«Me encierro en casa para ver al Celta»

Soledad Antón García
soledad antón VIGO / LA VOZ

FIRMAS

XOAN CARLOS GIL

Su empresa realizó la primera exportación de granito en bloque desde el puerto de Vigo

27 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

No tiene dudas Bonifacio Logares a la hora de elegir rincón favorito: «Cualquier esquina de la plaza de Compostela». Se conoce cada palmo y, si se lo propone, hasta cada árbol. A muchos de ellos seguro que escaló con los compañeros de juegos en su infancia. Hasta los 16 años, que marchó a estudiar a Santiago, fue su escenario de referencia. Lo sigue siendo desde que la prematura muerte de su padre le obligó a abandonar los estudios de ingeniería naval en Madrid y regresar a Vigo para hacerse cargo de la empresa familiar, Bonifacio Logares, que también era el nombre de su progenitor. La sede de la consignataria está en la calle paralela, por lo que la plaza es lugar de paso obligado.

Toda la vida lleva Bonifacio vinculado al mar. Por obligación, pero también por devoción. En el primer caso ha sido testigo de la transformación del puerto -«el cambio en estos últimos 35 años ha sido inmenso», dice-, en tanto en el segundo ha acumulado docenas de trofeos como regatista asiduo de la tripulación de los sucesivos Pairos. Ya van por el octavo velero con el mismo nombre.

Fue esa afición por la vela la que le permitió formar parte de la reducida lista de invitados a una cena con el Rey Juan Carlos en Baiona. «Todos queríamos hacernos una foto con él, pero nadie se atrevería a pedírselo. Al final lo hice yo. Dijo que sí al momento». Aunque la vela también le ha dado algún disgusto. «Nos fuimos contra las rocas en un Conde de Gondomar y del golpe que me pegué contra el obenque rompí un hombro».

Bonifacio Logares, que cuenta ya los días para ejercer de jubilado, no piensa jubilarse de la vela. Ni de las tertulias, otra afición que cultiva regularmente y con dedicación. «Soy un buen aglutinador de amigos», afirma.

En lo profesional se siente orgulloso de muchas cosas, pero sobre todo de haber realizado la primera exportación de un bloque de granito desde el puerto de Vigo. «También fuimos los primeros que trajimos un barco con fruta desde Argentina. Toneladas de manzanas. Fue un espectáculo, porque entonces no había instalaciones para almacenarlas y tuvimos que contratar 110 camiones frigoríficos. Vinieron camiones de todas partes, sobre todo del norte de Portugal», recuerda.

Aquella apuesta empresarial, hasta entonces insólita, fue el germen de la que terminaría por convertirse en la primera línea transoceánica regular que existió en Vigo.

Futbolero de corazón celeste, hace tiempo que no acude a Balaídos pese a ser socio y accionista del Celta. «Lotina me echó del campo», ironiza. Desde entonces decidió sufrir en soledad. «Cuando juega el Celta me encierro en casa frente a la televisión. No quiero que nadie me moleste», dice. También dice que «un día de estos» va a volver a disfrutar del espectáculo desde la grada. Aunque lo que de verdad le gustaría sería volver a recorrer Europa con el club de sus amores. Durante los años dorados de su periplo por la UEFA le siguió hasta Marsella, Turín, Moscú, Stuttgart...