
El apodado como el Ruiz Zafón alemán publica una novela en tres tiempos que viaja a través del misterio y la magia de los libros
19 ago 2025 . Actualizado a las 17:05 h.Un minúsculo episodio de principios del siglo XX —que tiene como protagonistas a unas maletas que dejaron olvidadas en la Costa Azul las familias rusas más adineradas que solían disfrutar de su época estival en esta zona francesa, y que no pudieron volver a manos de sus legítimos dueños tras ser estos masacrados en la Revolución rusa de 1917— ha sido el germen que ha permitido a Kai Meyer (Alemania, 1969) construir una de las odas más adictivas hacia la figura del libro. La biblioteca de la niebla es una mezcla perfecta entre novela policíaca, misterio, saga familiar y la piedra angular: el amor por esos objetos de papel cuyas historias han acompañado en los peores y mejores momentos a la Humanidad. Su pericia con la pluma ha permitido a este autor a ser apodado el Ruiz Zafón alemán.
La historia, entretejida en tres tiempos y lugares diferentes —el San Petersburgo de 1917, la Niza de 1928 y esa Europa que trata de restañar las heridas provocadas tras dos cruentas guerras—, arranca con una pequeña niña francesa que en 1928 se topa sin querer con una de esas maletas perdidas por las acaudaladas familias rusas. En ella, llama poderosamente su atención un antiguo libro cerrado a cal y canto con un candado. Y a partir de ahí, los tres protagonistas (Artur, Liette y Thomas) se juegan sus vidas precisamente por algo que aparentemente parece un simple libro.
—Vivimos una vez más tiempos complicados. ¿Los libros siempre estarán ahí para rescatarnos?
—Las historias pueden ser armas muy poderosas. Pueden tener un impacto negativo, y esto lo podemos ver a día de hoy en esa política en la que nos topamos constantemente con historias que se utilizan de forma perniciosa, en esa distribución de noticias falsas que son tan peligrosas. Pero las historias también pueden hacer mucho bien, y yo creo que esta es su función principal. Y en cuanto a los libros, creo que siempre nos permiten ver cuál es la verdad y separar la mentira de la realidad. Además, tienen otra función que es maravillosa, la de distraernos de la realidad. Mucha gente no quiere ver las noticias porque la realidad es simplemente insoportable. Los libros, la literatura, nos pueden llevar a otros lugares, a otros pensamientos, a historias que nos permiten lidiar con los tiempos que vivimos.
—La novela transcurre en varios momentos clave de la historia europea que permiten tratar temas como la censura, la memoria o el exilio. Tres cuestiones que siguen siendo dolorosamente actuales. ¿Seguimos cometiendo los mismos errores?
—Es asombroso, pero sí, volvemos a cometer los mismos errores. En Alemania, en la escuela todos hemos aprendido cómo se llegó al nacionalsocialismo. Si miramos de forma pausada cómo pasó todo aquello podemos darnos cuenta de la cantidad de paralelismos que hay con lo que está pasando a día de hoy. Cómo se trata la realidad, cómo crece el populismo, frases que repiten una y otra vez los políticos, especialmente los de derechas... Todo esto ya existió en los años 30 y asusta mucho. Muchas generaciones hemos crecido pensando que las cosas iban a ir a mejor, que estábamos más formados y contábamos con más información, pero ahora de repente nos hemos topado con que el mundo ha vuelto hacia atrás y que todo aquello se está volviendo a repetir.
—El personaje de Liette descubre los libros de pequeña, ¿qué representa la infancia como puerta de entrada a la literatura?
—En la infancia se establecen los fundamentos de los intereses del adulto. Creo que las cosas que se han consumido hasta los 11 o 12 años en cuanto a música, libros o películas son las que nos van a acompañar toda la vida. Por eso es tan importante tener en cuenta a la infancia en la cultura.