
El ensayo colectivo «El estilo de la elegancia. Literatura y moda» descubre cómo los grandes escritores vestían a sus personajes
14 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.El ceñidor de Afrodita, las camisas del gran Gatsby, el polisón de Jacinta y el mantón de Fortunata, el vestido de terciopelo verde de Escarlata O‘Hara confeccionado con cortinas. Homero, Scott Fitzgerald, Galdós, Mitchell… Los grandes literatos siempre han sabido vestir a sus personajes. «El vestido, aunque parezca una frivolidad, tiene un papel más importante que el de cubrirnos. Cambia nuestra visión del mundo y la visión que el mundo tiene de nosotros», escribió Virginia Woolf en Orlando, donde utilizó la ropa para mostrar la personalidad transgénero de su protagonista.
El ensayo colectivo El estilo de la elegancia. Literatura y moda (Sial Pigmalión, 2024) es un viaje intenso tras el frufrú de las sayas de seda, de los miriñaques y crinolinas de algodón, de los vestidos de estilo imperio cosidos con muselinas de la India. Con prólogo de Carmen Posadas y coordinado por el catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidade da Coruña José María Paz Gago, fue presentado ayer en el Real Club Náutico de la ciudad herculina, con la participación de seis de sus veinte autores.

«¡Que cofias tan brancas! ¡Que panos con freco! ¡Que dengues de grana! ¡Que sintas! ¡Que adresos! ¡Que ricos mandiles! ¡Que verdes refaixos! ¡Que feitos xustillos de cor colorado!». Si alguien dejó testimonio de la moda decimonónica en Galicia es Rosalía de Castro en Cantares gallegos, y en La hija del mar, donde retrata a pescadores con sombreros de paja con cintas azules; damas con chambras y faldas de percal; caballeros con gabán de abrigo, botines de paño y bastón; y aldeanas con cestos de mimbre y cubiertas con pañuelos blancos o negros de luto.
También Emilia Pardo Bazán enhebra como una experta los flecos de su época en cuentos y novelas. Corsés, manguitos, túnicas de gasa, tocados con plumas, pañolones de Manila, alfileres de azabache, kimonos con bordados bizantinos, pieles de zorro negro y astracán. La condesa coruñesa viste a sus protagonistas fuertes, rebeldes y ambiciosas, mujeres sin sombrero que llevan el pelo corto en el siglo XIX, con falda-pantalón y americana de paño grueso, porque «el trapo es una fuerza social», sentencia.