
Se puede sobrevivir a un apagón, a un divorcio, a un apocalipsis, a que Israel casi gane Eurovisión, a la tentación del fracaso y al fracaso mismo, a la adolescencia de tus hijas, se puede, incluso, sobrevivir al cierre de una librería, pero es difícil sobrevivir a una horda de personas que llaman a la puerta preguntando qué regalas, qué liquidas, qué retales de doce años de existencia se pueden llevar. Mientras las señoras revolvían, los maridos me contaban chistes y yo escuchaba con las manos en alto, negras del polvo de la trastienda en la que encontré de todo. Restos de cartuchos, un recipiente para las cenizas de un muerto, una metralleta de juguetes, vestidos de novia que un día llegaron diciendo sí al altar, serpientes de goma, botellas de champán, pintura acrílica como para decorar la Capilla Sixtina, fardos de droga sin droga, un juego de té moruno, una túnica saharaui, el comedor de la casa donde un día fui feliz jugando a hogar y moda, con su mesa y sus sillas de madera lacada, una lápida de gomaespuma, cirios suficientes para alumbrar una iglesia, un abanico gigante, una chistera, ropa de cuna de mis tesoritos, una caja de libretas sin usar, una calavera, un, dos, tres cestos de mimbre, bolsitas de lavanda, un somier con el que replicamos una habitación de hotel y ni siquiera así ganamos el concurso de escaparates, farolillos de colores, archivadores de albaranes, dos juegos de vasos de Zara Home, un árbol de Navidad hecho con corchos por aquellas manos de Carmela que tanto echo de menos, un pilote de esos que se clavan en el suelo y señalan Nueva York o Tombuctú, una foto de Xacobe leyendo y fumando en la puerta, una lámpara con forma de corazón, un fonendoscopio, una escoba de bruja, un cofre lleno de monedas antiguas, un cartel de cuando vino Irene Vallejo a celebrar su amor por los libros… Agradezco que se lo lleven todo, aunque temí que metieran en una bolsa a María como gran suvenir cronopio. Escribiré algo bonito sobre este final, pero por ahora solo pienso en la frase de Miro Chauvet, el androide de Vila Matas: pase lo que pase, lo correcto es largarse.