José Manuel Figueroa tenía dos mandatos expresos de Núñez Feijoo para llevar a cabo en el marco de las elecciones autonómicas. El primero, montar una estructura de partido con ramificaciones vivas en parroquias y barrios, que prácticamente había desaparecido tras la pérdida de la alcaldía por parte de Corina Porro. Y el segundo encargo era ganar las elecciones del domingo con claridad en la ciudad.
La estructura popular ha tomado cuerpo y ha hecho posible que afloren nuevas caras y el PP tenga visibilidad. Pero la victoria popular no ha sido tan clara como en las demás plazas urbanas. Vigo fue donde los conservadores obtuvieron menos apoyos en ese ámbito y también donde el PSOE se quedó más cerca de sus marcas.
La cúpula del PP vigués tenía marcado en su hoja de ruta dar el paso y designar a Figueroa como su candidato a la alcaldía a partir de ahora para despejar dudas sobre el liderazgo del partido y posibles fisuras a cuenta de la definición del cabeza de cartel de los comicios del 2015. Ahora ya no es tanto quizás una cuestión de tiempos, pues aún resta plazo suficiente como para lanzar una sólida carrera electoral, sino de apuesta por parte de Feijoo. Seguir con Figueroa y no endosarle la bajada en votos a él, sino a la crisis y la conflictividad social y laboral de la ciudad o buscar una alternativa, que entonces sí, que tendrían que lanzar ya.