Gabriela Consuegra: «Lo que te hace memorable es ser bueno, como mi padre»

FUGAS

Debuta como escritora con una historia sobre la muerte de su padre, después de compartir durante años sus libros favoritos en Instagram

23 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Nadie nos enseña a despedirnos, pero siempre llega un momento en el que tenemos que hacerlo. Gabriela Consuegra (Caracas, 1993) tuvo que decirle adiós a su padre demasiado pronto. En su primera novela cuenta cómo es crecer de repente, acompañar a un hombre que se muere. Un testimonio de quién fue Alvarito, sobre los detalles que lo hicieron especial.

—Este libro es tu debut literario, ¿cómo te sientes?

—Si soy honesta, muy asustada. También estoy complacida porque son muchos años de desearlo y porque creo que es el mejor regalo para mi padre. Me sentía en deuda con él. Creo que le pasa a todo el mundo cuando pierdes a alguien importante, piensas que pudiste darle más o que quisieras darle más. Esto me permite hacer las paces con esa sensación.

—¿Qué esperas que encuentre la gente?

—Lo primero es a mi padre. A mí me desesperaba muchísimo la idea de la gente que iba a llegar a mi vida y que no lo iba a conocer. Siento que el libro nace también para suplir esa ausencia, tratar de hacer un collage con lo que está en la memoria y componer a esa gran persona sin caer en lo evidente.

—Lo presentas como una persona normal, no es la historia de un héroe. ¿Crees que esa normalidad lo convierte en un personaje extraordinario?

—Es el concepto de héroes anónimos. Yo creo que lo que te hace realmente memorable en el mundo es ser buena persona, no hay más. Mi padre no era un personaje, era una buena persona a la que le importaba ser buena persona. Cuando yo le preguntaba: «Oye, ¿cómo quieres que la gente te recuerde?», él me decía: «Pues como un tipo amigable, bonachón», y dices tú, claro, al final es eso, no hay más.

—En el libro es muy importante la idea de belleza, esa que encontrabas en todos los sitios. ¿Puede la belleza ponerse por encima de la tristeza?

—Sin duda. Yo me apoyé en eso, no fue de forma consciente, pero fue algo muy sensorial que pasó y que me mantuvo conectada, incluso cuando yo no quería estarlo. Pienso en También esto pasará, de Milena Busquets, y creo que lo explica muy bien, al final eso es lo que te queda, es tu excusa para no lanzarte a la tumba con alguien que es tu vida entera. De repente, cuando no está, lo que me queda es encontrar belleza en otras cosas y lo vivo con muchísima intensidad.

—¿Crees que la vida diaria es el mejor material para la literatura?

—Un poco de todo. Hay libros fantásticos que nos presentan mundos que no existen, pero incluso en esos mundos hay hilos con la realidad y yo sí que creo que la base es la misma. La literatura que más me interesa es la que habla de la cotidianeidad, porque no es fácil y porque yo creo que pasamos por nuestra vida un poco rápido y sin darnos cuenta. Creo que esos libros ayudan a que tú te pares a pensar en lo que no ves diariamente, en eso a lo que no le prestas atención.

—Dices que te diste cuenta de la ausencia de tu padre cuando tuviste que preparar tú las facturas. Al final, es en los momentos cotidianos cuando nos damos cuenta de lo que no tenemos...

—Es que es así. Yo pienso mucho en un párrafo de Manuel Vilas, en Ordesa, en el que dice algo como: Yo con 17 años no me paré nunca a observar a mi padre y me arrepiento, siempre tenía algo más importante que hacer y no me detuve a hacer el ejercicio de la contemplación. Luego lo que te toca es reconstruir tirando de memoria y te das cuenta de que lo que más valoras y echas en falta, lo que más te llenaba, es una cosa que para otra persona puede ser un detalle insignificante. Ahí está realmente la esencia de una persona, no en la grandilocuencia, está en las cosas básicas como apagarte la luz y ponerte una manta. Eso es lo maravilloso realmente.

—Tú también eres periodista, ¿se juntan en esta obra las dos facetas?

—La periodista está en la manera de percibir una situación o en la motivación para escribir. Escribo para entender algo, para procesarlo. No escribí esto por gusto, no fue un «me voy a sentar a escribir porque me sienta fenomenal», no. Era una tragedia. Cada vez que me sentaba era sentarme a llorar y luego a escribir. Pero sabía que lo necesitaba para entender. A mí me gustan mucho las entrevistas y esa parte periodística también está ahí. Esta es una carta de amor a mi padre, pero también una entrevista muy larga. Luego está la reflexión, que es algo que no siempre te permite el periodismo, pero aquí puedes soltar todo. Para mí es la combinación perfecta.

—Ahora que está publicado, ¿sientes que cerraste algo?

—Sí, pero no es tan positivo como la gente piensa. Este libro era una conversación abierta con mi padre que se acaba. A veces me preguntan si me sirvió para asimilar la pérdida y, al contrario, me sirvió para refugiarme de la pérdida porque para mí era un lugar en el que seguía hablando con él. Supongo que encontraré otra forma para seguir conversando. Pero esta era la más importante y se termina.