Un monfortino, ídolo en el Celta

luis conde MONFORTE / LA VOZ

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El fallecido exlemista Lolín jugó ocho temporadas en el club de Balaídos

03 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Este verano -a finales del mes de julio- falleció uno de los jugadores monfortinos que brilló en la Primera División con el Real Club Celta de Vigo, Manuel García Adán, conocido futbolísticamente por Lolín. Este deportista, que nació en Monforte el 25 de julio de 1925, fue uno de los mejores centrales que tuvo el equipo olívico. Lució su zamarra celeste entre finales de los años cuarenta y mediados de los cincuenta -fue la época dorada del club-, década en la que ostentó la capitanía.

Lolín empezó a jugar en el equipo del barrio del Morín, zona en la que residía con sus progenitores. En esos años compaginaba el fútbol con su trabajo como encargado de facilitar las almohadillas a los viajeros de los trenes en la estación de Monforte -era hijo de ferroviario-. Sus actuaciones con el conjunto del barrio del Morín no pasaron desapercibidas para los técnicos del Lemos, que lo ficharon a principios de los cuarenta para reforzar su línea medular en Tercera División.

En su estancia en el club monfortino estuvo a punto de retirarse del fútbol, ya que su ocupación como mozo de tren -apretaba el freno de los vagones- le impedía competir y entrenar con asiduidad. El exdirectivo, Emilio Cuesta, recuerda que este tema lo solucionaron asignándole solo el servicio entre las estaciones de Monforte y Canabal. Sin embargo, a pesar de esta fórmula, Lolín perdía mucho dinero.

Llegó su gran oportunidad

Tenía 22 años, y en ese momento llega su gran oportunidad. Tras despuntar en el Club Lemos y en el Arsenal de Ferrol, los entrenadores del Real Club Celta se fijaron en él, y lo ficharon. En el conjunto celeste estuvo ocho temporadas -desde 1948 hasta 1956-.

En este período, Lolín jugó 178 partidos de competición liguera y de promoción. Lolín sintió profundamente los colores del Real Club Celta, y su ejemplar entrega y bravura en el campo siempre despertó el entusiasmo y la admiración del público que se daba cita en las gradas. Los aficionados más veteranos lo sitúan entre los mejores futbolistas del club olívico -la década de los cincuenta fue sin duda la época dorada de la entidad viguesa.