Colombe y su trilogía de París, tras las estela de Annie Ernaux

FUGAS

Caerás en la trampa de meter un dedo en la carísima crema de tu mejor amiga y verás de frente miedos y penas. Como ella

24 mar 2024 . Actualizado a las 16:47 h.

Hay determinadas situaciones en las que es inevitable no sonreír y pensar que, como Colombe Schneck, caerías en la tentación de abrir la tapa y meter el dedo en una crema carísima guardada en el baño de tu mejor amiga, aun estando esta moribunda en un hospital. Con lo lejana que nos queda, no tanto por la distancia, sino por la posición social, sus pensamientos sinceros borran las fronteras. Colombe (París, 1966), hoy una reconocida periodista y escritora en Francia, fue una niña rica, que estudió en el Colegio Alsaciano, vestía camisetas de Agnès B. y creció en los ambientes de la élite parisina que agitó Mayo del 68.

 Ninguno de sus abuelos nació, sin embargo, en la capital francesa, sino que eran judíos procedentes de Centroeuropa cuyo éxito culminó en sus hijos, los padres de Colombe, dos profesionales liberales que tenían en esta palabra que se presta a tantos matices, la libertad, su consigna.

Mentiras heredadas

A Colombe la conocemos en La trilogía de París (Lumen) cuando es una adolescente que se enfrenta a un acontecimiento que marcará su vida, un aborto —Annie Ernaux es su referente a la hora de hablar sobre este episodio—, y cuando es una mujer madura, la que acompaña a su amiga enferma de cáncer en sus últimos días y la que sufre por su última ruptura amorosa, separada y cumplidos los 50 años.

Tres relatos nos sumergen en su universo de baños en el Mediterráneo e inviernos en los jardines de Luxemburgo. Colombe es irónica, lúcida e inteligente. Elegante hasta cuando escribe. Una burguesa que acaba cayendo en las mentiras heredadas de las que se creía a salvo de joven: «Tendemos a pensar que el burgués es otro, está mal visto serlo».

Su disección de una clase privilegiada de la que forma parte, la que esconde cuentas en Suiza y asiste a la ópera, es el marco de una narración donde el amor, el romántico, el de una amiga, el que se busca en los padres y el que se siente por un hijo que nunca nació, es el sentimiento protagonista. «Sobre un amor feliz no se escribe», piensa. Está Colombe en una constante búsqueda de sí misma.

En medio de todo esto, los lujos y pequeños caprichos no hacen a Colombe altiva. Confiesa sus pecados, sus miserias. Y por eso queremos seguir leyendo. Porque tiene miedo, pena, complejos. Es humana. «La vida no es una historia, no tiene sentido, no es más que una sucesión de casualidades, de mala suerte y de oportunidades», avisa.

Como Annie Ernaux, nos habla de la vida.