José Durán, preparador físico del Breogán: «Mi sensación desde que entré por la puerta es que me quieren aquí»

MILLÁN GÓMEZ LUGO

FORZA BREO

José Durán, tras el último entrenamiento de la temporada en el Pazo
José Durán, tras el último entrenamiento de la temporada en el Pazo LAURA LEIRAS

El lucense analiza su primera temporada en el Breogán y toda su carrera

02 jun 2025 . Actualizado a las 17:23 h.

José Antonio Durán Rivas (Lugo, 1974) ha renovado como preparador físico del Breogán después de su primera temporada en el club. En su carrera profesional destaca su paso por las selecciones españolas de formación, el Ensino, el CD Lugo y el Azkar Lugo FS. Fue elegido mejor entrenador del mes de marzo de 2016 en Segunda División. Su última experiencia en el fútbol fue como primer entrenador del Bergantiños hace dos temporadas en Segunda Federación.

—¿Cómo valora su primera temporada en el Breogán?

—No hay otra forma de valorarla que positivamente. Los primeros contactos me pillan un poco descolocado, pero las sensaciones son muy buenas a todos los niveles ahora ya acabada la temporada. Las primeras semanas fueron como de reencontrarte en una faceta en la que llevaba ya tiempo sin realizar, pero a medida que fue pasando el tiempo las sensaciones fueron buenas, positivas, mucho feeling, muy buen trabajo en equipo. Es un grupo muy fácil para trabajar, te escuchan. Me siento muy bien.

—Habla de los primeros contactos. ¿Cómo fue el proceso de convicción para fichar por el Breogán?

—Al principio me pilló un poco descolocado, pero, claro, rápidamente pensé que era en mi casa, es el Breogán y es ACB. No hubo dudas en ningún momento.

—¿Cómo cambió el chip de entrenar al Bergantiños y, un año después, ser el preparador físico del Breogán?

—Lo hice durante muchos años. Fui preparador físico de baloncesto femenino, selección y fútbol. Es fácil para mí. Más que nada es adaptarte a las nuevas tendencias a la hora de trabajar a nivel condicional con los jugadores. Bien en ese sentido. También tuve el soporte de preparadores físicos que tuve en las últimas etapas en el fútbol. Soy observador y siempre estuve muy pendiente del trabajo de los preparadores físicos que trabajaron conmigo. Entonces, fue relativamente fácil. Más que mi trabajo, fue adaptarme a la forma de trabajar de nuestro fisioterapeuta, de lo que quieren los médicos, de lo que busca el cuerpo técnico. Encajar bien ahí era más importante para mí que las tareas a realizar con los jugadores.

—¿Cuáles fueron los cambios de una preparación técnico-táctica en el fútbol a una preparación física en baloncesto?

—El preparador físico hoy en día tanto en un deporte como en el otro es un controlador de cargas. La exigencia a nivel condicional que tienen los jugadores de élite de fútbol y de baloncesto es alta en el ritmo de entrenamientos. Entonces, ahí tiene que haber un control importante de tiempo, de tareas y eso me resultó fácil tanto con Veljko (Mrsic) al principio como con Luis (Casimiro). A partir de ahí, el trabajo de fuerza es importante. Es una parcela que llevamos entre Pablo Duarte y yo. Pablo, sobre todo, en el trabajo preventivo y en los primeros momentos de la readaptación del jugador cuando hay lesión. En el trabajo colectivo es en el que yo estoy involucrado. En el trabajo de pista, especialmente en los primeros meses, ahí hay una parte importante que hace el preparador físico. La conexión con el cuerpo técnico fue total desde el minuto uno.

—¿Con qué preparadores físicos del fútbol habló más en sus primeras semanas en el Breogán?

—Sobre todo con Manu Miranda, que es con el que trabajé más tiempo. Tenemos una buena relación de amistad, le gusta mucho esto. Le planteaba mis inquietudes, sobre todo en el control de cargas, en cómo organizar el trabajo a nivel preventivo, ver las nuevas tendencias del trabajo de fuerza en el jugador de baloncesto. Estuvimos muy cerca, sobre todo en el inicio de pretemporada. Hablábamos mucho.

—¿En la preparación física de una temporada se buscan picos de forma o una constancia?

—No, eso es igual que en el fútbol. Se busca que el equipo esté bien de principio a fin. No hay picos de forma por el tipo de competición que hacemos, pero ni ahora ni nunca. Se hablaba de ello cuando yo salí de la carrera, se estudiaba así en esos momentos, pero hoy en día hay que estar bien en la primera jornada y en la 34. Se busca una buena pretemporada. La preparación física la considero una parte importante del trabajo, pero nunca determinante. Hay otros aspectos que tienen que estar por encima y obviamente los técnico-tácticos. Hay una fase muy importante, que es la pretemporada, que está enfocada a todo eso, y en el baloncesto más todavía. La pretemporada tiene mucha carga técnico-táctica y, por supuesto, física porque cada jugador viene de su sitio, de su competición, de su selección, de estar parado, de muchos meses que no tienes control sobre ellos. En semanas de competición el objetivo es que lleguen frescos y en la mejor condición posible y eso se consigue con la mezcla del trabajo de pista más el trabajo de fuerza.

—¿Por qué en baloncesto es más importante la pretemporada?

—Quizás porque es más conceptual. El baloncesto tiene muchos sistemas. El juego es más estructurado, hay que mecanizar, automatizar, aprender más cuestiones que quizás en el fútbol, que sigue siendo un poco más genérico en el trabajo técnico.

—¿Cómo es su trabajo antes del partido y durante el mismo?

—Que esté todo organizado para el calentamiento 90 minutos antes del partido. Tienen bastante libertad, sobre todo en los primeros 45 minutos. Hay jugadores que salen más tarde, jugadores que salen antes, unos que prefieren ir al gimnasio. Cada uno hace su ritual. A falta de 45 minutos ya vamos más al colectivo. Empiezan haciendo una pequeña activación conmigo, luego vuelven al balón, entramos, luego vuelven a reactivarse ya con más intensidad conmigo. Luego durante el partido estoy pendiente de que todo vaya bien. No recuerdo ninguna vez que tuve que decirle algún comentario de que algún jugador estaba cansado. Hay rotaciones continuamente. Con entrenadores con tanta experiencia como Veljko (Mrsic) y Luis (Casimiro) es complicado que necesiten algo, es difícil que necesiten el soporte del preparador físico. Ellos ya ven. También recibes información del jugador que te sirve para las siguientes semanas, cómo lo ves, cómo se encuentran, qué rendimiento dan, si se fatigan más o menos, si cumplen a nivel condicional.

—¿Cómo es su coordinación con Luis Casimiro?

—Perfecta desde el primer día que hablamos, me dijo lo que quería de mí. Hablamos de lo que podía aportar. Además, llega en diciembre y una parte importante del trabajo físico ya se quemó entre pretemporada e inicio de temporada. Luis entró con mucha fuerza, con mucho ritmo en los entrenamientos. Se apoya en mí a la hora de planificar las semanas. Lo tiene muy claro. En las cargas siempre está pendiente de lo que yo le pueda decir. Es muy fácil el trabajo.

—¿Y cómo era con Veljko Mrsic?

—Parecido en ese sentido. La sintonía desde pretemporada fue buenísima. Él tenía su espacio, necesitaba su espacio para entrenar y luego yo cuando tenía programado o le pedía mi espacio yo tenía total libertad para desarrollarlo. Son dos entrenadores muy fáciles, es muy fácil trabajar con ellos. Yo soy un preparador físico muy fácil porque tengo claro cuál es el rol del preparador físico dentro de un equipo de trabajo. Lo más importante para mí es que el entrenador cumpla sus objetivos técnicos. Yo sé que no soy un rol principal, soy un rol importante como somos todos, pero lo principal y más importante es el trabajo del entrenador.

—¿En qué ha cambiado la preparación física del baloncesto desde sus inicios en este deporte hasta la actualidad?

—Hay más ritmo, más intensidad, se le da mucha más importancia al trabajo de fuerza y se le da mucha más importancia al trabajo preventivo. El cambio fue radical en todo el trabajo para prevenir lesiones tanto articulares como musculares.

—¿Cómo vive como lucense trabajar en el Breogán, especialmente los días de partido en el Pazo?

—Es especial, es distinto. Las veces que vine al Breogán estaba en la grada y veía que había un buen ambiente. Lo percibes, pero no es lo mismo que estar abajo. Es especial el ambiente que hay en el Pazo con el baloncesto en Lugo. Yo estuve muchos años en el Lugo y en el fútbol a un nivel alto. Nosotros en Segunda metimos mucha gente, creamos buenos ambientes, pero no conseguimos encontrar el ambiente que hay en el Pazo.

—¿Qué jugadores del Breogán le llamaron más la atención en el plano físico?

—Todos en general. Son jugadores entregados. Es un equipo que entrenó a un nivel y a un ritmo y de intensidad altísimos en prácticamente en todos los entrenamientos de la temporada y eso es porque su condición se lo permite. Tenemos jugadores muy atléticos. Los jugadores más grandes quizás sean los más atléticos, sobre todo ahora los tres últimos. Es un grupo de mucho trabajo.

—¿Cómo fue su trabajo durante la recuperación de jugadores como Aleksandar Aranitovic o en un caso de larga duración como Charlie Moore?

—La primera parte la lleva Pablo (Duarte), siempre todo coordinado por el servicio médico. En el caso de Charlie (Moore), desde que se opera, todavía no camina, lleva muletas hasta que camina toda esa parte es única y exclusivamente de Pablo. Primero en la camilla, luego movilidades, elasticidad fuerte, etcétera. Luego continúa él. Porque él es el readaptador, con esa parte de fuerza hasta que el jugador empieza a correr y tocar pista. Ahí es donde ya lo cojo yo. Lo cojo en la parte previa a entrar en pista. Hacemos mucho trabajo de carreras, intensidades, cambios de dirección, diferentes capacidades de fuerza, resistencia. Luego hay un momento en el que va a la par mi trabajo con el jugador en cuanto a recuperación de la forma con lo que se hace en pista. Luego lo acabo soltando y ya entra en pista.

—¿Y cómo fue el caso de Boubacar Toure, que venía de no competir?

—Nos coincidió bien porque fue en el parón. Hicimos el trabajo entre los entrenadores y yo porque había una parte de fuerza y de resistencia que le metimos. A nivel condicional y aeróbico se hizo la mayor parte del trabajo en pista con balón en trabajo individual.

—¿Qué opina del Breogán como club? Usted ha trabajado en clubes y federación.

—Un club súper estructurado, muy organizado, todo el mundo tiene clara su función. Hay muy buen trato, muy buena relación. Nadie se puso excesivamente nervioso cuando tuvimos algún momento complicado de resultados. Nadie perdió las formas. Es gente correctísima siempre apoyando, ayudando, siempre con buena cara. La sensación que tengo desde que entré por la puerta hasta hoy es que me quieren aquí, que les gusta que esté aquí. Eso es más importante que cualquier otra cuestión. Son sensaciones que en los últimos años tuve en el Breogán y en el Bergantiños. Tienes la sensación de que te quieren cerca, de que están a gusto contigo, de siempre una sonrisa. La relación con todos en el Breogán y en el Bergantiños es exquisita y el funcionamiento del club me parece excepcional.

—¿Qué entrenadores, jugadoras y momentos destaca en su etapa en las selecciones españolas de formación?

—Me acuerdo de Alberto Ortego porque me dio la oportunidad en 2004, pero también José Ignacio (Hernández), Miguel Méndez, Mario López, Esteban Albert o Víctor Lapeña. Nunca tuve ni un conflicto ni un problema ni una discrepancia con el entrenador. Además, estás en una selección ganadora. Fueron tres mundiales con un cuarto, un quinto y un séptimo puestos. En los europeos, fueron cuatro oros, una plata y un bronce. La obligación era hacer medalla siempre.

—¿Qué aprendió en la experiencia entrenando en el FC Rupel Boom, en la tercera división de Bélgica, en otoño de 2021?

—Nada era ni fue ni se parecía a lo que a mí se me dijo. Me soltaron allí en Bélgica, el grupo inversor me dejó solo, el director deportivo no estaba, estaba saliendo un entrenador que se quedó cerca de los jugadores para hacer daño, una directiva que soltó el equipo, pero no acabó de soltarlo y enredó. Fue todo muy complicado. Decían mentiras de todos los españoles. Fue horrible. El trato que recibí y mi sensación era que no te querían desde el primer momento, no te querían nada en el entorno del club. Era una sensación de desgaste. Además, con el inglés no llega y, entonces, no te enteras muy bien de lo que sucede a tu alrededor. Me lo pusieron muy complicado. Con los jugadores la relación fue espectacular en el 90 % de los casos porque tenía un grupo de 30 y pico jugadores que entrenaban como animales, querían entrenar, querían mejorar. En ese aspecto estuve muy cómodo porque eran muy receptivos al trabajo, aprendían muy rápido. Yo estaba encantado en ese aspecto. En la parte deportiva yo estaba encantado. Es verdad que había algún jugador más veterano que tenía por contrato entrenar dos o tres días a la semana y ahí vinieron los problemas porque yo no quería eso. Entonces, eso no podía durar. Ya duró más de lo que debería haber durado porque no era un club profesional, no me pusieron los medios ni el club estaba preparado para eso. Eso sí, tenían una cantera de la leche. Estaba muy lejos de lo que a mí se me había dicho y de lo que yo buscaba. Luego, como experiencia la valoras positivamente con el tiempo porque entrenas en una liga extranjera, compites en una categoría extranjera, vives en un país fuera de España.

—¿Cuáles son sus mejores recuerdos en el Lugo?

—Yo soy una persona agradecida. El día que salga del Breo solo podré dar las gracias por estar aquí. En el Lugo estuve en tres etapas distintas, casi cuatro porque primero fui jugador, luego estuve un año, salí porque el entrenador no quería, me fui al Prone, luego volví y estuve varios años seguidos entre preparador físico, segundo entrenador y primer entrenador. Luego volví. Entré otra vez con (Tino) Saqués. Nunca se me escuchó nada fuera de lugar. Yo quiero estar donde quieren que esté y voy a aportar lo máximo de mí. En mi última etapa en el Lugo hay muchísimas más cuestiones buenas que malas. Por mi carácter, soy muy poco flexible a que me manipulen de alguna manera si creo que no es lo mejor para el club y para el equipo. Entonces, ahí es difícil llevarme en ese sentido. Si yo tengo claro el camino que tengo que escoger por el bien del club no me va a mover nadie por el bien del club, del equipo y del jugador, en este orden. Pero es que nadie. Es imposible. Pueden marearme, pero no me van a mover. En mi primera temporada de esta última etapa estamos primeros en División de Honor hasta que subo al primer equipo. Y en el primer equipo todo va sobre ruedas. De hecho, estamos peleando por el play-off hasta que quedan tres o cuatro jornadas, que te quedas sin objetivo, como nos ha pasado ahora en el Breo. Es muy difícil mantener la tensión y ganar partidos cuando no te estás jugando nada, el jugador no se quiere lesionar, el jugador no sabe lo que va a pasar con él, lo que pasará la temporada siguiente. En aquel momento, el entrenador no estaba renovado en el Lugo porque, si estuviera renovado, a lo mejor el jugador estaría un poco con las orejas más tiesas. Esa primera temporada fue buenísima para mí a todos los niveles. Luego me queda la espina, y me duele un poco, que no se me renueve en el primer equipo después del trabajo que hago, pero es fútbol y ya está. Continúo cuatro temporadas en el filial y no hay ningún pero. Dos temporadas en Preferente, se asciende en el segundo año, con mucha preocupación por la formación del jugador, por tener una exigencia muy alta para que el jugador crezca y mejore para que cada vez esté más cerca del primer equipo. En Tercera, lo mismo. El primer año nos costó muchísimo porque era una Tercera durísima, nada tiene que ver con la actual. Estaba el Racing de Ferrol, equipos súper potentes. Solo jugamos ocho partidos en casa en la primera vuelta porque estábamos sin campo, jugamos cinco o seis partidos seguidos fuera de casa contra los primeros de la liga, aguantamos el tirón y luego el equipo hizo pum hacia arriba en la segunda vuelta. Nos gana el Racing de Ferrol aquí 0-1 con un gol y expulsión de Manu (Núñez). No sé si nos hubiesen ganado. Un partido con un nivel de la leche, con un trabajo espectacular. Luego en el segundo año ya era saber que este equipo iba a dar más, empezamos regular porque los filiales, con el tema de los jugadores subiendo y bajando, se confunden un poco, no puedes trabajar igual. Nos paran con la pandemia. Habríamos quedado muy cerca del play-off. De hecho, la temporada siguiente rozan el ascenso y suben al siguiente año.

—¿Veía algún jugador en concreto capacitado para estar en el primer equipo?

—En muchos casos se premia en exceso al jugador del filial porque no está preparado para competir arriba, pero por supuesto que hay casos que sí debutaron y se consolidaron en el primer equipo y se lo merecen. Es necesario que el primer equipo tire de ellos porque el primer equipo, y sobre todo en equipos pequeños como el Lugo, no es posible tener 25 jugadores, tener un nivel alto de entrenamiento y que no se lesione nadie. Entonces, tienes que tirar del filial. En muchos casos se les da un premio por encima de sus posibilidades a la mayoría de los jugadores. No sé si le puede molestar a alguien o no, pero es una realidad. Era una de mis peleas. Había gente que se creía que yo no quería que los jugadores subieran al primer equipo o cuando bajaban, y bajaban mareados, bajaban sin entender muy bien a qué venían. ¿Que se les diese caña o castigar? La palabra castigar no, pero sí que intentase corregir esos comportamientos que nada correspondían con su edad y su estatus. A la mayoría de los jugadores se les premia más y es injusto con otros. Se valora ese talento que tienen en ese momento, pero ese talento no llega y los jugadores más trabajadores, que tienen una trayectoria más regular, no se les acaba dando esa oportunidad de estar ahí y a lo mejor son los que si tú realmente peleas por ello te habrían dado un buen rendimiento en un primer equipo.

—Usted también trabajó en el Azkar Lugo FS. ¿Ve similitudes entre fútbol sala y baloncesto a la hora de intervenir tácticamente y al ser una superficie más o menos similar con el baloncesto?

—Sí, hay más similitud entre fútbol sala y baloncesto que quizás con el fútbol. Incluso el balonmano. Eso es por el espacio y por el número de jugadores. En el fútbol es más difícil automatizar movimientos, aunque sí buscas que el jugador tenga infinitas opciones. Sí, hay más similitudes con el fútbol sala y el baloncesto en defensa: cuatro o cinco jugadores, defensas en zona en fútbol sala y baloncesto, defensas al hombre y el espacio a defender. Yo aprendí muchísimo del baloncesto, del fútbol sala, del balonmano. Supe llevar esas sinergias que puede haber a un espacio más grande y a un número mayor de jugadores a la hora de interpretar espacios más pequeños en ataque y en defensa en el fútbol.