Premios y otras agruras

Mercedes Corbillón

FUGAS

Sonsoles Ónega, en el momento de recoge el premio
Sonsoles Ónega, en el momento de recoge el premio LORENA SOPENA | EUROPAPRESS

17 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Qué bonita palabra, agrura, también acedía o amargor, eso que algunos imaginan le habrá provocado a Sonsoles Ónega la crítica despiadada de la que todo el mundo habla. Lo sorprendente no es que al reseñista no le haya gustado la novela, no, lo sorprendente es que todo el mundo haya leído la recensión, la haya comentado, la haya visto rular por las redes sociales y el WhatsApp. El disfrute del pequeño mezquino que escondemos todos se ha hecho viral. Las burlas se han extendido tanto que pareciera que todos leemos a Thomas Bernhard por la noche y a Pynchon por la mañana y lo que es aún mejor, que escribimos como Faulkner en los días buenos.

De todos los indignados, los que más me fascinan son esos, los que creen que, si el Premio Planeta lo gana una presentadora de televisión, ellos son los damnificados, pensando que los intrusos les roban el espacio que merecen por derecho propio. El fin de la literatura, el acabose de la cultura, la deriva del mundo editorial, preconizan indignados. Queridos, el mercado existe y mediocres somos todos, seguramente Sonsoles también, pero ella va a vender tantos ejemplares de Las hijas de la criada que la superinversión de la millonaria empresa le va a salir a cuenta, lo cual me hace muy feliz porque la literatura es una actividad muy minoritaria que se sostiene gracias a que los lectores muy ocasionales leen novelas que nunca se comentan en los suplementos culturales. Me pregunto por qué en este caso lo hicieron, ¿tanta saña provoca Sonsoles? ¿Por hija de periodista, por mujer, por amiga de la reina? ¿Por qué?

Que los bestsellers están llenos de protagonistas que se muerden los labios y enarcan las cejas y miran al infinito con serena seriedad mientras dialogan con frases sacadas de telefilm de domingo por la tarde no es ninguna novedad, y no hablo del texto premiado, que ni siquiera he ojeado. Nos guste o no, esos títulos que convocan a las masas permiten a esos grupos editoriales que denostamos publicar a autores verdaderamente buenos que no cubrirán ni los gastos de su edición, incluso a los malos que tampoco venden nada, como yo. Aún tiemblo temiendo que Espasa me pida que le devuelva el adelanto.