Sin «folkies» por la villa y sin música en la Alameda, los orteganos viven con pesar la suspensión del festival debido al covid-19, un golpe emocional y económico
16 jul 2020 . Actualizado a las 12:13 h.El covid-19 acalló las gaitas y Ortigueira y el mundo entero se han quedado sin el Festival Internacional do Mundo Celta. Nació en 1978, liderado por Xavier Garrote, entonces director de la Escola de Gaitas, y siguió hasta 1987, para reanudarse en 1995. Hoy comenzaría la trigésimo sexta edición. Apenas hay folkies (alguno se intuye) ni suena la música, pero ningún virus puede con el espíritu del Mundo Celta.
Si nada de lo sucedido en los últimos cuatro meses hubiera sido real, Rodrigo López, director de la Escola de Gaitas, llevaría tres semanas de ensayos diarios para la actuación estelar del año, en el escenario de la Alameda. «Es lo que le da la vida a la banda, esos veinte días antes del festival, es el impulso total del grupo, para que avance, con ensayos por secciones todos los días. La mejoría se nota mucho, se asientan las canciones, se lo curran mucho», subraya.
Pero la pandemia está aquí y, pese a todo, Rodrigo mantiene los ensayos por secciones, «en vez de una clase para 15, tres de cinco», con el fin de que «el grupo siga funcionando». Los ensayos generales los trasladan a los jardines y han solicitado el patio cubierto del colegio para poder hacerlos cuando hace mal tiempo. «Lo tiene asumido todo el mundo, todos hablan con pena, recibo mensajes todos los días de gente de fuera...», comenta, casi sin creerse la quietud de estos días, los más intensos de todo el año para la Escola de Gaitas.
«Para el festival es algo histórico, que una pandemia provoque la suspensión; nadie de nuestra generación pensaba que íbamos a vivir esto. Es una tristeza, por la calle te encuentras gente que te dice ‘para la semana iba a ser el festival, iba a estar todo lleno de gente'. A ver si se puede hacer en 2021, visto lo visto, hay que ir viendo», comentaba hace una semana el concejal del Festival Internacional do Mundo Celta, Ángel Lozano. Con nueve años debutó con la Escola de Gaitas de Ortigueira, en Cabezón de la Sal. «Tocamos con Milladoiro, nos trataron muy bien», evoca.
Durante cerca de un cuarto de siglo tocó en la banda, «siempre en el festival», que vivió tanto en la acampada de Morouzos como sobre el escenario. «Han llegado correos a la organización preguntando si se podía acampar en el pinar, gente que tenía los días cogidos para venir al festival», cuenta, convencido de que «acudirá gente», aunque todas las iniciativas que han ido surgiendo en las últimas semanas, para organizar un pasacalles o algún otro acto simbólico del festival, se hayan descartado. «Si no hubiera pasado lo de A Mariña... Pero es mejor quedarse con el freno puesto y no lanzarnos, a ver si en agosto, dependerá de cómo venga todo», apunta el concejal ortegano.
El grupo coruñés Dequenvessendo, ganador del Runas de 2019, actuaría esta semana en la Alameda. «Estariamos moi nerviosos, ía ser o primeiro ano que iamos tocar oficialmente [el año pasado lo hicieron como finalistas del concurso de bandas noveles]. Este festival é unha referencia a nivel mundial, tiñamos moitas gañas e agora estamos ansiosos de que chegue o ano que vén para poder dalo todo alí», declaraba hace unos días Bieito Romero Diéguez, que toca la gaita y la flauta.
«Referencia da música celta»
Su padre, el líder de Luar na Lubre, también iba a actuar en esta edición en el Mundo Celta, «por terceira ou cuarta vez». «Ortigueira é unha referencia para os que nos gusta este tipo de música, o meu primeiro festival foi a terceira edición. E incluso neste confinamento descubrín unha gravación do primeiro festival, co pregón de Figueira Valverde e os concertos. Non participei aquel ano, pero consérvoa», desvela, emocionado, Bieito Romero.
«Foi o primeiro festival celta de envergadura que empezou a reivindicar este tipo de música en Galicia -remarca-. Dáme moita mágoa, e máis indo participar nun concerto no que tamén tocaría con nós a seguinte xeración [Dequenvessendo]. Dános moita pena, este festival fixo moito para que moitos grupos coma nós esteamos aquí na actualidade [...]. Hai que agardar a que veñan tempos mellores e que volva a alegría, isto impregnouno todo de tristura [...]. É un mazazo anímico e económico, hai xente que viña de fóra para vernos e que aínda ten as reservas activadas».
Para Ortigueira el golpe es emocional y económico. «En la hostelería [y en el comercio] la repercusión es directa. Vivo todo el año a partir del festival, es un ingreso muy importante y da trabajo a mucha gente, es mucho dinero el que se pierde, que este año no se va a generar, aunque estamos trabajando bien», explica Laura Fernández, del mesón O Malecón. «Estamos tristes -reconoce-, el festival era una alegría ya desde la semana anterior, cuando iba llegando la mercancía y empezaban a montar el escenario, veías un movimiento y ese espíritu... Y que después pasa volando.... Una penita». En 2021 ganará una jornada, del 14 al 18 de julio. «Con esa ilusión vivimos», admite un veterano.
Marías: «É moi triste quedar sen Mundo Celta»
É moi triste [quedar sen Mundo Celta], o luns seguinte ao festival xa estamos ansiosos de que volva e este ano fastídianos ben. É o momento do ano no que empezas a recibir visitas, xente de fóra á que só ves nestas datas. Os que estamos moi vinculados con isto non sabemos nin como reaccionar», recoñece Marías, gaiteiro ortegán e un daqueles «inconscientes do follón» no que se estaban metendo cando argallaron o Festival do Mundo Celta de Ortigueira, todos da man de Xavier Garrote, director da Escola de Gaitas naquel 1978. «Eu tiña 21 anos, fun dos primeiros alumnos que se apuntaron á escola ao ver o anuncio de Xavier [...]. Había moitas inquedanzas culturais e moitas gañas de facer cousas, e aquela foi unha das iniciativas que tivo a escola. Eu axudaba encantado en todo o que podía -lembra-, Xavier era o aglutinante, se che mandaba facer algo sabías que el ía facer tres veces máis. O seu poder de convocatoria era extraordinario, era moi traballador, un líder».
«Eu axudaba encantado en todo o que podía, Xavier tiña un poder de convocatoria extraordinario, era un líder»
Marías non perdeu ningunha edición do festival: «Incluso estando na mili, cambiáronme de destino esa fin de semana e conseguín vir e incorporeime o luns, sen represalias». Agora vive o festival no bar Caracas -«alí coñecín músicos que comezaban e acabaron sendo profesionais e tocaron no escenario varias veces»-, rodeado de amigos, moitos deles músicos, xente de grupos que retorna a Ortigueira e lle traen os seus discos. El segue despois de festivais, a Pardiñas, Zas... Vive no centro da vila, nunha casa con horta, e esta semana vai poñer música celta todas as tardes. Alí pasou o confinamento, tocando a gaita, a zanfona e a guitarra, con Gos, o seu can, «boa compañía». Ensaia co seu grupo, Os debotos, con b, (de San Xiao do Trebo), e estes días atopará algo de consolo nos amigos: «Teño uns que viñeron a todos os festivais, os anos da Universidade Popular tamén, e chamaron que van vir igual».