Miguel de la Cierva: «Al Náutico me gusta definirlo como manicomio»

FUGAS

MONICA IRAGO

Miguel de la Cierva lleva casi treinta años al frente de la sala de conciertos más conocida de Galicia, que cuenta este verano con un cartel secreto

16 jul 2021 . Actualizado a las 21:48 h.

En una de las mesas del Náutico de San Vicente, en O Grove, hay un mensaje escrito: «Antonio Vega compartió aquí con su gente querida algunos de los mejores y de los más intensos momentos de su inverosímil andar por este mundo. ¡Lo juro!». Es uno de los regalos más preciados de Miguel de la Cierva, el hombre que convirtió una antigua fábrica de salazón en una de las salas de conciertos más especiales del país. Probablemente, el mensaje de Antonio Vega lo comparten otros músicos que año tras año se suben a este escenario, como Iván Ferreiro, Kiko Veneno o Jorge Drexler. Un paraíso tanto para artistas como para espectadores.

—Llevas casi treinta años con el Náutico. ¿Cómo ha cambiado?

—Ha habido una evolución. Ahora mismo los cambios son más cualitativos que cuantitativos, tenemos menos gente y hacemos más conciertos. El sitio está mejor preparado y la programación es mejor, más potente.

—¿Tuviste alguna vez miedo a morir de éxito?

—Realmente, uno descubre los límites cuando va creciendo y es probable que a la hora de descubrirlos los haya sobrepasado. La escalada ascendente que se inició hacia el 2003 no fue exponencial, fue paulatina. Hasta que llegamos al 2019 cuando, algunos días, había demasiada gente y me di cuenta de que no era el modelo a seguir. Fueron cosas que estuvieron bien y nunca renegaré de ellas, pero me dieron la necesidad de buscar cambios para hacer el sitio mejor y más especial en cuanto a lo que ocurre aquí y cómo.

—¿Cómo lo defines?

—Siempre he tenido dificultades para hacerlo porque no es una sala de conciertos ni un chiringuito de playa. Me gusta definirlo como un lugar especial donde ocurren cosas especiales. A veces, entre algunos amigos músicos y conocidos nos gusta llamarle «manicomio» porque pasan muchas cosas, a veces increíbles, y más este año con un cartel sorpresa. Podemos llamarle «manicomio», pero bendito manicomio.

—¿Hay algún concierto que recuerdes con un cariño especial?

—Ha habido conciertos muy potentes, muy intensos. Inevitablemente, me acuerdo de uno de Leiva e Iván Ferreiro, en el 2019, que fue muy emocionante. Ellos dijeron que fue el mejor de su vida y en un momento importante en sus carreras, también en la mía. Luego tendría que nombrar conciertos de Antonio Vega. También tengo muy buen recuerdo de artistas no tan conocidos por el público general, como Antonio Serrano, que es uno de los mejores músicos de jazz del país.

—Además, tenéis fama de hacer buenas paellas, ¿hay algún cocinero estrella?

—Pues estamos rodeados de buenos cocineros. Sin ir más lejos, Javier Olleros pasa a veces por aquí. Pepe Solla está abriendo esta semana la oferta gastronómica del Náutico, que hace años que no tenemos. Es una sucursal de su restaurante La Radio-Pepe Solla. Un concepto a medio camino entre la alta cocina y la comida rápida. Además, vamos a invitar a cocineros como Diego Guerrero, de Madrid. O profesionales de O Grove, como Álvaro Fuentes, de la Taberna Meloxeira. Estamos abiertos a que esto sea un lugar de paso también para cocineros, tener un cartel con ellos como hace el Portamérica, por ejemplo.

—¿Tienes algún deseo para el futuro?

—Estoy bastante contento así. De hecho, cuando acabe la pandemia no quiero volver a la vorágine de hace unos años. El futuro va a venir en lo humano, adaptarse más al concepto casa y no tanto al concepto de sala de eventos y espectáculos y, en cuanto a los músicos, acercarse cada vez más al concepto manicomio, que es lo que me gusta.