Las escandalosas hermanas Mitford, mucho más que las Kardashian del siglo XX

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Las aristócratas, leyendas en el Reino Unido, son las protagonistas de la miniserie que ofrece Movistar +, en seis episodios intensos y llenos de ácido humor británico

01 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Dicen las malas lenguas que fueron las Kardashian del siglo XX. Se equivocan. Los escándalos de las mediáticas hermanas armenias se quedan en simples niñerías cuando los comparamos con los protagonizados por las seis hermanas británicas. Si las Mitford vivieran hoy harían arder Twitter con sus afiladas observaciones e incendiarían Instagram con sus fiestas y encuentros inadecuados. Sus devaneos políticos y sociales, su glamur y sus lenguas y sus plumas afiladas las harían imbatibles en las redes. Si quieres conocerlas, la serie Escandalosas que emite Movistar + este verano es un buen comienzo. Son solo seis episodios de aproximación. Pero hay mucho más.

¿Quiénes son?

Nancy, Diana, Pamela, Unity, Jessica y Deborah son una leyenda en el Reino Unido. Hijas del barón Redesdale, formaban parte de la rancia aristocracia británica que todavía imperaba en las islas entre los años 20 y 50 del siglo pasado, pero su comportamiento rompió todos los moldes. La serie, basada en la novela The Mitford Girls, de Mary S. Lovel, que todavía no se puede leer en castellano, relata esta historia real de seis mujeres adelantadas a su tiempo y las muestra tal como eran: excéntricas, rebeldes y audaces.

La actriz Bessie Carter (Los Bridgerton), es Nancy Mitford, la mayor, escritora, la más famosa, que se enamoró de un homosexual y se casó con un alcohólico.

Joanna Vanderham (Crimen, de Irvin Welsh), encarna a Diana, la fascista, que celebró su boda con Oswald Mosley en el despacho del ministro de propaganda alemán Joseph Goebbels, con Hitler de invitado de honor.

Isobel Jesper Jones (La reina serpiente), actúa como Pamela, una británica de las de campo aficionada a las gallinas. La menos famosa. Perfil bajo.

Shannon Watson (No digas nada), como Unity, Bobo, la nazi, la valquiria, que se mudó a Berlín por amor a Adolf Hitler, quien tuvo la amabilidad de sacar a una familia judía de su casa para acomodarla. La más odiada.

Zoe Brough (Casualty), como Jessica, Decca, la comunista que se opuso al nazismo de su más cercana hermana, Unity, y se fugó con su primo, Esmond Romilly, también comunista, para luchar en la guerra civil española. Fue desheredada.

Orla Hill (Una confesión), como Deborah, Debo, la menor, amante de los caballos y los perros, se convirtió en duquesa.

También había un hermano varón, Tom, interpretado por Toby Regbo (Belgravia: The Next Chapter), apreciado por todas que recurrían a él como consejero y mediador en sus disputas.

Si ya sientes el vértigo de estas agitadas vidas que se esconden tras las artificiosas poses de salón y los ambientes de lujo, estás en el buen camino. A lo largo de los capítulos verás desfilar algunos de los apellidos británicos más conocidos que se relacionan con las hermanas. Tenemos a Churchill, a Mosley (apellido que también encontramos en los títulos de crédito en el productor ejecutivo Matthew Mosley, tataranieto del fascista); al señor Guinness, el de los récords, primer marido de Diana, e incluso a los Kennedy. Todos ellos cruzan sus caminos con las divertidas Mitford en algún punto: son primos, exmaridos o simplemente amigos.

Sin duda, el punto fuerte de la serie, además de la ambientación y el impecable trabajo de los actores, es la actualidad del tema. Europa asiste al incipiente surgir del fascismo que ejerce entre algunos sectores de la sociedad un atractivo fatal, mientras otro sector observa escandalizado al creciente apoyo que se le brinda. En el caso de las Mitford las dos tendencias se dieron en la misma casa, incluso se podría precisar en el mismo dormitorio, ya que Unity y Decca compartían habitación: una pared (la de Decca, claro) estaba cubierta de fotografías de Lenin y pósters revolucionarios, y la otra, la de Unity, era un santuario de símbolos nazis. Y bueno, ya sabemos que la historia no acabó muy bien. Ni para las Mitford, ni para Europa. Nunca está de más recordarlo. Y mejor si es, como aquí, con una sonrisa.