Cuando el nuevo cine llegó al oeste

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Los cambios en Hollywood llegaron también al western en el año 69. De la mano de George Hill, Paul Newman y Robert Redford se confirmaron como la pareja perfecta para decir adiós

08 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En 1969, Hollywood vivía su propia revolución, tal y como recoge Tarantino en su última película. Los grandes estudios intentaban adaptarse a aquella generación de moteros tranquilos y toros salvajes que tan bien describió Peter Biskind en su libro. Hace medio siglo se estrenaba Easy Rider, y la meca del cine se vio arrastrada por aquellos jóvenes que querían contar las cosas al margen del sistema, a su manera, con su propio lenguaje, a toda prisa. Ningún género quedaba fuera de los cambios. Tampoco el wéstern. Y es que a finales de los 60 el oeste ya no podía ser el mismo. Las películas clásicas de vaqueros habían perdido su espacio, pero el género se resistía a desaparecer. El 69 fue el año de dos grandes películas del oeste, muy diferentes, pero que vendrían a dar una vuelta al género y marcar el camino de lo que se dio en llamar el wéstern crepuscular. Los héroes no lo eran tanto, los finales no eran felices, la violencia era otra cosa. Hace 50 años se estrenaron Grupo Salvaje (Sam Peckinpah), y Dos hombres y un destino (Butch Cassidy and The Sundance Kid), de George Roy Hill. Una comedia que no lo era tanto, una clásica película de colegas que iba más allá, algo ligero con un fondo más amargo, una reunión de guapos oficiales que eran más que caras bonitas.

CAMBIOS SUTILES

Mientras Dennis Hopper y Peter Fonda habían sido aquel mismo año los encargados de hacer saltar por los aires al viejo Hollywood, el tándem Newman-Redford haría su propia revolución tranquila. Hill y el guionista William Goldman parecen entender que se pueden subvertir los códigos del género sin reventarlos: si en apariencia todo puede parecer clásico, en realidad el nuevo Hollywood se cuela en esta joya de manera silenciosa, como un torrente subterráneo, con dos colegas que van contra el sistema entre risas, huyendo de la autoridad y de las normas. Un humor sutil, una mujer completamente distinta a las que habitualmente pueblan los wésterns (fantástica Katharine Ross), una amistad a tres con la ambigüedad necesaria, con ciertos aires de Jules et Jim americano y liviano. Esa huida hacia delante que parece presagiar la de Thelma y Louise tantos años después. Si el personaje de Katharine Ross abandona a Newman y Redford para no ver lo inevitable, los espectadores tampoco vemos morir a los protagonistas. Aunque, como en Easy Rider, como en Bonnie and Clyde, como en la propia Grupo Salvaje, no hay otro final posible.

Cuenta Shawn Levy en la completa biografía de Newman que este quería interpretar a Sundance, pero que tanto el estudio como el director tenían claro que su papel era el de Butch. Newman se resignó y empezó la búsqueda de compañero. Aunque todas las quinielas apostaban por Steve McQueen, este no estaba dispuesto a ganar menos que Newman. Y fue la mujer de Paul, Joanne Woodward, quien propuso a Robert Redford, que llevaba diez años en el gremio a la espera de un gran éxito. En el rodaje de Dos hombres y un destino, los dos actores forjarían una amistad con la que solo pudo la muerte de Newman. La película recibió críticas tibias, pero fue un éxito de taquilla. Recaudó 102 millones de dólares, fue nominada a siete óscares y ganó cuatro. Curiosamente, aquel año el premio al mejor actor se lo llevó el hombre que había definido lo que era un vaquero de los de antes, John Wayne, por Valor de ley. Nada más terminar la película, Newman y Redford empezaron a pensar en nuevos proyectos. Sería el mismo director quien los juntaría de nuevo en la fantástica El golpe, tres años después.

Más allá de la muerte

La huella de los dos ladrones quedó grabada en el cine. Qué otro nombre sino Sundance podría dar Redford al festival que puso en marcha en Utah. Y curiosamente, fue un español quien se atrevió a preguntar qué habría pasado si uno de los dos hubiese sobrevivido para contarnos qué pasó tras aquel legendario final: Mateo Gil rodó en el 2011 la interesantísima Blackthorn, y nos devolvió a Butch Cassidy por un momento.