Guitarricadelafuente: «La sexualidad fuera del reguetón parece que escandaliza a mucha gente»

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La próxima semana verá la luz «Spanish Leather», uno de los claros candidatos a disco del año. El 24 de mayo lo estrena en directo en Galicia con un concierto en el Coliseum de A Coruña

09 may 2025 . Actualizado a las 13:24 h.

Aquel álbum titulado La cantera (2022), que dejó impresionados a todos los que se acercaron a él —por su belleza enrarecida, por su personalidad radical, por su sonido enigmático— ya tiene continuación. Spanish Leather es el segundo capítulo de la carrera de Guitarricadelafuente. Verá la luz el próximo viernes. Si sus adelantos indican claramente que se trataba de una obra mayúscula, la escucha completa confirma la impresión. Estamos ante una joya a colocar junto a Motomami (Rosalía), Puta (Zahara), El Madrileño (C. Tangana), Acrópole (Fillas de Cassandra) y todos los grandes discos del pop español de esta década que podremos disfrutar en directo en A Coruña (Coliseum, 24 de mayo, desde 30,20 euros).

—Hay artistas que tardan toda una carrera entera en encontrar su voz. Usted la tuvo desde el primer momento. ¿Fue algo natural, que surgió sin más, o buscado?

—Cuando empecé a cantar ocurría como con mi nombre artístico, que era un modo de despersonalizarme. Cantaba y era como si entrase en otra persona, interpretando sin sentir el peso de que era yo el que estaba cantando. Nada sale de la nada y todo forma parte de referentes que hemos tenido, pero a mí siempre me ha salido cantar de esa manera. Siento como que mi voz la estoy encontrando ahora, porque estoy haciendo a la inversa. Estoy cogiendo la confianza de poner mi vida más en la palestra. En La cantera iba con más miedo y presión, usando más recubrimiento en torno a mí mismo como una manera de protegerme. En este disco es todo más directo y personal. Me siento más cómodo y liberado.

­—Su disco anterior estaba sumido como una nebulosa. Ahora descubrimos que, en realidad, una canción como «Redondico» hablaba de un culo. ¿Había miedo o inseguridad de que se le entendiese?

—Sí, pero no es tanto de miedo como un proceso natural de maduración. Había un componente muy fuerte de inocencia. El hablar de ese culo se hace de una manera infantil o juguetona. Había una sensualidad, pero estaba mucho más escondida o poetizada. Ahora todo está más a la vista. Esa inocencia se ha perdido un poco. La cantera está muy condicionada por mis orígenes.La narrativa es la de un chico que se va del pueblo y va haciendo andadura hasta llegar a la ciudad, descubriendo el nuevo paso de la vida. Ver lo que ocurre con tu generación y los tiempos que corren...

—Llegamos así al artista actual, que canta de manera más clara y sin esa neblina. ¿Había la necesidad de mostrarse así?

—Sí, esta intención está totalmente ahí. Y no como algo impostado, sino como una necesidad. En este disco esa nebulosa ya no está. Me ha apetecido hacer un grupo de canciones con las que pasármelo bien y que la gente tuviera la misma sensación. Igual esa energía que se había antes de intentar emocionar por algo que ve a través de una vitrina, por ese preciosismo de una canción bonita con una producción muy fina, quería ahora que fuese más interactivo y que la gente pudiese formar parte de él. Hay una necesidad de conectar con la gente. Al contar historias personales quería que fuese un disco generacional, que la gente se sintiese reflejada en las historias que se cuentan y las formas de hablar.

—El folklore popular, del que usted tanto bebe, en realidad siempre hizo eso.

—En mi música siempre he partido del folklore, es cierto. En La cantera necesitaba explicar de dónde vengo y qué es lo que me ha inspirado. Habiendo indagado tanto en el folklore, había un punto en este disco como de no poder desprenderme de la tradición. Me preguntaba: ¿cómo lo muestro de una forma en la que me sienta cómodo? En los últimos años ha habido una vuelta a los orígenes. No solo en la música, también en la comida y en las costumbres de los jóvenes. Es como si se usase la simbología del folklore muy a la ligera. Todo ese costumbrismo español se ha romantizado en el imaginario de muchos artistas y sus videoclips. Al final se está viendo como por encima, con superioridad porque no lo vives. Eso de los hombres jugando a las cartas en la calle y tomando el fresco te parece como exótico, pero siempre ha estado ahí. Sentía que en este disco debía pensar en la tradición como algo que ya está inherente en nosotros, del lugar del que somos y lo que hemos mamado. Habiendo descubierto ya la herencia, seguir adelante.

­—Canta: «No intentes esconder tu lado más animal». También: «Liberarme, no sería eso algo hermoso?». ¿Quería romper a nivel artístico y vital?

—Totalmente. Es la temática sobre la que gira todo el disco. No he parado de hablar del soltarse y vivir el momento en las canciones. Entrar en la vida adulta me ha cambiado mucho el pensamiento. Antes sentía que quería hacer canciones atemporales. El tener esa raíz te garantizaba esa perdurabilidad con el paso del tiempo. Pero había una cosa ahí, que yo sentía que quería romper con el pasado. Pensar que el folk es el presente, que estás contando historias del folk actual, cosas que pueden reflejar la vida de muchas personas. Esas, al final, son las historias del pueblo.

­—¿Romper desde dentro o meterse dentro para romper?

—Siempre existe la idea de que las generaciones mayores no toleran los cambios. Incluso yo me veo como alguien obsoleto con muchas cosas. Todo va mucho más rápido que nuestra capacidad de entendimiento. Hay una canción en el disco, Sonata de los heavys de Gran Vía, que va de eso. Me inspiraba mucho en esa figura. Son dos representantes del pasado. Anclados en la Gran Vía, mientras todo cambiaba. Ellos estaban resistiendo al paso del tiempo, al cierre de las tiendas de rock, al cambio de las generaciones y la rapidez de los tiempos. Con su postura criticaban ese cambio de costumbres y cultural. Pero también pensaba que, en su época, sus padres pensarían lo mismo de ellos. En plan: «¡Esta juventud que no para de salir y estar en los bares con una vida de excesos!». Siempre habrá esa negativa de la generación anterior respecto a la nueva, porque como cada uno tiene unas creencias y, cuando llegan las nuevas ideas, uno piensa que ha vivido en vano. Es normal que exista esa intolerancia. No puedes hacer nada contra esa rapidez de los tiempos, excepto dejarte llevar por esta corriente.

­­—El vídeo de «Full Time Papi» tiene una carga sexual muy potente. Se ve a un hombre masturbándose, algo creo que inédito en un vídeo del pop nacional.

—[Risas] Parece que enseñar carne es polémico. Cuando mostré este vídeo a cierto tipo de personas, sobre todo padres de amigos, veía esa reacción. Como sales desnudo y muestras el tema sexual, te estás vendiendo. Parece que hay prejuicio por el disfrute. En la cultura del reguetón siempre ha habido esa sexualidad expuesta y, fuera de ahí, cuando lo haces en otro género, con mucha más sutilidad, parece que escandaliza a mucha gente. Ha sido más chocante de lo que yo pensaba, porque para mí lo veía como romper con esa inocencia de en La cantera, en la que había mucha carne y sexualidad pero no con este tono. Sentía que era como un reflejo del cambio que suponía este disco y que en el vídeo tenían que aparecer estos descubrimientos personales en la intimidad de mucha gente. El vídeo me encanta.

­—En su nota de prensa se habla de interacción entre la sensualidad y la vulnerabilidad. En esa canción hay un contraste entre la manera de cantar suya y los coros que sugiere algo más allá de lo estético.

—Recurrimos mucho a esas voces que son como de hooligan. Hay un contraste entre la voz pequeña y frágil y esa hipermasculinidad. Cuando dices «quiero ser tu full time, papi» con esos coros es como anacrónico en ese contexto. Esa masculinidad suele ser como incómoda. Es como los bros. La masculinidad frágil es como marcar tu hombría. Aquí era como a la inversa, como si esos hombres gritando a lo hooligan en vez de enfrentarse a esta delicadeza se están como uniendo a ella.

—El disco tiene una producción que da a entender que hubo mucho trabajo detrás. ¿Es así?

—Empecé a componer las canciones hace dos años y fue un proceso de ir haciéndolas con otros, algo nuevo para mí. Por un lado, estaba la idea de buscar la validación de gente que admiras de tu generación y, por otra, esta cosa generacional de que gente de mi generación esté ahí. Fue genial escribir con Pablo Pablo, Tristán, Teo, Raül Refree… Esas canciones que creamos las estuvimos produciendo durante varios meses en Los Ángeles con Kanterlan y Justin Harris. Es curioso, porque es la primera vez que trabajo con productores extranjeros. Ellos, sin entender el idioma, le aportaban una capa de producción que sumaba. Parecía que lo entendían sin entenderlo. El proceso de producción fue fácil. Las voces están más al frente, no hay tantos ecos. Quería algo más crudo y honesto. Había que plasmar cosas y dejarlas reposar.