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A lo largo de quince días, entre abril y mayo del 2013, tuve la oportunidad de acompañar al despliegue de la Brilat en lo que fue su última misión internacional en el país asiático
25 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Hace exactamente un año, Real Madrid y Barça soñaban con colarse en una nueva final de la Champions, mientras en Afganistán recibía mi bautismo en un conflicto bélico. Durante aproximadamente quince días acompañé empotrado a las tropas de la Brilat desplegadas en el país asiático en lo que fue su última misión en este escenario de operaciones. Antes de nada, ya por entonces no me consideré un corresponsal de guerra -en Afganistán tuve la suerte de conocer a algunos que sí lo son, como Mónica Bernabé o Gervasio Sánchez, de cuyo trabajo, por cierto, se emitirá este sábado un documental en TVE-, sino un periodista en una zona en conflicto.
Solventado este paréntesis y transcurridos estos doce meses, más que recuerdos, lo que quedan son imágenes, sensaciones y una incertidumbre, la de si la intervención militar y las vidas que se han perdido han servido para algo. Por lo pronto, poco se ha avanzado en cuestiones como los derechos de las mujeres.
Son muchos los que en Occidente asocian la situación de la mujer con el fanatismo religioso. La impresión que saqué es que es algo más profundo, que va con lo que una gran mayoría de afganos tienen impreso en su ADN cultural. Nunca olvidaré una imagen que se repetía día tras día y que deja muy claro cuál es el estatus de cada cual en el país asiático. La foto en cuestión muestra, bajo un sol de justicia, a un hombre desplazándose monte arriba a lomos de un burro, mientras, a su espalda, caminando, su mujer cubierta por un burka o un niqab llevando en sus brazos a un niño pequeño, mientras otros corretean a su alrededor.
Fue observar la escena y asumir que a nadie se le ocurriría reprochar al hombre su comportamiento. En primer lugar, porque lamentablemente no comprendería dónde está el problema. Conductas similares se producen diariamente en un país en el que, mientras permanecí en él, a un padre, un consejo de ancianos le dio la opción de descerrajarle un tiro a una de sus hijas -creo recordar por haberse fugado con su novio y haber regresado posteriormente al pueblo- u observar cómo la lapidaban en público. Escogió la primera posibilidad.
Podría hablar de la misera, de los pueblos misérrimos, de que solo en Kabul, la capital, las afganas tienen un pequeño espacio donde respirar... O de la puntería de los niños a la hora de lanzar piedras contra las cámaras de los blindados, o, incluso, de comprobar, con una sonrisa dibujada en el rostro, cómo sus turismos -normalmente, de la marca Toyota- eran capaces de sortear carreteras, por llamarles de alguna manera, en los que los vehículos militares iban cayendo avería tras avería.
Podría escribir de la camaradería que percibí entre los soldados de la Brilat, pacientes a nuestras demandas, incluso, cuando alguno de los periodistas empotrados se despistaba del grupo. O del susto que llevamos nada más llegar a Kabul y nos informaron de que el blindado en el que iban Raúl Cadenas de la Vega y Emilio López Alemán -miembros del equipo técnico que ganó un Goya por el documental Regreso a Viridiana- se había visto envuelto en un intercambio de disparos de la insurgencia. O del hormigueo que uno siente después de ser uno de los primeros periodistas españoles en superar el dromedario, los 157 kilómetros a través del paso de Sabzak que separan las bases de Qala-i-Naw y de Herat, y en los que el convoy empleó diecisiete kilómetros.
Podría rememorar los nombres de todos los que conocí, civiles y militares, de las amistades que se forjan, de la profesionalidad de la Brilat -esa «fiel infantería», parafraseando a Arturo Pérez-Reverte-. Pero, lo dicho, me quedo con algunas imágenes. Como las del orfanato o de la cárcel de Herat o la de esos niños que, en Qala-i-Naw, jugaban en plena calle ajenos completamente al paso de una sección de blindados italianos. TIA, esto es, This is Afghanistan.
Crónica Un año de mi bautismo en un escenario bélico
Hay fotos para el recuerdo, como la de los niños jugando al paso de los militares
Una sonrisa se dibuja al revivir como sus coches adelantaban a los blindados
En lo negativo, lo poco o nada que se ha avanzado en los derechos de la mujer