Blanca Lacasa: «Las historias que no llegan a ser nos marcan tanto o más como las que sí suceden»

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Libros del Asteroide se suma al formato compacto con «El accidente», debut en la ficción de Blanca Lacasa tras su celebrado ensayo «Las hijas horribles»
30 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Qué sucede en la cabeza del que se enamora, qué pasa ahí, en ese exacto momento efervescente. Esta es la idea que Blanca Lacasa (Madrid, 1972) quería cercar en El accidente, una atinada novelita con la que Libros del Asteroide inaugura su colección de compactos —nadie eres hoy sin colección en formato A6—. Para condensar tamaña proeza en 80 escasas páginas, la autora del celebrado ensayo Las hijas horribles (Libros del K.O., 2023) detiene la historia justo ahí: en la corriente eléctrica, en la inflamación, en la cantidad de coincidencias, en el vértigo de la seducción, en la ceguera, en esa campana aislante. «Las historias de amor suelen ser lo que pasa más allá del enamoramiento; este se materializa, se expande y sucede, y la historia es lo que pasa después. Y a mí lo que me apetecía contar era una historia en la que no hubiese después —explica—. Porque suceden, suceden muchísimo, a veces casi más que las otras. Me refiero a esas historias que se quedan en tierra de nadie. ¿Qué pasa cuando las cosas se detienen, cuando el deseo, los sentimientos, las emociones se quedan ahí paralizadas y no van a más?
—Habla en el libro de cuánto se enquistan las ansias atajadas, las cosas que quedan sin resolver.
—Esas cosas siempre suelen volver. Se quedan en una especie de limbo y, de vez en cuando, aparecen, a veces atormentándonos un poco. Y creo que pueden ser igual de importantes, marcarnos tanto o más, que las que sí suceden. Aunque no tengan un recorrido real, sí tienen un recorrido en nuestras cabezas, un recorrido emocional y, a veces, incluso vital. Siempre va a estar ahí esa cosa de «qué hubiera pasado si». El condicional es casi un género de pensamiento en sí mismo, el «y si».
—Incluso en las historias que sí se materializan hay una parte grande que sucede en nuestra mente.
—En toda historia entre dos personas, y en la vida en general, hay un plano que es lo que sucede y otro que es lo que tú estás pensando que sucede. Particularmente, esto me obsesiona mucho, porque estamos construyendo permanentemente un relato de lo que nos pasa. De hecho, los malentendidos son un poco eso, esos desencuentros que hay. Estamos siempre rellenando huecos de información que nos falta. Tendemos a que todo sea extremadamente racional, extremadamente lógico, a intentar encontrar las razones de todo y muchas veces las cosas no responden a razones. Suceden y punto. Intentar pasarlo siempre todo por el filtro de la lógica nos lleva a crear historias paralelas que a veces se parecen muy poquito a lo que está sucediendo.
—En la novela utiliza recurrentemente el concepto de «ángulo muerto».
—Es esa zona donde pasan cosas y tú no las estás viendo, porque estás mirando para otro dirección o porque estás demasiado cerca. El ángulo muerto, por definición, es ese espacio que tú no ves en el espejo retrovisor cuando vas conduciendo y es donde suelen pasar todos los accidentes, esa parte de la visión que se nos escamotea. Siempre me fascinó este concepto. En general, suele gustarme llevar la terminología de otros campos a la vida real, a lo cotidiano, ver qué sucede si se usan esos conceptos tan encasillados en lugares muy técnicos en el terreno de las emociones, de las ideas. Y este, en concreto, me parecía muy interesante, porque creo que aplica mucho a la vida real, que siempre hay una zona, un ángulo muerto, que no llegamos a ver. Es imposible llegar a verlo todo, no podemos abarcarlo todo. Y en ese lugar suceden cosas.
—¿Qué espacios de la experiencia femenina cree que aún están mal narrados o directamente no narrados?
—Muchísimos. Tanto para mal, porque llevamos veinte siglos de historia a nuestras espaldas, como para bien, porque hay muchos caminos ahora por explorar. En este sentido, creo que es un momento apasionante. Y creo que pasa incluso más en el cine que en la literatura. El cine ha sido siempre eminentemente masculino; estamos empezando ahora a tener nombres de directoras potentes. De repente, historias que nos han contado 500 veces estamos viéndolas desde una perspectiva completamente nueva porque están bajo la mirada femenina. ¿Ejemplos? Todas las últimas películas que se han hecho en torno a familias, maternidades... Desde la serie Querer a Cinco Lobitos, de Alauda Ruiz de Azúa, o El agua, de Elena López Riera; incluso First Cow, de Kelly Reichardt. Es que hemos crecido con señores contándonos cómo es enamorarse y tener hijos. Y, claro, la mirada no es la misma; no digo que sea mejor ni peor, pero no es la misma. Te marca. Y te hace estar en el mundo de una determinada manera.