Marta Jiménez: «La pareja "inútil", como fin, es algo que está naciendo ahora»

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Marta Jiménez, autora de «No todo el mundo».
Marta Jiménez, autora de «No todo el mundo». Noelia Olbés

Jiménez se aburrió tanto de sí misma con su primera novela que decidió cambiar de tercio y crear relatos de chico conoce a chica

23 mar 2023 . Actualizado a las 09:15 h.

Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990) empieza con un final y acaba con un principio. Como un paréntesis, estos dos relatos abrazan otros 14, recopilados en No todo el mundo (Sexto Piso), y todos ellos hablan del momento en el que uno se descubre vacío de toda novedad, del «cuando estamos bien estamos muy bien», de pasar de la intimidad al protocolo. Del qué bueno que viniste, y del nunca tarde, de que las cosas sean al mismo tiempo como uno las ha imaginado y como nunca había sido capaz de imaginar. De instalarse y ronronear y luego irse sin dar explicación alguna, del miedo a la reacción propia ante la compañía ajena, a que te miren como si supieran algo de ti que tú no sabes. De todas esas veces que eran distintas, del rastro que se deja en la vida del otro, de lo que cambia en el mundo porque uno sienta o deje de sentir, de quererse sin decirlo, de querer y que no te quieran, de no querer querer. De comprender en un vistazo, de ser un mero comodín. En definitiva, de la vida misma.

­—Siempre habrá una nueva forma de contar el chico conoce a chica.

—Estos relatos son una reinterpretación en mil variantes. Veo tres cosas comunes en todos. La primera, las relaciones de pareja, es algo muy obvio. La segunda, que todos están en Madrid, en una dinámica urbana, el amor en la gran ciudad, también esta como síntoma de la vida acelerada. Y luego hay un mismo tono en todos ellos: una cierta ironía y una cierta ternura, una mirada que al final hace que todos formen parte del mismo libro.

­—¿Es el amor contemporáneo tan distinto al de las generaciones anteriores como nos quieren hacer creer?

—Creo que por un lado hay algo en enamorarse que no ha cambiado a lo largo de la historia, una parte muy básica, pero luego, por supuesto, el contexto cambia, y eso cambia muchísimas cosas. Se habla ahora mucho de que la pareja está muriendo, con esto de que las relaciones son más fluidas y demás, y yo la verdad es que creo que precisamente está naciendo, o sea, la pareja como fin en sí mismo es superreciente, porque hasta anteayer estaba atravesada absolutamente por el patrimonio y la descendencia. Uno se casaba para juntar un patrimonio y para tener hijos, básicamente. Y en realidad la pareja inútil, la pareja cuya única finalidad es ser pareja y acompañarse y ya está, es muy reciente. Hasta que la mujer no adquiere independencia económica total y hasta que tener hijos progresivamente va dejando de ser un imperativo social, esto no ocurre. Eso sí plantea una nueva situación en la que hay que reformular: si lo que nos une ya no es el patrimonio ni los hijos, ¿qué nos une?

­—Ahora, «todo el mundo llega a los treinta y pico con un pasado». Con exparejas, con una mochila llena de traumas.

—Pero esa mochila también es un aprendizaje. Yo veo a mucha gente emparejándose en los 30 y en los 40, y cuando te emparejas a esas edades has aprendido mucho más lo que quieres, lo que necesitas, lo que puedes dar y lo que no. También la pareja dura menos ahora, porque a veces lo único que hacían antes era durar, el famoso dogma de aguantar. Es verdad que tenemos varias parejas, pero yo lo veo como algo saludable. Es muy difícil entender lo que uno quiere a la primera. Y también es natural que a diferentes edades queramos cosas distintas. Creo que en ese sentido ha habido una apertura positiva.

­—Y hemos aprendido a desprendernos, a poner límites, a no soportarlo todo.

—Eso es. Y que el mundo se ha hecho más grande, las opciones se multiplican. Y eso tiene unas consecuencias también.

—Uno de sus personajes dice que «hemos naturalizado las relaciones tóxicas y el drama». ¿Debería el amor ser más sencillo?

—Es una herencia. En la sociedad estaban instauradas una serie de dinámicas de poder del hombre sobre la mujer muy evidentes que se han ido transmitiendo de generación en generación y que estamos deshaciendo como podemos. Hemos visto cómo las mujeres adaptaban su horario al de los hombres, sus aficiones a las de ellos. Y luego creo que el drama, en general, tiene una reputación que no se merece, que nos parece más complejo e interesante lo dramático.

—Aunque centra las historias en las relaciones, explora periféricamente otros temas. Una de ellas arranca con una mujer que acaba de ser madre y empieza a sospechar que su marido la engaña.

—Me interesaba mucho aquí entrar en esa falsa ilusión de que los hombres y las mujeres somos iguales, no digo ya en derechos y responsabilidades, sino en circunstancias. La maternidad nos pone muy en jaque a las mujeres, a ese nivel es evidente que son dos personas las que están teniendo un hijo, pero lo que una y otro están pasando no tiene nada que ver. Al día siguiente de tener un hijo un hombre puede echar un polvo, sin embargo, la mujer está físicamente devastada, emocionalmente devastada, lo pone todo. El amor está lleno de culpa, de celos, de inseguridades.