Tolstói ha muerto

Mercedes Corbillón

FUGAS

León Tolstói

02 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay sitios originales para morir, mi favorito es un hotel, como Julio Camba, como Cesare Pavese o como Oscar Wilde, que murió por encima de sus posibilidades bebiendo champán en el hotel D'Alsace, también me vale un aeropuerto, como escogió Manuel Vázquez Montalbán, que se metió por la puerta de embarque inesperada y cogió en Tailandia un avión al más allá.

No importa, los escritores nunca mueren, tampoco Tolstói, que en 1910 sintió unas ansias terribles de dejarlo todo y largarse a alguna parte. ¿Quién lo puede culpar? Un día agarró sus trastos y a su séquito y después de 48 años de matrimonio cogió las de Villadiego y llegó a Astapanovo. Era noviembre y de allí ya no salió, murió unos días después en la casa del jefe de estación, que hubo de hacerle sitio al gran intelectual que era conocido en todas las esquinas del imperio como lo sería una gran estrella del rock.

En aquellos días de convalecencia, el pequeño pueblo perdido en el mapa de Rusia se convirtió en el centro de la noticia. Llegaron periodistas y gentes variopintas a seguir al minuto la evolución del estado de salud del autor. Todo esto lo he leído en un libro que está estos días en la mesa de las novedades de las librerías y que se publicó por primera vez en 1930. Me parece muy original lo que hace Vladimir Pozner, que tuvo la voluntad de escribir una novela con retazos de palabras de otros, demostrando que en las historias cuenta mucho la arquitectura del relato, cómo escogemos la materia prima y como la montamos. Después de todo, los hechos en sí mismos solo son arena que se nos escapa de las manos. Para dar forma, Pozner usa los cientos de telegramas que llegaron y salieron de Astapanovo en aquellos días y con aquellas frases cortas como entradas de Twitter, forma un mosaico que da cuenta del bullir de aquel momento y aquel lugar, de la preocupación de las autoridades, de la expectación de los admiradores, de la llamada a los médicos de Moscú, del interés de la iglesia por acceder al enfermo y poder así revocar la expulsión a la que lo habían obligado años antes.

No fue posible, por fin salió en todas direcciones la noticia: Tolstói ha muerto.