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Susi Sánchez y Laia Costa en «Cinco lobitos».
Susi Sánchez y Laia Costa en «Cinco lobitos».

13 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya me quedan lejos los treinta, aunque todo me parece que fue el otro día. Creo recordar que fueron años alegres, pero la memoria tiende a darle prioridad a lo bueno, a consolarnos con esa idea de que cualquier tiempo pasado fue feliz. No haberlo sido es algo que no nos podemos permitir cuando envejecemos. En Cinco lobitos hay una escena que ilustra eso muy bien. El personaje que interpreta maravillosamente Susi Sánchez, recreando la viva imagen de la amargura en una mujer enferma que recibe a su hija treintañera y madre reciente, ve una película donde se le aparecen aquellas imágenes grabadas en súper ocho que todas las familias de un tiempo grabábamos con intención de congelarnos hasta un futuro que venía cargado de promesas. Al contemplar las imágenes dice: «Qué felices somos a veces y no lo sabemos». La felicidad es imposible de aprehender. La perseguimos sin saber qué es y acabamos creyendo que sucedió, aunque todo parezca indicar que se nos escurrió al ritmo discreto del aire que se arrancó una a una las hojas del calendario.

Hay dos libros que me han llevado a los treinta, no a los míos, sino a los de mujeres que podrían ser amigas y al mismo tiempo podrían ser mis hijas. La realidad ha cambiado, pero ese afán de encontrar tu lugar en el mundo no. Guada Guerra y Estela Gómez hablan de lo mismo, pero lo cuentan de modo diferente. La palabra tiene mil disfraces y el suyo es de los buenos. Ambas han conseguido unas novelas vivas, vibrantes, un testimonio generacional y de género. Ser mujer marca el tempo de las dudas y de las posiciones ante la vida que se abre con todas las posibilidades y todos los abismos. Las dos salen de Vigo con ambición universal. A todos nos compete mirar, a todos nos compete saber lo que les pasa.

En ambas novelas, Las cosas que nos pasan y Todo pasa porque nadie mira, la amistad es un eje desde donde gira la acción. El grupo se mueve en diferentes direcciones, una masa poderosa que engulle y protege, que hace de espejo, a veces convexo, para protagonistas que buscan un camino por el que transitar. Uno que, con los años, reconozcan como suyo. No saben ellas que, al final, todos lo son, los elijamos o no.