Alicia Fernández, jugadora internacional de balonmano: «Cuando importa más el deportista que la persona, es complicado»

Elba de la Barrera Agulló
Elba de la Barrera FERROL / LA VOZ

VALDOVIÑO

Alicia en la playa de A Frouxeira, en Valdoviño.
Alicia en la playa de A Frouxeira, en Valdoviño. CESAR TOIMIL

La valdoviñesa, que vivió en los Juegos un momento delicado, admite haber pedido ayuda psicológica y encara ahora con ilusión nueva etapa en Polonia

12 jun 2025 . Actualizado a las 10:18 h.

A Alicia Fernández (Valdoviño, 1992), de las Maravillas para el que fue su seleccionador con España Juan Oliver, le ha tocado también caminar por el alambre de la desilusión. Así, después de unos Juegos Olímpicos de París a los que llegó al límite y en los que su participación fue residual, la cosa no mejoró a su regreso al club Rapid de Rumanía que, con el foco puesto en seguir haciendo de la pista un lugar feliz, la valdoviñesa ha dejado para iniciar una nueva aventura en el Zaglebie Lubin de Polonia. Un borrón y cuenta nueva que estará precedido, según ella misma explica, de un verano de desconexión que no vivía desde hacía muchos años. Viajes por Europa y visitas a amigas, con Valdoviño como cuartel base para ver a su madre lo máximo posible y respirar el aire puro de la playa de A Frouxeira que ejerce de bálsamo ante el ritmo frenético de una deportista de alto nivel.

—¿Necesitaba este cambio?

—Era muy necesario. Rumanía es una liga muy fuerte, pero tienes que aguantar estar ahí y después de ocho años... lo necesitaba. Fue una etapa fantástica, pero hasta aquí.

—¿Se planteó volver a España?

—Cuando surge todo lo de Polonia, me lo planteó muy seriamente. No es que me tiré todavía, pero ha sido un año muy difícil y solo piensas en estar bien.

—Habla de un año duro, ¿cómo se encuentra después del palo de los Juegos Olímpicos?

—Fue horrible, pero horrible de verdad. Como deportista tienes las expectativas de que los Juegos Olímpicos son lo mejor, pero París... Si no compites, en mi caso con la lesión, no lo disfrutas y yo sabía que llegaba justa. Eso lo he ido arrastrando todo el año y, a partir de ahí, en picado.

—¿Y ahora qué?

—Estamos en un momento de cambio generacional en la selección y hay gente que expresó que lo deja para dedicarse a su club y yo no lo tengo en la cabeza, pero mi papel es ayudar e iré si estoy bien.

—¿Vive un poco más al día?

—Sí, sí. Sobre todo después del año que he tenido, que ha sido malo en lo personal, malo a nivel equipo. Malo... por todos los lados... Así que poco a poco.

¿Llegó a pedir ayuda psicológica para sortear este bache?

—Sí, aquello era inviable. Pedí ayuda y en el Consejo Superior de Deportes hay asistencia psicológica, pero en Rumanía ya es más complicado. Hay gente que es consciente e intenta ayudar y gente que todavía no lo es y es importante que nosotros lo digamos porque es algo normal. Cuando llevas un cúmulo llega un momento que...

—¿Se llegó a plantear parar?

—No he pensado en dejarlo porque juego a balonmano porque me gusta, pero hay momentos en los que jugar no es solo diversión y cuando se cruzan los intereses e importa más el deportista que la persona, tengo sentimientos encontrados y es complicado.

—Y justo aparece la opción de irte a Polonia...

—Es un país nuevo, pero la sensación es de que el club está interesado de verdad, hay jugadoras latinas y yo buscaba un ambiente bueno. Voy un poco por ‘feeling’.

—Eligió la playa de A Frouxeira para la entrevista , ¿por qué?

—Me encanta. Siempre que vengo a Valdoviño, vengo. Sea invierno o verano. Si tuviera que elegir un sitio favorito sería este.

—En breve le vuelve a tocar mudanza y de las gordas, ¿experta ya en hacer maletas?

—Soy tan experta como las odio. Esa parte de los viajes es la que peor llevo. A mí entrenar no me importa, pero coger aviones y autobuses y el hacer y deshacer maletas es lo que más pereza me da. La mudanza, eso sí, cuando la haces convencida la llevas mejor.

—¿Ve evolución en el balonmano femenino desde que empezó?

—Los clubes cada vez son más profesionales y estamos lejos, pero quizás no tanto como se piensa. En España hay que seguir sentando las bases de los proyectos y que compitan en Europa, que es clave para las jóvenes.

—¿Se ve con fuerza para más?

—Sí. Mi cuerpo dirá hasta dónde y mi mente también. El día que no lo disfrute, se terminará.

«Para partidillos al retirarme, me quedo con fútbol»

Fue dando pasos en su carrera casi sin darse cuenta y acabó por convertirse en jugadora profesional y, según ella misma explica, desde siempre le ha apasionado el deporte en todas sus vertientes y disciplinas. De hecho, confiesa, a la hora de colgar las botas se plantea volver a experimentar en el mundo del fútbol.

«Solo jugué al sala, pero era con chicos y me aburrió. No era como ahora. De hecho, para jugar el resto de mi vida, me gusta más el fútbol para echar partidillos cuando me retire», detalla. El mundo rituales y supersticiones, admite, lo ha ido dejando a un lado con el paso del tiempo.

«Siempre me pongo la zapatilla izquierda la última y los cordones los ato igual y entro a la pista, primero lo hacía con la izquierda, y ahora doy tres saltos por cada cirugía que he pasado y ya está. Antes tenía la ropa de los partidos y alguna comida, pero eso no lo puedes mantener en el tiempo», relata.

¿Su mejor experiencia? Está ligada, subraya, a la plata que consiguió en el Mundial de Japón (2019): «Fuimos sin expectativas y cada partido era como: ‘ya se verá’ y se juntó todo y salió la medalla. Cuando no te lo esperas es todo mejor», reflexiona.

El menú de casa

No se considera muy melómana, pero si tuviera que quedarse con una canción sería con All Star de Smash Mouth, que fue banda sonora de la película de animación Shrek. Una melodía que le evoca épocas de campeonatos y viajes acompañada de su MP3.

También es una apasionada de la gastronomía y, aunque no se aventura a hacer un top de comidas, se confiesa amante de los arroces —su etapa en Valencia dejó huella — y en Galicia no faltan nunca la tortilla de patata, la empanada y las zamburiñas, detalla.