Golfa y frívola

Mercedes Corbillón

FUGAS

21 nov 2022 . Actualizado a las 11:40 h.

El otro día un hombre me dijo que soy la columnista del amor y me sentó fatal. Lo miré con fijeza, como haría un personaje de Pérez Reverte, entornando mucho los ojos y calibrando si la mirada que me dedicaba en aquel instante tenía mucho que ver con el amor o con el recuerdo de aquella tarde juvenil en la que nos magreamos bajo las hojas de los plátanos de la Alameda. Llámenme engreída, pero yo diría que la adolescencia le volvió de golpe a la entrepierna.

De lo que yo quiero hablar en realidad es de sexo, como una Carrie Bradshaw de provincias, menopáusica, con katiuskas y vestida de Zara y que mi columna de los viernes se titule El sexo y los libros. Será por eso que mis intenciones salen a flote y de vez en cuando aparece otro tipo que me dice entre la condescendencia y el reproche: ¿por qué siempre hay una referencia sexual en tus escritos? En ese instante mi mirada se parece más a la de un personaje de Cormac McCarthy y mi entorno está a punto de convertirse en Meridiano de sangre, pero finalmente sonrío y me callo la respuesta, que es sencilla: porque me da la gana, porque soy sexual, porque soy una mujer madura en la edad en que se supone que las mujeres son invisibles y con cuerpos inútiles para el placer, quizás porque el placer es algo siempre visto desde la perspectiva masculina, y porque, como dice Milena Busquets, el cuerpo es un gran parque de atracciones y apetece darse unas cuantas vueltas y después contarlo. Nunca debemos subestimar la satisfacción de un buen relato.

Me preocupa, es verdad, eso que me dice mi amiga Blanca Riestra, que el sexo para las mujeres ha sido y es muchas veces un modo de opresión y que la libertad de la que yo hago gala es un privilegio burgués, pero al mismo tiempo no quiero renunciar a las posibilidades de vivir y de hablar de lo erótico y lo sentimental desde una posición de independencia y alegría, que es una forma de estar en el mundo como mujer feminista que intenta romper las cadenas del qué dirán, de los que de un lado me consideran golfa y de los de otro que me consideran frívola.

Adoro ser ambas cosas.