
En el libro que estoy leyendo, un hombre indaga en los misterios de su familia. No son misterios como los de las novelas negras, cadáveres escondidos entre los ladrillos de una casa, o hijos secretos que salen a la luz al cabo de los años. Son misterios que acarreamos todos, casi siempre misterios también para nosotros mismos. Desconocemos las raíces de este o aquel rasgo de nuestro carácter, las semillas que hacen brotar la naturaleza que nos encamina hacia un destino u otro. A veces luchamos contra ella y a veces la dejamos manejar.
La familia en cuestión pertenece a una estirpe concreta que tuvo como elemento inflexivo a Torrente Ballester, marido y padre que luego formó otra familia. Esta es la primera, la de los tiempos inciertos, las ambiciones aún sin cumplir, la vida en un baúl que se convertía en armario en Galicia o en Madrid. Los primeros protagonistas son los abuelos, ese matrimonio entre gallegos. Ella de Bueu, él de Ferrol. Pasaban mucho tiempo separados esperando las condiciones proclives para vivir en la capital, donde se instala, con la intención de hacer carrera, cualquier escritor que se precie. La pareja solo dejó de cartearse cuando llegó la esperada unificación familiar. Duraría poco. Josefina, enferma crónica, moriría pocos años después dejando huérfanos a cuatro hijos, los ilusionistas de esta historia. La cuenta el nieto, el sobrino, el hijo, el enorme escritor que es Marcos Giralt Torrente. Pocas prosas tan certeras como la suya, tan elegante como una escultura clásica. Parece venir de otro tiempo y conservar intacto el equilibrio. La belleza.
La mirada sobre sus personajes, tan reales, tan novelescos, tan contradictorios, me parece lúcida y sombría. No hay fuegos artificiales, no hay celebraciones que construyan mitos, ni disimulos, tampoco juicios. Solo la búsqueda de la materia de la que están hechos. Todos compartían una «lógica distinta. Pedazos de la realidad que no los penetraban pero que dejaban su hueco». Quizás todos, aun sin saberlo, estamos hechos de la materia de nuestros sueños. No hay lugares irreales, dice la madre de Marcos en un momento. No puedo estar más de acuerdo con ella.
Los ilusionistas será uno de los libros del año, no importa de cuál.