El músico recala de nuevo en A Coruña, días después de visitar Santiago.
24 oct 2024 . Actualizado a las 14:07 h.Afortunados tenemos que sentirnos por el hecho de que uno de los mayores talentos musicales salidos de Brasil —tierra especialmente fértil en temas armónicos— le haya cogido cariño a nuestra tierra. El gran Arnaldo Antunes recala de nuevo en A Coruña, donde ya estuvo el pasado año, cuando hace apenas semana y media estuvo en Santiago, acompañado de toda su banda, haciendo un repaso a toda su dilatada carrera musical. Una carrera que arrancó con el grupo Titâs, con los que marcó el rumbo de la música hecha en Brasil durante la década de los ochenta, abarcando un amplísimo registro estilístico que iba desde el punk (Cabeça dinossauro) al hip hop (Comida) pasando por todos los tipos de pop imaginables, y siempre con ese deje único, esa firma inimitable que tiene la música brasileña. Con Tribalistas —aquel supergrupo que compartió con Marisa Monte y Carlinhos Brown— consiguió lo inimaginable: recuperar el legado tropicalista de tradición mezclada con vanguardia dejado en los sesenta por Os Mutantes, Tom Zé o Gilberto Gil y llevarlo al siglo XXI convirtiéndolo en un fenómeno mundial. Y a eso hay que sumarle una carrera en solitario que acumula ya casi una veintena de álbumes.
Pero el concierto que ofrece en A Coruña —en el Teatro Rosalía de Castro el jueves 31 de octubre a las 20.30 horas y con entradas desde 20 euros— es otra cosa. Aquí no hay banda ni colaboraciones estelares ni supergrupos, solo la voz de Antunes y el piano de Vítor Araújo, con quien grabó el álbum Lágrimas no mar, que precisamente vienen a presentar por segunda vez a la ciudad herculina. Nada de Passe em casa ni otros grandes éxitos con los que ha puesto a bailar a medio mundo, toca algo más íntimo, pero igualmente espectacular, en lo musical y en la puesta en escena.
El disco de Lágrimas no mar abarca desde la experimentación, con canciones como A nâo ser o Fora de si, a suaves melodías de corte intimista. El tema que da nombre al disco es un buen ejemplo de esto: armonías perfectas, aparentemente sencillas pero que encierran una complejidad disimulada que van mandando al oyente escalofríos por la espina dorsal con cada verso cantado por Antunes con esa despreocupación, esa falta de solemnidad que solo pueden permitirse los que se saben infalibles. Porque al brasileño le pasa como a Battiato: parece que está de paso, echando un rato sobre el escenario, pero en verdad está removiendo lo más profundo de los cerebros y los corazones de todos los presentes.
Aunque Lágrimas no mar se publicó en el 2021 y ya vino a presentarlo hace un año exacto a A Coruña, dentro del marco del Womex, este 2024 ha sacado en disco la versión en directo que es un fiel reflejo de ese espectáculo absoluto en el que la voz de Antunes se ve envuelta por las proyecciones de un escenario virtual diseñadas por la artista plástica Luisa Conti. Pocos elementos, resultado exuberante. Brindar una experiencia semejante solo está al alcance de gigantes, de esos que quedan pocos. Como Antunes.