Las luces y sombras de Parchís

FUGAS

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El documental estrenado en Netflix repasa la trayectoria de un grupo de niños explotados, con una vida descontrolada y un éxito arrollador

19 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Cualquiera que haya sido niño entre finales de los setenta y principios de los ochenta en España o América Latina conocerá la sensación de fascinación que generaban Parchís. Cuando se asomaban en la televisión todo se paralizaba. Aquellas canciones saltarinas, sus coreografías facilonas pero efectivas y su actitud sonriente engancharon a todos. Eran sencillamente los niños que todos queríamos ser. Tan guapos como Yolanda o Tino. Tan divertidos como Gemma y David. Tan carismáticos como Óscar o su sustituto, Frank, (del que una leyenda urbana decía que se trataba de Enrique Bumbury de pequeño). La magia de todo aquel baby-bum de niños de la época se encontraba ahí: el sábado por la tarde viéndolos salir en Aplauso.

Eso es la luz. Hay mucha en Parchís: El documental, la pieza audiovisual que acaba de estrenarse en Netflix. Toda la peripecia que sirvió para construir el grupo infantil en castellano más famoso de la historia atrapa. Belter, una discográfica en decadencia, lo apostó todo por este proyecto. Se eligieron a niños divertidos, que bailasen bien y que quisieran comunicar. Se hicieron arreglos ad hoc para las canciones por profesionales de primer nivel. Se eligió el vestuario de colores y se diseñaron las coreografías. Todo empuja al espectador a un lugar al que rara vez que se llega por la vía de la nostalgia: el que confirma que todo aquello aún fue más grande de lo que se recordaba.

Sirva como dato que en su época de máximo apogeo el grupo llegó a actuar en el estadio Azteca de México DF. O que pisó las tablas del Madison Square Garden de Nueva York. Todo ello acumulando discos de oro y generando un fenómeno fan igual o superior al de Miguel Bosé, Hombres G o Alejando Sanz. Escuchando las explicaciones del director de Belter de aquel entonces, Ignacio Janer; del representante en Latinoamérica, Jorge Berlanga; del tutor de la formación, Joaquín Oristrell; o del propio grupo todo se llena de signos de admiración.

Un lado muy turbio

El documental también tiene muchas sombras. Y, en ese terreno, no se explaya tanto como en las luces. Aquí se sugiere más de lo que se enseña y todo lleva a pensar que se ha contemporizado para no llevar el relato al lado oscuro y protegerlo de las posibles denuncias posteriores. Los chicos, por ejemplo, reconocen que hasta que tuvieron representante americano no contaban ni un solo día de descanso y que ni siquiera podían liberarse del trabajo para celebrar su cumpleaños.

También se encuentra el dinero. Parchís generaron tanto que, tal y como se asegura en el documental, no se escatimaban regalos y sobornos de todo tipo. Se habla de un presentador de televisión al que le llevaron un millón de pesetas en mano para que colase al grupo en su programa. Sin embargo, las familias de los niños dicen haber visto una centésima parte de todo eso. ¿Quién se lo quedó? La pregunta queda en el aire sin respuesta.

Igualmente, se planeta cierto desmadre. Se afirma que había empresarios que pretendían tener relaciones sexuales con Yolanda. También que las fans acosaban a Tino, quien llegó a encontrarse con madres metidas en el armario de la habitación. Y David tuvo un romance infantil con Paulina Rubio, que entonces estaba en el grupo Timbiriche, un grupo surgido mexicano. Igualmente, se habla de fiestas donde en la habitación de al lado de los niños se tomaban cosas no eran precisamente gominolas.

Todo ello se desliza, como si no se quisiera ir más allá enturbiando lo justo un relato que, finalmente, termina en el terreno de la emotividad. Todos, algunos de ellos enfadados durante años, se reunieron para recordar que un día fueron los niños más famosos del mundo latino. Y que, pese a todo, se alegran de haber estado allí.