«Las mujeres pueden dañar más que los hombres»

ANA MONTES

FUGAS

J.J. Guillén

Ganadora del premio Nadal, construye en «Media vida» una historia de medias verdades entre compañeras de internado que se reencuentran para saldar algo que el tiempo había ocultado. Una novela de mujeres con sabor a la España que estaba saliendo del franquismo.

10 mar 2017 . Actualizado a las 11:30 h.

Sus padres querían que fuera abogada, quizás por ese don de la palabra que muestra en los atinados diálogos que manejan sus mujeres en Media Vida, para lo cual hizo algunos deberes como releer Entrevisillos de Carmen Martin Gaite «con diálogos maravillosos y ver si se me pegaba. Pero he aprendido a dialogar leyendo teatro», cuenta Care Santos (1970). Feliz con su Premio Nadal 2017, que eleva una mujer más a los laureles de la literatura, «donde en ciertos niveles aún no hay paridad», reivindica, en la culata tiene una nueva novela juvenil en ciernes, Verdad, otro de los géneros que abraza, y en la mente una en la que revisará la guerra civil, que su generación dice poder contar desde ningún bando y «libre de odios».

-Esta obra es el repaso a toda una generación, nuestra Transición y los restos de la épica anterior. ¿En tu infancia tuviste también monjas plenipotenciarias, confesionarios y horas de costura?

-No, pero tuve horas de costuras y confesionarios obligatorios, pero ya eran unas monjas más tranquilas que las de mi madre que sí fue a un internado y es de sus experiencias de las que me he valido. En mi educación no hay malas experiencias pero tampoco las hay buenas, Ese es el problema. Pasaron por mi vida sin pena ni gloria ya que cometieron el pecado terrible de la mediocridad. Se conformaban con poco porque aún eran deudoras de esa época y mi colegio, de niñas, tenía un nivel inferior. Y eso es lo que menos les perdono porque yo era una niña con inquietudes culturales y ambiciones. La mediocridad educacional no se debe perdonar.

-¿Es Olga, la mala, malísima, el personaje que más te ha gustado escribir?

-No, Olga la niña es la mala pero luego se descafeína de adulta y deja de saber un poco quién es hasta que lo descubre en la cena. No me cae demasiado bien. La tengo ternura porque tiene una vida muy inconsistente. Me cae infinitamente mejor Nina y las Ninas en general. Es la atrevida, la malhablada, la que todos miran de reojo porque escandaliza.

-¿Sientes que a la gente de tu generación os pusieron el listón muy alto para realizar sueños que no lograron vuestras madres?

-No es mi experiencia pero podría ser el caso de algunas. Yo siento que nosotras tuvimos mucha más suerte que nuestras madres y fuimos más modernas, algo que no se repetirá seguramente en la generación que viene detrás. Justo porque obtuvimos respuestas a ciertos atrasos y necesidades, como la píldora o el laicismo, nosotras vivimos con mucho énfasis, a lo que no le da tanto valor la generación que viene. O sea que se da la paradoja de que fuimos unas hijas muy modernas y acabaremos siendo unas madres más modernas aún con nuestras hijas.

-El mundo de los secretos es relevante en la novela. ¿Son los secretos de las personas los que verdaderamente las definen?

-Claro. Dime qué escondes y te diré quién eres. Aquello que no queremos que se sepa habla mucho de nosotros. Y no queremos que se sepa por temor. Nuestros miedos hablan mucho más de nosotros que otras cosas.

-Esta obra es un homenaje a esas primeras mujeres que empezaron a emanciparse, a luchar por sus derechos. ¿Alguna en concreto te ha ayudada a transmitir ese mensaje?

-Es un homenaje a todas ellas pero no por el hecho de que lucharan por una causa sino por el largo camino que han tenido que recorrer. Son mujeres con una educación retrógrada, como tener que ducharse con el camisón puesto, y que han tenido que avanzar a veces a grandes zancadas hacia una sociedad muchísimo más permisiva y con el mérito de haber sabido adaptarse, aprendiendo de forma forzada. No ha habido una generación como la suya.

-También hablas de esas mujeres encarceladas en condiciones deplorables. ¿Se les ha rendido el necesario tributo en nuestra memoria histórica?

-Esta historia en Barcelona es absolutamente desconocida y no se sabe que en la zona alta, en Pedralbes, estaba la cárcel de mujeres de Las Corts pero a ellas no se les ha rendido ningún tributo. Era una masía fortificada que se usó como cárcel en la República y luego el franquismo la convirtió en cárcel de presas políticas. Duró 80 años. Aún hoy hay una asociación de mujeres que sigue peleándose por que se reconozca la memoria de su paso por allí. Por alguna razón ese lugar ha sido borrado de nuestra historia y nadie sabe quién estuvo allí.

-¿El trato a las mujeres era igual que el de los hombres?

-El hacinamiento era terrible pero había más suavidad en lo físico aunque no se libraban de las palizas, el rapado… Y luego había algo muy sibilino que era formar a buenas ciudadanas del régimen: la buena madre, la buena esposa, la buena católica -porque muchas eran presas políticas- por eso les metían buenas dosis de comidas de coco aleccionadas por las monjas de San Vicente de Paul que gobernaban las prisiones, y que de caritativas no tenían nada. Eran auténticas carceleras con retórica de la época.

-¿Es necesario hoy reivindicar el feminismo?

-Sí, con matices. El feminismo es obvio igual que hay que defender la ecología y preservar el planeta. Pero el feminismo que va más a la androfobia me molesta y no estoy a favor. Sí estoy a favor del feminismo como base de igualdades, porque a las mujeres nos queda mucho por andar en algunos caminos. La literatura se ha feminizado muchísimo empezando por las lectoras, la mayoría, mujeres, y también las agentes, correctoras, escritoras. Pero la paridad todavía no se cumple en las cúpulas directivas de las editoriales y menos más arriba, entre los laureados, como los premios Cervantes y otros, o en la Academia.

-Las mujeres de «Media Vida» tienen una amistad tóxica. ¿Abusamos las mujeres a veces de nuestra misma condición sexual para sacar las garras y decirnos punzantes verdades?

-Las mujeres emocionalmente somos muy complejas en lo bueno y de lo malo. Dios nos libre de una enemiga mujer preparada porque puede ser más dañina que un hombre por esas vueltas que da a lo emocional.

-Ahora te encuentras casi en la mitad de la vida. ¿Qué quieres hacer en tu otra mitad?

-Seguir escribiendo y que alguien me escuche. Yo no esperaba que me pasara todo esto. Soñaba solo con escribir, publicar un solo libro, lo cual hice con 25 años. Así que el resto ha sido un regalo tras otro aunque me planteé una estrategia, trabajé y salió bien.

-¿Cuántos días necesitas para echar de menos escribir?

-Uno [risas]. Nunca dejo de escribir. Siempre voy con cuadernos. Pero echo más de menos mi rutina de escritora: mi mesa, mi café, mis zapatillas, mi silencio y mi ropa de yoga, que es de algodón, cómoda y sana, el modelo que uso para escribir porque los escritores no podemos estar todo el día en pijama.