en los despachos?
-No lo puedo ocultar. En el palco mi visión de los partidos sigue siendo desde el punto de vista táctico, no desde una visión pasional.