La inhabilitación del líder y la comunidad consentidora

José Manuel Rubín SIETE DÍAS, SIETE VOCES

FIRMAS

03 ago 2014 . Actualizado a las 20:57 h.

Fue la semana de la honorabilidad marchita. Viejos mitos de la política peninsular cayeron presos en la red del deshonor que es la peor cárcel que puede tener un servidor público. A mil kilómetros de distancia están dos expolíticos que acumularon poder durante más de dos décadas y ahora penan sus vergüenzas por actos indignos de quiénes ostentan la representación de un pueblo. Dejando al margen al exhonorable Pujol, es verdad que la sentencia que condena en estos predios al expresidente de la Diputación a nueve años de inhabilitación por prevaricación, llega tarde. Es verdad que no tendrá efectos prácticos. Es verdad que se refiere a una anécdota (104 contratos temporales de ¡tres meses!) después de años de colocación en puestos fijos de la Administración (¡no solo en la Diputación!) a centenares de personas sin respetar los principios de igualdad, mérito y capacidad.

Pero no es menos cierto que la inhabilitación pone un negro rejón a un político que hace dos años miles de personas (entre ellas los prebostes del PP que ahora se escabullen) lo vitoreaban. Ya nada queda de aquellas ciegas adhesiones. El castillo de naipes se ha venido abajo y ha mostrado lo que pocos querían ver, que Baltar ganó casi 40 elecciones consecutivas porque fue un maestro al venderle a sus vecinos (435.579 cuando empezó su poder y 100.380 menos cuando lo abandonó) como favor lo que no eran más que derechos. La sentencia lleva implícita una inhabilitación virtual a una comunidad consentidora de una forma de hacer política.

Tan solo en sociedades débiles y sumisas es posible un estilo de gobierno tan personalista como el ejercido por el político condenado. Hoy habría sonrojos de vergüenza, propia o ajena si se hiciese pública la lista de los favores de Baltar a lo más granado de la sociedad ourensana y gallega. Será por eso que la izquierda (que no fue ajena a los favores) arremete más contra el actual titular de la Diputación, Manuel Baltar, que contra el inhabilitado sin reconocer que la gestión de este último, en afortunada frase de Pedro Puy, «é unha enmenda edípica á totalidade do anterior presidente». Le queda ahora a José Luis Baltar la ilusión de salir beneficiado en su recurso por el concepto de prevaricación que se maneja en la Audiencia de Ourense. Ahí está, para su rubor, la sentencia de los paneles del BNG en los que los magistrados ourensanos no vieron una prevaricación que el Supremo consideró de libro. Me imagino a Baltar poniéndole velas a la virgen de los Milagros para que cuando estudien su recurso los magistrados Blanco Arce, Amparo del Olmo y Cid Manzano mantengan la miopía mostrada ante unas prevaricaciones de políticos que todos, incluso los legos en leyes, apreciamos con meridiana claridad.