El disco pop del año se llama «Alpha»

FUGAS

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Aitana lanza un tercer elepé, con el que busca convertirse en la gran figura del «mainstream» musical nacional, con permiso de Rosalía y C Tangana. Sus fans lo han aupado a lo más alto

04 oct 2023 . Actualizado a las 20:15 h.

Partiendo de la idea de que ni Rosalía ni C Tangana tenían en su agenda lanzar álbum este año, la salida de Alpha de Aitana era el gran acontecimiento de las alturas comerciales del pop español, esas desde las que da vértigo mirar. Y también un disco esperado con entusiasmo por aquellos que, sin merodear la radiofórmula ni las playlists discotequeras, habían sucumbido a los encantos de Formentera y En el coche. Esos pepinazos de pop electrónico hicieron levantar la ceja a más de uno («¿esta es la chica aquella de OT?»), enamorando a fans de Kylie Minogue, Ed Sheeran, The Killers, Chvrches y Taylor Swift por igual.

Con toda esta secuencia, el anuncio de un disco «conceptual» y «maduro» hizo divisar algo grande. El adelanto en marzo de Los ángeles puso a todos los interesados a salivar. Presentaba en la niebla del dance-pop a una artista bajando a un nuevo mundo —más oscuro, más nocturno, más de club— con el deseo obsesivo («y estas ganas no se van / cuando más me comes más gusta») guiando un sonido tremendamente excitante y cautivador. La filigrana de Las Babys revisando el Saturday Night de Whigfield para ser la canción del verano (como el año anterior lo había sido Rosalía con Despechá) dejaba claro que Aitana iba a lo grande y buscaba convertirse en la gran diva del pop español. Si en Inglaterra tenían a Dua Lipa, aquí iba a ser ella quien brillara con toda su intensidad.

Alpha certifica esa condición de la manera habitual en este tipo de artista: a base de hits, sonido e imagen. Pero no logra asentarse como el disco definitivo que se podía aventurar cuando se empezaron a deslizar ideas sobre él. Y mucho menos parece ser esa suerte de trabajo trascendente que se sugería los textos grandilocuentes que se difundieron hace meses. Los que decían cosas como esta: «Alpha es el catalizador de una comunidad que busca transformar el mundo y dejar atrás el concepto negativo de lo que significa ser un líder alpha aportando valor a quienes la conforman».

Grabado en Los Ángeles bajo la producción de Andrés Torres y Mauricio Rengifo (muy ligados al reguetón, pero sin dejar caer nada del género caribeño en esta ocasión) y haciendo un guiño en la cubierta al The Dark Side Of The Moon (1973) de Pink Floyd, se trata de un trabajo que mira al dance-pop electrónico de los noventa y primeros años del siglo XXI. Y esto entiéndase desde Ace Of Base a Aqua, pasando por Underworld y, sobre todo, por las decenas y decenas de piezas cuasi anónimas que completaron recopilatorios del género en triple y cuádruple cedé. Sí, con sus subidones de luces estroboscópicas y sus supermelódicos riffs de teclado jugando con el corazón del oyente. Aun así, que nadie se engañe: queda mucho en Aitana de aquel pop-rock de El Canto del Loco o La Oreja de Van Gogh. La entrada en el club no ha supuesto cerrar la puerta a su pasado.

Amor y redes sociales

Con esos elementos la catalana distribuye amores que se abren y amores que se cierran. Corazones que seducen y que se dejan seducir. Mentes que quieren olvidar y que no lo consiguen. Todo ello salpicado de lágrimas en Facetime, ausencias en Instagram y likes que funcionan como un certero guiño de ojo. Un tratado de pop juvenil en toda su extensión que cumple con la misión de acompañar los latidos de los muchísimos fans que sintonizan con esta onda. Muchos de ellos juegan estos días en atar cabos (y versos) a la biografía de la artista y sus dos parejas más conocidas, Miguel Bernardeau y Sebastián Yatra. Incluso existen guías para cambiar el orden del tracklist del álbum para que este tenga un sentido narrativo perfecto que encaje en la historia.

Más allá de alguna letra mejorable, el mayor problema de Alpha se encuentra en que da la sensación de que la artista gastó toda la munición de hits irresistibles antes de lanzarlo. No hay otro Formentera o En el coche de amor a primera vista. Tampoco existen más invitaciones infalibles al baile como Los Ángeles o Mi amor con Rels B. Por contra, aparecen temas que envuelven escucha a escucha como las sedosas Dararí y Ella bailaba, de lo mejor del álbum; munición para la sobreexcitación adolescente como Pensando en ti y Rosas 24, que no pasan de correctas; piezas mínimas perfectamente colocadas como Otra noche sin ti; y frágiles baladas que conectan con piezas de su pasado como The Killers y Luna, de esas que se dejan querer escucha a escucha. Todo ello conforma un elepé equilibrado y disfrutable, que cumple con creces. Pero no alcanza la condición de punto y aparte a la que parecía apuntar con toda la pompa que lo precedió.