El calor y los recuerdos

Mercedes Corbillón LA CIUDAD Y LOS LIBROS

FUGAS

SANDRA ALONSO

Exageramos, los calores en Compostela son extraordinarios. Como las misas del Peregrino, no suceden a diario, aunque son igual de concurridos, intensos e incensarios. Los únicos sofocos insoportables aquí son los provocados por la menopausia

08 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

He oído que el frío es el nuevo lujo. Imagino que el chascarrillo no se refiere a la temperatura de la bella Islandia, sino a la posibilidad de cubrirse con una manta ligera y sentir ese placer casi uterino de acurrucarse sin que el cuerpo se deshaga de sudor y lamentos.

Exageramos, los calores en Compostela son extraordinarios. Como las misas del Peregrino, no suceden a diario, aunque son igual de concurridos, intensos e incensarios. Los únicos sofocos insoportables aquí son los provocados por la menopausia que nos convierte a las cincuentañeras en seguidoras de Locomía, todo el día meneando el abanico como si fuera una extensión más de la mano. La RAE no reconoce el término, prefiere quedarse en cincuentonas o quincuagenarias, que ya suena a condena a galeras, todas apretadas con las caderas anchas remando en la única dirección posible: la invisibilidad. Menos mal que nos queda Christine Lagarde para recordarnos con su imagen en los telediarios que podemos envejecer y mandar; bueno, y obedecer a Trump porque eso, al parecer, no tiene género.

En mi caso, ni mis tesoritos me hacen caso lo cual es un rasgo de inteligencia por su parte porque bastante tengo yo con ocuparme de lo que está pasando en mi cuerpo, que vive su propia demolición descontrolada que me importaría un bledo, si no fuera porque el climaterio viene con una niebla mental, una anomia que te hace quedarte con las palabras colgadas como guirnaldas que solo se encienden cuando la fiesta se acaba.

En la novela que estoy leyendo de esas cosas no se habla y me parece bien porque un hombre como es Ilja Leonard Pfeijffer no acabaría de comprenderlas, pero sí capta muy bien el aburrimiento, la anhedonia vital que no acaba de ser infelicidad, sino nostalgia por todas aquellas cosas que solo pueden ser pasado. La mujer, casada con un diplomático jubilado y organizadora de eventos culturales de manera voluntaria, decide viajar sola a Monterosso al Mare, uno de los pueblos preciosos del Cinque Terre y se queda atrapada por la pandemia mirando al mar de la Liguria, aparentemente tranquilo, pero peligroso, como el calor y los recuerdos.