Mi vida en una canción

FUGAS

Hablar de música en primera persona y mezclar en el relato la biografía personal. Se trata de una tendencia que está en auge en el sector editorial nacional

12 abr 2019 . Actualizado a las 10:30 h.

Hablar de la vida a propósito de la música? ¿O hablar de la música a propósito de la vida? Los interrogantes conducen a una dirección que cada vez se está acentuando en la literatura musical nacional. Ya no se trata de arrancar en primera persona opinadora, como, por ejemplo, ya hizo Nick Cohn en Awopbopaloobop Alopbamboom, hito fundacional del ensayo pop editado en 1969. No, en este caso se trenza una suerte de autoficción que funde la biografía personal y un elemento externo llamado música. Lo hizo Nick Hornby en 31 canciones, por ejemplo. Y cada vez más autores en España siguen esa corriente.

 Es el caso de Itxu Díaz que con Nos vimos en los bares hace un repaso a cierto pop-rock español de los ochenta y noventa con sus recuerdos de fondo. El coruñés, que asegura que solo entiende la música en clave emocional, ha puesto en esta obra muchos de los hitos de su niñez y juventud en los que sonaban sus artistas favoritos. Así surge Manolo Tena y lo hace bañando la playa de Los Castros de Ribadeo, donde veraneaba el autor. Cuando apela a Alex Cooper pone sobre la mesa la camiseta de Los Flechazos que vestía cuando actuaba con Los Elegidos, su banda de juventud. Y si aparece en escena Loquillo, brotan lealtades y códigos de honor grabados a fuego que semejan haber sido claves en su evolución como persona.

Entre todo ello surge un amor a la vida y al pop que parece ser la fuerza motriz del teclear de este volumen. Ocurre lo mismo con No olvides las canciones que te salvaron la vida, del periodista valenciano Carlos Pérez de Ziriza. Pluma habitual en la prensa musical nacional y autor de obras como Tres minutos de magia o Indie & Rock Alternativo, articula un libro sobre 30 canciones que van desde 1988 (Debaser de los Pixies) al 2018 (¿Quién eres tú? de La Habitación Roja). Por el medio se cruza el World in Motion de New Order con los viajes iniciáticos del autor a Inglaterra; Segundo premio de Los Planetas con una abrupta ruptura sentimental; el Take Me Out de Franz Ferdinand con la idea de seguir estirando la adolescencia; o el Todos contra todos de León Benavente como reflejo del convulso clima político de los últimos tiempos.

Conectado con el ambiente indie, el de Pérez de Ziriza es un libro con el que se podrán identificar quienes sobrepasen la cuarentena y hayan agitado su juventud en el Festival de Benicàssim creyendo, quizá, que aquello iba a ser eterno. Seguramente, en el suceder de canciones -de Teenage Fanclub a Beyoncé, pasando por Primal Scream- aparezcan espejos de uno mismo. Era lo que se buscaba. Y seguro que en muchos casos se ha logrado.

CANASTAS Y ESTRIBILLOS

El caso del ferrolano Oscar Quant resulta un poco diferente. Músico y jugador de baloncesto, en lugar de dividir el corazón en esos dos amores optó por aunarlos. Bailando sobre el parqué, subtitulado como «El apasionante partido baloncesto vs. música» funde todo ello. Con carácter autobiográfico, aunque no tan marcado como en los casos anteriores, el autor cuenta las innumerables conexiones entre ambos mundos. Cosas como que Prince, pese a su baja estatura, fue un jugador excepcional. También el fanatismo por el jazz de Kareem Abdul-Jabbar, que creía que eso mejoraba su juego. O conexiones tan obvias como el uso de zapatillas como las Chuck Taylor All Stars entre los roqueros o las Nike Air Jordan entre los raperos.

En los tres casos se destila pasión, vidas marcadas de manera trascendental por su banda sonora y ganas de compartir. Refuerzan una tendencia en auge, en la que el yo se pone delante para hablar de ella, la música.