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Tras un partido de máxima complejidad como visitantes, ahora llega otro peor, si cabe, como locales ante el Unicaja. Es lo que tienen los calendarios, a veces vienen así. Y, además, se puede dar la paradoja, como en este caso, de que un equipo como el Breogán, que se encuentra en pleno crecimiento y probablemente en su mejor momento competitivo de la temporada, esté deseando disputar este envite a su máximo nivel de rendimiento para luego poder parar. Un paréntesis que, ya lo verán, le vendrá bien a los lucenses porque el tiempo que la Copa y la Ventana FIBA traen, supondrá, de un lado, la posibilidad de entrenar con cierta tranquilidad y con una visión más global, y, del otro, margen para adaptar a Boubacar Toure y recuperar a Toni Nakic y a Aleksandar Aranitovic.
Pero antes, Unicaja. Un rival que exige lo mejor en todos los aspectos del juego. El equipo de Ibón Navarro lleva la palabra ritmo grabada a fuego. Un ritmo de verdad, real, para nada aparente Porque es ritmo defensivo, de rebote, de contraataque, de juego en movimiento, de circulación de balón... Con un róster completísimo, equilibrado y bien utilizado porque todos participan y suman. Muchísimo talento en el perímetro, tanto en ataque como en defensa, con capacidad para solucionar las diferentes situaciones del juego: Kendrick Perry, Tyson Carter, Kameron Taylor, Alberto Díaz, Tyler Kalinoski, Nihad Djedovic, Melvin Ejim y Jonathan Barreiro. Tres ala-pívots de sobrada solvencia: Dylan Osetkowski, Tyson Pérez y Killian Tillie. Y un juego interior duro, físico, intimidador y talentoso, con Yankuba Sima, David Kravish y Olek Balcerowski. Juegan inteligente, duro y saben competir. Un excelente equipo.
La mejor receta contra todo esto son los básicos y muy especialmente dos de ellos: control del rebote defensivo y de las pérdidas. A partir de ahí, buena selección de tiro —no hacerlo bien contra un rival de este estilo te mata— y el mayor nivel defensivo posible. Empezar por bajar las prestaciones del rival es el primer paso. Este Breo sigue dando motivos para creer y tengo la sensación de que lo mejor está por llegar. Mientras tanto, a competir. Mucha suerte, Breo.