![Demi Moore el pasado septiembre en la presentación en Los Ángeles de «La sustancia».](https://img.lavdg.com/sc/zYqrZGvCMjg5Mg4WcYgw-kCC2Ls=/480x/2024/10/14/00121728917401484776291/Foto/reu_20240917_042818848.jpg)
¿Premio con sustancia? Las quinielas atisban que la actriz es actualmente la mejor posicionada para alzarse con el Óscar a mejor intérprete protagonista
07 feb 2025 . Actualizado a las 13:03 h.Demi Moore parece, en principio, la mejor colocada para alzarse con el Óscar a mejor actriz el próximo 2 de marzo. Más si cabe después de las sonadas polémicas en las que se ha visto enfangada hasta las cejas la que se consideraba su mayor competidora, Karla Sofía Gascón. Muchos recibirán la noticia con un «ya era hora». Porque el de Moore es uno de los rostros cinematográficos de siempre. Una de las grandes divas de su generación. ¿Pero ha hecho realmente méritos para llevarse a casa un premio de tal importancia? Todo depende de los ojos del que mira. Los admiradores más guerreros, y Demi Moore tiene unos cuantos, están echando el resto haciendo campaña por su victoria. La película por la que ha sido nominada, La sustancia, no se parece, desde luego, a nada que haya hecho antes la actriz. Es una ácida crítica social que va delirando progresivamente hasta explotar en un mejunje de vísceras, sangre y fluidos repugnantes —como repugnante es, e intencionadamente por cierto, la película en sí—.
Los dedos de una mano
Los títulos verdaderamente buenos o interesantes de Demi Moore (esto ya es una apreciación opinable) pueden contarse con los dedos de una mano. Y hasta podrían sobrar dedos, dependiendo de lo riguroso que se sea en el escrutinio de su trayectoria. Mucha cosa infumable, alguna decente y ocasionalmente algo bueno. Ni siquiera los proyectos que parecían nacer con ínfulas académicas terminaban de despegar. Fue el caso, por ejemplo, de La letra escarlata. Una morcilla de Roland Joffé —que venía de hacer su gran obra maestra, La misión— que, sospecho, no gustó ni al propio Roland Joffé. Y como este bodrio hay unos cuantos de envergadura similar. Lo que pasa, y esto hay que subrayarlo si se quiere ser verdaderamente justo, los galanes y las galanas de Hollywood no hacen normalmente lo que quieren, sino lo que se les ofrece. Muchas veces es la propia industria la que arrincona y encasilla un rostro en un abanico reducidísimo de registros. Fue el caso, durante muchas décadas al menos, de Demi Moore. Siempre se le intuyeron ciertas dotes desaprovechadas en subproductos horteras. De hecho, cuando tuvo posibilidad de demostrarlo, dio el callo con oficio en la que es, seguramente, su película más redonda y perfectamente equilibrada: Algunos hombres buenos. Otros momentos de lucidez actoral fueron Ghost —que a pesar de las legiones de detractores sigue siendo un título de innegable culto y un gran referente de la cultura popular noventera—, St. Elmo, punto de encuentro o Margin Call, seguramente la gran película que se ha rodado sobre la crisis financiera del 2008. Mas allá de eso, por desgracia, no hay demasiado donde rascar. Culpa de los directores de cásting. Al menos, en gran parte.
Una sobreactuación
Quizás en esta falta de confianza en ella para completar ejercicios más serios o profundos surgió el germen de su estallido histriónico y excesivo, La sustancia. Es culpa de un circuito artístico demasiado cerrado. La imposibilidad de haber reconducido su carrera y su imagen de forma gradual hacia propuestas más maduras y reflexivas, como hicieron antes que ella muchos otros actores y actrices, engendró —engendrar de engendro— esa cosa incalificable con la que ahora sobreactúa, sobreescenifica, subraya en colores fosforitos, la ruptura con su personaje tradicional. Con la imagen que de ella se tenía en el mundo entero. Con el espectro muchas veces pegajoso de la «dulzura». Pues a los dulces, demasiado a menudo, no se los toma en serio.
Palomitas de maíz
Al margen de lo que de La sustancia opine cada quisque, de que haya o no enjundia sustanciosa en su tiovivo del vómito, lo que no se puede dudar ya es de que ha servido para que Demi Moore dé un puñetazo encima de la mesa y se reivindique como algo más que el rostro de una ristra de infumabilidades palomiteras. Solo por eso, le ha merecido la pena jugar a ser Quasimodo. El Óscar, si es que le cae en el regazo finalmente, podría ser el primer paso en su renacer. Incluso si, por azares del destino, finalmente se fuera a su casa con las manos vacías, es de esperar que en el futuro cercano más de uno se lo piense dos veces antes de despreciar los talentos de Demi.
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No hay nada más difícil que ser un buen profesional con una andadura trufada de pufos. Porque nadie reconoce, detrás de todos los tropezones de taquilla o los linchamientos de la crítica, que el intérprete hizo lo que pudo con lo que tenía. A muchos les ha sucedido. Pero no todos han tenido oportunidad de resarcirse.