Leonardo da Vinci: el verdadero rostro del hombre más allá del genio

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Coincidiendo con el quinto centenario de su muerte, «Leonardo da Vinci: los rostros del genio» nos acerca a su vida y su obra, una exposición en la que destacan dos joyas de incalculable valor, los códices Madrid y la «Tavola Lucana», el autorretrato del maestro. Christian Gálvez, un apasionado de Leonardo, es el comisario de la muestra

03 dic 2018 . Actualizado a las 02:03 h.

Presentar al hombre de carne y hueso con sus luces y sus muchas sombras, con sus victorias y sus muchos fracasos para terminar viendo su verdadero rostro, el que aparece en la Tavola Lucana, el autorretrato que pintó Leonardo. Este es el objetivo de la exposición Leonardo da Vinci: los rostros del genio, según su comisario, el televisivo y experto en la figura del maestro renacentista Christian Gálvez. Explicar cómo alguien que era hijo ilegítimo, iletrado y con altas probabilidades de ser disléxico, bipolar y padecer déficit de atención, se convirtió en un polímata al que todos admiramos, capaz de «vislumbrar el futuro y generar transversalidad entre la utilidad y la estética con una mente poliédrica, conjugando el arte y la ciencia, que es lo que le hizo grande». Y mostrar también que la suya no fue una historia de éxito, como podría creerse, porque «fracasó en Florencia, Milán, Roma y Venecia y solo triunfó durante los tres últimos años de su vida en Francia». Aunque, según señala Gálvez con un desbordante apasionamiento hacia el personaje al que ha dedicado años de estudio y dos libros, «murió perdedor, fracasado y triste, lo último que escribió fue: ‘Pido perdón a Dios y a los hombres porque mi trabajo no tiene la calidad que debía haber tenido». La muestra habla del genio, pero «por encima de todo del hombre». Para Gálvez, se trata de «poner a Leonardo en pantalones vaqueros, bajarlo de su genialidad para verlo de tú a tú» y que el visitante «no deje de ser como él, un niño que desde pequeño hasta que murió, con 67 años, nunca dejó de preguntarse por qué y para qué».

Leonardo de Vinci (1452-1519) es el prototipo del genio, pero se sabe poco del hombre. Pintor y científico, pero también pensador y visionario, ingeniero y arquitecto, escritor y escultor, inventor y cartógrafo y muchas cosas más. Para él, según Gálvez, era tan importante la obra acabada como la inacabada y eso y su curiosidad sin límites, que le llevaba a acometer múltiples y variados proyectos, explica por qué dejó tantas a medio hacer. Cuando está a punto de cumplirse el quinto centenario de su muerte, esta exposición, que se podrá ver hasta el 19 mayo, nos acerca a su vida y su obra de forma didáctica y original en dos espacios muy atractivos, sus dos sedes, el Palacio de las Alhajas y la Biblioteca Nacional. El punto fuerte de la primera es la Tavola Lucana, oculta hasta que en el 2009 la descubrió el historiador Nicola Barbatelli, considerado el autorretrato que muestra el verdadero rostro del florentino y que por primera vez se expone en nuestro país. Gálvez señala que esa obra es de Leonardo con «un 99,9% de posibilidades», aunque existen expertos que lo ponen en duda. En la muestra se pueden ver todas las representaciones de varios artistas de las facciones del rostro de Leonardo desde 1519, fecha de su muerte, hasta 1810, que se basan en las que se observan en la Tavola Lucana. Pero, en 1810, esa imagen cambió cuando se recreó el rostro del artista como un anciano de melena canosa y larga barba que ha perdurado hasta hoy. Las pruebas científicas certifican la autenticidad de la Tavola Lucana, según Gálvez, la del carbono 14, que data la obra entre 1475 y 1515, rayos X o las huellas dactilares, que coinciden con las que aparecen en otras obras suyas. Toda la exposición conduce a la contemplación de ese cuadro, que supone su punto culminante, el golpe de efecto que redondea la muestra. Pero hay mucho más.

MESES ENCARCELADO

Un imponente cubo con los posibles rostros del maestro recibe a los visitantes en el Palacio de las Alhajas, rodeado por los retratos de grandes personalidades que se relacionaron con Leonardo y su obra. Todo ello resaltado con la música del violinista Ara Malikian. Tras los retratos, se esboza su biografía, con un padre notario y una madre campesina, su entrada en el taller de Verrocchio, la acusación de sodomía que le tuvo dos meses encarcelado, sin que su progenitor moviera un dedo por ayudarlo, y de la que salió indemne por falta de pruebas. Un episodio que le marcó psicológicamente, le llevó a ser célibe el resto de su vida, desde los 24 hasta su fallecimiento, supuso la ruptura definitiva con su padre y provocó que se marchara de Florencia. De ahí se sigue su periplo por diferentes ciudades en paralelo con una explicación de algunas de sus obras. En Milán, el pacifista Leonardo se traiciona trabajando como ingeniero militar de los Sforza y luego a las órdenes de los Borgia. Se va a Roma, donde es eclipsado por Miguel Ángel y Rafael frente a «ese tipo raro que se dedica a comprar cadáveres y analizarlos». Su última escala es Francia, adonde se lleva la Gioconda, un cuadro sobre el que Gálvez acaba de publicar un libro, Gioconda descodificada. Retrato de la mujer del Renacimiento.

En la planta superior hay reproducciones de sus inventos, como el paracaídas, el planeador o el tanque, que, gracias a un sistema de realidad aumentada, hace que los visitantes puedan introducirse en ellos a través de sus tabletas y móviles. Asimismo, se muestran todos los facsímiles oficiales de los códices de Leonardo. La última cena tiene un espacio propio, donde se proyecta un audiovisual con música de James Rhodes. En otro apartado se incide en su estudio del rostro humano, que dibujaba hasta en sus más mínimos detalles, porque, según él, era el espejo del alma, en el sentido del estado anímico. En la Biblioteca Nacional destaca el códice Madrid, dividido en dos volúmenes, que, como dice su directora, Ana Santos, «es uno de los 23 escritos por la propia mano de Leonardo que se conservan en el mundo y el único en España». «El verdadero rostro de Leonardo está en sus propios escritos, en lo que no cuenta, se puede reproducir perfectamente su biografía, no solo los aspectos técnicos y científicos, sino sus pensamientos, sus ideas, sus intereses y sus amores», señala Elisa Ruiz, comisaria de esta parte de la exhibición. Esta joya de incalculable valor, junto a otras piezas destacables como la reproducción de la cabeza del caballo Sforza, inmensa e impactante, se pueden ver en el gran espacio central del edificio, que por primera vez se abre al público.