El magistrado Francisco de Cominges ha dado un paso más para congraciarnos a los escépticos con la valía e independencia de la justicia ourensana. Este juez no llegará a presidente de la Audiencia (puesto al que camina el decano Piña a lomos de sus influencias) ni aparecerá (como otros miembros de la judicatura) en saraos sociales con gentes de peligroso vivir. Él se limita a impartir justicia según el mandato imperativo de la Constitución. Así lo hizo al anular las oposiciones a dos puestos del Concello de Xinzo que habían «ganado» una «amiga íntima» del alcalde y la hija de un exdelegado de la Xunta, ambos del PP. Y las anuló porque los miembros del tribunal que habían juzgado, y aprobado, a tan significativas aspirantes, «fueron escogidos ??ex profeso?? con el ánimo de favorecer la selección de la concreta candidata a la que finalmente se le adjudicó la plaza». Baltar (el de ahora), en una demostración de que hay pautas difíciles de erradicar, le había enviado a su amigo de Xinzo un tribunal de inconfundible aroma «popular» formado por el presidente del PP de Monterrei, la mujer del alcalde del PP de O Carballiño y la mano derecha del exdelegado en sus tiempos de poder. Demasiada contaminación para, como dice el juez, «no suponer un agravio comparativo para la gran mayoría que ha accedido a sus puestos tras superar un duro proceso de selección sin el menor atisbo de trato privilegiado o de favor». Si este fuese el habitual modo de actuar de la justicia en Ourense, se hubiesen evitado muchos bochornos producidos al contemplar como en el acceso a la función pública primaba más el dedo de uno que los intereses de todos. Aunque sea tarde, bienvenida sea esta irrupción de aire fresco de la mano del magistrado Francisco de Cominges que se está convirtiendo, con sus sensatas sentencias, en el comandante que mandó parar tanta sinvergonzonería como habitaba (y desgraciadamente habita) en una mayoría de las instituciones públicas de Ourense.
Presupuestos. Aún no se habían apagado los ecos del «error de forma», término con el que el gobierno de la capital zanjó el varapalo del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia al declarar ilegales 41 nombramientos a dedo, cuando el concejal Vázquez Barquero lo sustituyó por «vicios subsanables». Aunque las palabras «forma» y «vicios» las utilizan para simplificar un revés judicial, la verdad es que ambas definen la actuación del PSOE en la capital. Las formas las perdieron en el septiembre del 2012 cuando su líder natural fue «fichado» por una jueza de Lugo y ya no las recuperaron. A partir de ahí, han ido acumulando reveses y varapalos (los peores son las votaciones perdidas en el salón de plenos) y han ido mostrando que el vicio del poder es el auténtico leitmotiv de su actuación. Que los presupuestos de la ciudad de Ourense, que afectan a 107.542 vecinos, sean aprobados tan solo por cinco concejales, como lo fueron esta semana, y en contra de las advertencias de ilegalidad expresadas por el interventor, señalan la naturaleza política y ética de unos personajes que lo único que pretenden es blindarse económicamente, ellos y los suyos, los meses que restan hasta las elecciones del año 2015. Ese si es un «error de forma» y un «vicio subsanable».