5. Rechazo de la ciudad y las prisas

La Voz

FIRMAS

18 ene 2012 . Actualizado a las 13:24 h.

Más modernamente, Miguel Hernández funde con frecuencia el tópico del beatus ille horaciano con el del menosprecio de corte y alabanza de aldea, en lo que pretende ser un canto a la vida retirada en la Naturaleza. Ahora (primer tercio del siglo XX) la ciudad ya es la que conocemos nosotros, llena de rascacielos, ruidos, ascensores, luces artificiales y atiborradas de gente e incómodo bullicio.

EL SILBO DE AFIRMACIÓN EN LA ALDEA

Y miro y solo veo

velocidad de vicio y de locura.

Todo eléctrico: todo de momento.

Nada serenidad, paz recogida.

Eléctrica la luz, la voz, el viento,

y eléctrica la vida.

Todo electricidad, todo presteza

eléctrica: la flor y la sonrisa,

el orden, la belleza,

la canción y la prisa.

[?]

Yo te tuve en el lejos del olvido,

aldea, huerto, fuente en que me vi al descuido:

huerto, donde me hallé la mejor vida,

aldea, donde al aire y libremente,

en una paz larga y tendida.

[?]

Haciendo el hortelano,

hoy en este solaz de regadío

de mi huerto me quedo.

No quiero más ciudad, que me reduce

su visión, y su mundo me da miedo.

(M. Hernández: «El silbo de afirmación en la aldea»)

5 Rechazo de la ciudad y las prisas

La visión lírica de un paisaje que se conoce y se ama, por haber disfrutado allí los mejores años de su vida, sirve, también, en este caso a Antonio Machado, para explicar de forma sencilla y poética el amor que siente por la mujer amada, enterrada en el cementerio soriano. El poeta vive ya en Baeza (Jaén) y le encarga a su amigo que vaya a visitar la tumba donde yace Leonor, pero aprovecha para hacer un canto doblemente emocionado: recuerda a su esposa a través de la evocación poética de una tierra querida y ansiada.

A JOSÉ MARÍA PALACIO

Palacio, buen amigo,

¿está la primavera

vistiendo ya las ramas de los chopos

del río y los caminos? En la estepa

del alto Duero, primavera tarda,

¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...

¿Tienen los viejos olmos

algunas hojas nuevas?

Aún las acacias estarán desnudas

y nevados los montes de las sierras.

¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,

allá, en el cielo de Aragón, tan bella!

¿Hay zarzas florecidas

entre las grises peñas,

y blancas margaritas

entre la fina hierba?

Por esos campanarios

ya habrán ido llegando las cigüeñas.

Habrá trigales verdes,

y mulas pardas en las sementeras,

y labriegos que siembran los tardíos

con las lluvias de abril. Ya las abejas

libarán del tomillo y el romero.

¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?

Furtivos cazadores, los reclamos de la

[perdiz bajo las capas luengas,

no faltarán. Palacio, buen amigo,

¿tienen ya ruiseñores las riberas?

Con los primeros lirios

y las primeras rosas de las huertas,

en una tarde azul, sube al Espino,

al alto Espino donde está su tierra.

(Antonio Machado: «Campos de Castilla»)