Ha sido la semana de los insultos y el esperpento. Han sido días en los que en la Consistorial de la capital se escucharon con ruidosa sonoridad descalificativos impropios de tal escenario. Sirva de ejemplo el pleno del viernes cuando el portavoz del PP le llamó «terrorista» a una edila del BNG a la que ya había motejado de «mamarracha» y «desclasada». O cuando el portavoz del PSOE, y candidato a la alcaldía, dijo que le daba «noxo» la portavoz del BNG por «terxiversadora». O cuando ésta, también candidata a la poltrona, le replicó que era un «baboso». Los buenos ejemplos (como el de Xosé Somoza dimitiendo de portavoz y de edil del BNG tras su imputación alegando que «o non demitir é o que xera a falta de conexión dos políticos coa cidadanía»), no germinan tanto como las impertinencias que muchas veces son sembradas por quien tiene la obligación de erradicarlas. Es el caso del alcalde socialista Agustín Fernández que, al contrario de lo que se esperaba de un inspector de Hacienda, trajo la desvergüenza a la vida política ourensana. Esta semana soltó la enésima frase de esta ralea. Atrás quedan los términos de «gusano» y «payaso» con los que había obsequiado al portavoz de Democracia Ourensana. Ahora, el todavía regidor (¿cuándo le dejará el bastón a Barquero para que éste se ejercite y para que la sangría de votos socialistas no sea mayor en el 2015?), tildó de «alimañas» a los que vienen a sustituir a la actual generación de políticos. Calificó de error la dimisión de Xosé Somoza porque, dijo, con su marcha «acabamos subvertendo a vontade popular e poñémonos en mans das alimañas políticas». Busco alimaña («persona mala, despreciable, de bajos sentimientos») en el diccionario y no encuentro justificación a las palabras del regidor. ¿Le está llamando así a Secundino Alonso, Iván Area o Noa Presas, uno de los cuales tendrá que sustituir a Somoza en el Concello? No lo creo porque son tres excelentes personas, muy apreciadas y con altos sentimientos. Entonces, ¿a quiénes llama alimañas el inspector de Hacienda? Lo que está claro es que si la persona que tiene que moderar y llevar palabras de prudencia a la vida pública es quien enciende la mecha de las descalificaciones, nada nos puede sorprender que los plenos se conviertan, un mes y sí y otro también, en un anómalo ring dialéctico en el que se busca más la descalificación que el acuerdo. ¿De dónde sacan el alcalde y los concejales esta forma de ser? No veo en las calles ourensanas el clima de enfrentamiento brutal que observo en una Corporación que se gana a pulso el quedar en la historia como la peor de la joven democracia alumbrada por la Constitución del 78. Constitución que ayer fue homenajeada en un acto formal (véanse las fotos) por quienes en su práctica cotidiana la deshonran y profanan sin rubor alguno.