La fama y los logros del cuarteto de Liverpool a veces hacen olvidar que el batería posee una carrera en solitario de 19 álbumes y grandes éxitos como «Photograph»
11 may 2018 . Actualizado a las 05:05 h.Diálogo entre los protagonistas de la comedia romántica 500 Days of Summer:
Tom: «A nadie le gusta Ringo Starr».
Summer: «Por eso me encanta».
Más tarde, Tom, (Joseph Gordon-Levitt) se encuentra en una tienda de discos de segunda mano Stop and Smell the Roses, el octavo disco en solitario de Ringo y se lo enseña a Summer (Zooey Deschanel); cuando ella lo ignora, se da cuenta de que su noviazgo está naufragando...
Aunque el diálogo suena tan exageradamente falso como ese chiste sobre Paul McCartney («¿Cómo se llamaba ese grupo en el que estaba? Sí, hombre, en el que tocó antes que Wings. Lo tengo en la punta de la lengua...»), que Ringo sea un termómetro del amor entre Tom y Summer no deja de tener sentido. Por un lado, paz y amor son los ejes sobre los que ha construido su carrera Ringo tras la separación de los Beatles; por otro, siempre ha sido el más entrañable del cuarteto, el que ha inspirado una relación más próxima -en la medida en la que eso sea posible tratándose de una estrella-, alguien que se podía admirar pero también -daba esa sensación- cultivar su amistad.
Sin el carisma de Lennon, las dotes compositoras de McCartney o la enigmática personalidad de George Harrison, a Ringo se le atribuía en la tradición el ascendente humorístico del grupo. Pero esto no dejaba de ser una simplificación porque las cualidades antes enumeradas se podían encontrar, en mayor o menor proporción, en todos los Beatles. Es cierto que a Ringo era el que mejor le salía hacer el payaso en el cine -A Hards Day’s Night-, pero no es menos cierto que el grupo no encontró la estabilidad que le aportó cuando llegó en 1962. El ritmo del batería es la base de todo sonido y la de Ringo, sin ser espectacular, cimentaba la música del que fue el mejor grupo vivo hasta su disolución en 1970. Además, los Beatles fueron inventando el pop sobre la marcha, desplegando un ingenio en el que participó la intuición rítmica de Ringo.
Quizá ese papel de amalgama fue lo que le permitió ser el primero de los cuatro en debutar en solitario, incluso antes de que se anunciase la disolución oficial del grupo. Sentimental Journey era una colección de clásicos del jazz de los años 30, como su continuación, Beacoup of Blues, lo era del country. Daba la impresión, en aquellos primeros años en los que Lennon, McCartney y Harrison estaban todavía asombrados de su propia separación, de que Ringo tenía que poner tierra de por medio con un legado que ya se había convertido en piedra de toque con la que comparar inevitablemente cualquier logro posterior.
Pero en su tercer disco, Ringo, echó mano de sus viejos compañeros: Lennon, McCartney y Harrison fueron colaboradores de lujo -además de otros grandes como The Band- de un álbum que le dio sus grandes éxitos y que no se han caído de su repertorio: Photograph y You’re Sixteen, precedidos de otro hit imperecedero, Back Off Boogaloo. Ringo les devolvió el favor y trabajó en algunos de los mejores esfuerzos en solitario de Lennon, Plastic Ono Band, y Harrison, All Things Must Pass.
Los éxitos continuaron con Goodnight Vienna, pero el cambio de década no le sentó bien a Ringo. Los 80 fueron años perdidos para Ringo, sumido en una crisis artística que se retroalimentaba con otra derivada de diversas adicciones. Su recuperación, a partir de 1989, señaló un regreso de forma que, si bien no augura una nueva revolución roquera -ya nadie lo espera-, sí ofrece diversión, sensibilidad y un enfoque juicioso del pasado compartido de los Beatles. Ringo ha sabido rodearse de grandes intérpretes, incluyendo su viejo amigo Paul, para mantener la maquinaria bien engrasada a sus 77 años y recién nombrado Sir Richard. En el fondo, se trata de la misma esencia del pop, la de divertirse y emocionarse con la música.